C. BENITO
Martes, 19 de abril 2016, 00:06
Las visitas a la casa de Sara Montiel siempre fueron una experiencia difícil de olvidar. La artista se había creado un entorno abigarrado y excesivo, resultado de la acumulación de incontables objetos de adorno a lo largo de las décadas. Ella misma solía relatar cómo, ... de niña, acompañaba a veces a su padre a la mansión de los terratenientes para los que trabajaba y, una vez allí, le pasmaba que alguien pudiese poseer tantas maravillas, inconcebibles en el hogar campesino de su familia. «Sin darme cuenta, me he ido rodeando de aquello que me gustaba», declaraba a este periódico a finales de los 90. Sara se sentía en su salsa en medio de aquel derroche estético de aire palaciego, una mezcla heterogénea en la que competían por el protagonismo las figuras de vidrio, los candelabros barrocos, las cristalerías talladas, los espejos y las decenas de retratos, incluido alguno en el que aparecía desnuda.
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Ahora, cuando se cumplen tres años de su fallecimiento, sus hijos Thais y Zeus se han desprendido de más de mil piezas procedentes de los domicilios de Madrid y Palma, que se han puesto a la venta en la joyería Molina Cuevas. En la exposición, que reproduce el saturado revoltijo que tanto agradaba a Sara, se combinan anárquicamente las obras de arte valiosas y las baratijas, con precios que oscilan entre los 5 y los 5.000 euros. Además de pinturas y fotografías, hay lámparas, esculturas, una cubertería, una colección de bomboneras y galleteras, otra de muñecas de porcelana e incluso cintas de vídeo y deuvedés de sus películas.
Las prendas más significativas de su vestuario y muchos recuerdos de su carrera han ido a parar al Museo Sara Montiel de su localidad natal, Campo de Criptana, pero en la joyería madrileña no faltan algunos de los objetos más apreciados por la cantante y actriz manchega, como el tibor chino -un jarrón con el que posó muchas veces para los fotógrafos- o el impresionante bargueño del recibidor, donde reposó durante mucho tiempo el recipiente que contenía parte de las cenizas de su marido Pepe Tous. «Las tengo repartidas entre varios sitios -solía explicar la efectista Sara a las visitas, ya un poco mareadas por el impacto visual del conjunto-, para recordar que Pepe sigue entre nosotros».
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