El dios creador de los bosques y los grelos extremeños

En 'Vento', su finca de 400 hectáreas perdidaen Las Villuercas y declarada reserva biológica,el naturalista y periodista madrileño ejerce de 'italocabrero', poeta y dichoso hortelano sin medida

Domingo, 18 de octubre 2020, 01:07

Cuando a finales de los setenta un ecologista greñudo y capitalino llegó para quedarse en este recóndito paraje de la serranía de Cáceres, le tomaron por un 'maqui'. Joaquín Araujo (1947) sigue allí, «emboscado» en un particular paraíso natural que mima con sus manos y ... cada uno de sus sentidos mientras batalla contra la agonía sorda y lacerante del planeta.

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Lunes

No uso mascarilla ni así me aspen. Entre otras cosas, porque aquí estoy solo y lo que corre es el aire. Vivo a 16 kilómetros de mi primer vecino. La soledad en la naturaleza es un regalo maravilloso.

6.00 horas. Me despierta algún extraño resorte de mi propio organismo. Hasta que no llegan las luces del día, leo. Dos, tres, cuatro horas, y varios libros a la vez. Sobre mi cama, poemas de Paul Sedan; 'Elogio al silencio', de Pablo D'Ors, con el que coincido milimétricamente y 'La espiga en el infinito', de Irene Vallejo, un 'best-seller' y sin embargo una delicia.

8.00 horas. Desayuno un descafeinado para mantener a raya la tensión, pan, que descongelo, tomate, aceite y un diente de ajo cortado en rodajas. Me encanta y no tengo a nadie a quien besar.

8.30 horas. Lo primero que atiendo son las gallinas. Les echo su agüita, su granito, unos tomates estropeados, a veces les siego hierba... Son unas veinte. No las puedo soltar. Aquí hay áquilas, jinetas, zorros, garduñas... Este año estoy cogiendo seis, siete, ocho huevos a diario.

9.00 horas. Las cabras me esperan con expectación. Saben que están a punto de salir al campo. Compruebo si los chivitos han mamado. Todas tienen nombre italiano: Bianca, Nera, Calzona, Filia, Bionda... Así hasta 24. Tuve la suerte de educarme en la primera etapa en el Liceo Italiano de Madrid. De ahí viene mi pasión por leer y escribir. 'Nunca' y 'Jamás', mis yeguas, madre e hija, andan por ahí sueltas. Los perros y gatos no tienen horario fijo.

Martes

9.30 horas. De regreso a casa veo a un desconocido esperándome. Resulta que es un admirador venido expresamente desde Alicante para que le dedique mi último libro -'Los árboles te enseñarán a ver el bosque', de Editorial Crítica-. Lo extraordinario es que ha dado conmigo por un pasaje, en el que describo la subida al pico más alto de la comarca y que está en mi propiedad. Con esa referencia, una foto de satélite y el GPS ha logrado encontrar el pico y a mí. Estoy levitando de vanidad. Le invito a conocer mi biblioteca. Sorprende que en la mitad de la nada haya 15.000 libros.

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11.00 horas. Sintonizo Radio Clásica y me pongo a escribir. Tengo el despacho con mejores vistas de Europa Occidental. Delante de mi mesa, 300 kilómetros cuadrados de paisaje. Ninguna casa, ningún tendido eléctrico, ninguna carretera. Solo pinos, alcornoques, robles melojo y la mayor concentración de madroños de España. Tengo facilidad para los aforismos y los haiku. «La muchedumbre de lo feo; el amontonamiento de la comodidad; la guadaña de lo mezquino; tanta lela velocidad siguen definiendo la mayor parte de esta lisiada civilización».

16.00 horas. Las cabras ya están de regreso, esperando a que las meta en la tiná. Les doy de comer hierbas y maíz, y las pastoreo un par de horas. A veces me echo una silla a la espalda y, donde ellas se paran, yo me siento a escribir. Son unas magníficas maestras de la paciencia. Ser cabrero tiene mucho de profesor en una clase de revoltosos. Son muy suyas y bastante perversas. Tiene como objetivo principal en la vida cabrearte. Pese a ser pacifista, pacífico, animalista y ecologista, alguna vez me ha faltado poco para cargarme cuatro a la vez. Pero me dan un estiércol estupendo y es una gozada hacer un arroz con leche de cabra, un flan o un queso.

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Miércoles

11.30 horas. Es raro el día en que la naturaleza no te dé una sorpresa. A causa de la catástrofe climática, había dado por perdido al sapo corredor y sacando patatas me he encontrado uno. Hace un par de días ví mi primer chinche de campo y, en mi charca contra incendios, un Martín pescador.

13.00 horas. Tengo horario campesino. Como poco y mal. Soy torpe y vago para cocinar. No me gusta, así que me arreglo con unos espagueti, una sopita, unos huevos fritos con patatas o una ensalada.

18.00 horas. El ocaso me encuentra en mi súper huerta. 8.000 metros cuadrados. Con esto del neorruralismo cualquier te dice que tiene una. Vas y ves cuatro plantas de tomates. La mía tiene 5.000. Las patatas, cebollas, calabacines y calabazas están ensiladas. Con Ana Clara, mi mujer, que vive en Madrid cuidando de su madre, centenaria, hemos hecho 500 tarros de conserva de tomate, pimiento, pisto, encurtidos... Y mermelada de pimiento, tomate, ciruela, melocotón y albaricoque. Acabo de empezar con los cultivos de invierno, coles, coliflores, lombardas, brócoli, acelgas y, por primera vez, grelos. También tengo miel, un olivar y hago vino. Uno malísimo.

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Jueves

9.10 horas. Pronto me nacerán una docena de cabritillos. A veces me toca asistir. El hombre de campo que vive como yo ejerce no menos de veinte oficios: veterinario, leñador, mecánico, peón caminero, fontanero... No tomo carne más allá de la que me proporcionan ellos. Como uno de cada diez. Lo paso fatal. Aún no he conseguido ser vegetariano del todo.

12.00 horas. Llevo 25.000 árboles plantados. Estoy aterrado porque muchos se me mueren por la sequía, pero voy a seguir con la media de uno al día.

17.00 horas. El año pasado, entre octubre y noviembre, di 30 conferencias. Ahora las hago 'online'. Un horror.

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Viernes

9.20 horas. Soy fanático del canto de las aves. Alrededor de mi casa cantan de 20 a 30 especies distintas. Totobías, petirrojos, pinzones, mirlos... Uno de los dramas fundamentales de esta civilización es que ante la vida es ciega, sorda y analfabeta. Por eso la destruye.

10.00 horas. Una vez al mes voy a Puente del Arzobispo a comprar. Lo mejor del viaje es escuchar a John Lee Hooker o a Eric Clapton. El blues me fascina.

23.00 horas. Soy descaradamente privilegiado. Vivo cómo, dónde y con quién había soñado. La ciudad es un ámbito insoportable y tiránico. Es como los dictadores, todo lo quiere para sí y no devuelve nada a cambio.

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