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Alfonso R. Aldeyturriaga
Sábado, 22 de agosto 2015, 08:20
Hace ahora un lustro, en agosto de 2010, el ministro del Tesoro británico, George Osborne, presentó su plan de austeridad para los siguientes cinco años. A las medidas más o menos recurrentes en otros planes se sumó una que tal parecía una broma: vender los ... cisnes de la reina Isabel. No detalló entonces cuánto dinero pensaba recaudar con esta medida y su propuesta, ni que decir tiene, no pasó de ser una idea peregrina. Quizás al buen hombre la bombilla se le iluminó un mes antes por lo que, como cada año, y ya van unos cuantos siglos, sucedió en el Támesis: la reina Isabel había enviado una flotilla de esquifes para contar, medir y evaluar la condición de su bandada de cisnes. Porque sí, porque desde el siglo XII quien lleva el peso de la corona británica también ostenta el título de Señor de los Cisnes o, lo que es lo mismo, Isabel II es dueña de todos los cisnes blancos de las aguas del país. Bueno, a estos también habría que unir los esturiones, delfines y ballenas que surcan las aguas que rodean Reino Unido e, incluso, los jabalíes que campan por territorio británico. Pero esa es otra historia.
La del cisne surgió por necesidad. O, mejor dicho, para no tener que pasar necesidad. Todo se remonta al siglo XII, cuando por Decreto Real, la corona reclamó la propiedad de todos los cisnes para así asegurarse la provisión de comida todo el año. El Decreto sigue vigente, de ahí que, de monarca a monarca, la reina Isabel sea ahora dueña de todos ellos. En esos siglos, en el XII, XIII y XIV, el cisne era un alimento muy importante. Hoy, en cambio, ya no se come, se trata de una especie protegida, recordó hace unas semanas David Barber, el royal swan keeper (entiéndase contador o marcador oficial de cisnes de la Reina), en su cita anual con las aguas del río Támesis.
La ceremonia en sí, seguida por numerosos curiosos y turistas, suele durar unos cinco días, dado que no hay que olvidar que la flotilla recorre, río arriba, nada menos que 130 kilómetros. Aunque no suele facilitarse el censo total de aves, sí ha trascendido que la salud de los cisnes en Inglaterra es tan buena como la de su dueña. Nada que ver con la década de los setenta, cuando se llegó incluso a temer por la supervivencia de los cisnes en los ríos británicos a causa de los pesos de plomo que usaban los pescadores. Prohibida su utilización, la población de cisnes volvió a aumentar y hasta hoy.
La reina Isabel, al menos de forma oficial, sólo ha acudido en una ocasión a la ceremonia de censo y marcado de los cisnes. Fue en 2009. Y, entonces, como antes, ahora y seguro que después, los remeros, cuando avistan un grupo de crías, gritan un ¡todos arriba! antes de rodear a la familia de aves y llevarla a la orilla para comprobar el estado de los cisnes.
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