¿Niños? No, gracias

Hoteles, restaurantes, vagones de tren, zonas vip de aviones... Cada vez se habilitan más espacios donde los críos tienen prohibida la entrada. A la vez que crece la demanda de las opciones 'adults only', también arrecian las críticas de quienes ven en ellas un claro signo de 'niñofobia'

SOLANGE VÁZQUEZ

Domingo, 11 de junio 2017, 14:03

Llegas a un establecimiento con tus hijos y, de repente, el personal, que se deshace en sonrisas con el resto de los clientes, empieza a mirarte como a una amenaza, a resoplar, mientras decide dónde colocarte, como si tuviese que encajarte en un 'tetris' para ... genios... Su disgusto -y hasta su desprecio- es evidente. Otra situación, complementaria de algún modo de la anterior: ahorras para darte un homenaje con tu pareja y olvidarte por unos días del estrés del trabajo en un hotel de esos con muchas estrellas.

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Te ha costado un riñón, pero, ¡qué caramba!, necesitas relax. Pero resulta que, cuando vas a la piscina con un buen libro y un mojito, un grupo de niños totalmente desatados, que gritan como una horda de hunos, empieza a correr a tu alrededor y a invadir tu espacio con sus cocodrilos hinchables. Parte del combinado se te cae a las páginas de la novela. Y eso no es lo peor: lo realmente malo es que los padres de las criaturas -que ya saben cómo se las gastan sus enanos- se han ido al otro extremo del complejo hotelero y hacen como que ni siquiera los conocen, fieles a la máxima de que 'mientras joroben a otros, no me joroban a mí'.

Seguramente le habrá tocado vivir o presenciar alguna de las dos situaciones. O ambas. Aunque puedan parecer una exageración -la realidad siempre supera a la ficción-, están a la orden del día. Y, como suele ocurrir, hay quien ha visto el negocio en satisfacer las necesidades de quienes no quieren ver alteradas sus vacaciones o sus comidas soportando a críos ajenos, de ahí que en el sector turístico y hostelero estén en auge las opciones que vetan la entrada a los niños, encuadradas bajo etiquetas como 'adults only', algo que ha desatado duras críticas.

Quienes se oponen a esta tendencia la consideran una muestra de 'niñofobia', de que la sociedad cada vez tolera menos la presencia de criaturas en lugares públicos. El debate sobre estas cuestiones ha vuelto a salir a la palestra después de que el papá de dos mellizos denunciase públicamente el trato recibido en un restaurante donostiarra donde, según dijo, le habían echado en cara que los niños «no le salían a cuenta».

¿Es cierto que la sociedad sufre actualmente un ataque de 'niñofobia'? «Cada vez nos demandan más hoteles sólo para adultos, algo que hace unos años casi ni se pedía. Pero no veo ninguna fobia en ello: de hecho, cuando nos los solicitan, siempre lo hacen con el máximo respeto. Nunca he tenido la sensación de que los clientes vean a los niños como unos monstruos», aclara Inmaculada Manjarrés, coordinadora vacacional de Viajes El Corte Inglés en el País Vasco y Navarra. Según indica, el perfil de viajeros que les piden alojamientos libres de niños son «generalmente mayores de 45 años que buscan tranquilidad y evitarse el incordio de ruidos, jaleos y salpicaduras en la piscina...

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En definitiva, que quieren estar relajados». Tal y como explica, las opciones vacacionales que vetan a los niños van en aumento, lo mismo que «las que los permiten, pero no los fomentan», como ciertos tipos de cruceros. Así se garantizan que habrá algún niño, pero no muchos. Pero lo que realmente ha crecido, asegura, es la oferta vacacional orientada a las familias con peques, «con servicios adecuados a ellos, entretenimiento... y así todos contentos, los niños y los padres».

Cada vez más preparados

Para Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hostelería de Bizkaia, la tendencia también es esta: la de lugares cada vez más preparados para recibir niños. «Ahora los padres salen a más a comer con sus hijos y demandan este tipo de espacios. Por ejemplo, aunque hay un problema de metros cuadrados en los locales del centro de Bilbao, el que puede ya habilita una zona para niños, porque es un aliciente más. Se está intentando el 'kid friendly'», indica.

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De todos modos, defiende que el hecho de dejar o no entrar a niños en hoteles, restaurantes y bares es «una decisión empresarial». «Existe el derecho de admisión. No se puede prohibir la entrada a alguien por sexo, raza o religión, pero entendemos que, si un empresario decide que su modelo de negocio o su clientela habitual puede verse perjudicada por la presencia de niños, puede vetar su presencia, sea algo acertado o no. Eso sí, anunciándolo debidamente», dice en referencia al caso de San Sebastián, donde no había ningún tipo de advertencia al respecto.

José María Oteo, profesor de Turismo de la Universidad de Deusto, es una autoridad en la materia. No sólo por su formación académica, sino también por su condición de padre de tres hijos de diez, nueve y cinco años. Según él, el debate suscitado por el supuesto apogeo de la 'niñofobia' no debería ser tal. Lo que ocurre es que en el sector turístico y en la hostelería se está produciendo una «hipersegmentación», con opciones orientadas a diferentes nichos de mercado, gays, naturistas, con mascotas, sin mascotas...

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A su juicio, «si no se cae en activismos raros ni se vulneran derechos», nadie debería rasgarse las vestiduras porque haya alternativas sólo para adultos. Él mismo se pone como ejemplo: «Yo, por ejemplo, no tengo 'niñofobia', me encantan los niños, tengo tres. Pero a veces también estoy encantado de irme con mi mujer a cenar y estar solos», apunta.

Así, considera que «habiendo productos específicos» para todos los públicos, no deberían producirse problemas ni malentendidos. Otra cosa es que la restricción de niños ocurra en «instituciones públicas o en lugares o servicios para los que no hay otra opción». Entonces, ¿cómo se explica la polémica que rodea a todo lo que implique crear espacios libres de niños, sean hoteles, restaurantes, vagones de tren o zonas vip en aviones? «Pues porque existe la creencia de que se vulneran derechos... y también ese sentimiento de 'cómo van a tocar a nuestros niños'», señala Oteo.

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