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Alfonso R. Aldeyturriaga
Sábado, 15 de agosto 2015, 07:32
Un buen día, a su padre le dio por colocar a Bután en el mapa. El mismo día que se le ocurrió introducir diversas medidas económicas y políticas en este diminuto país, de dimensión parecida a Suiza, y fijar como indicador principal de desarrollo la ... felicidad. Sí, porque en Bután, como casi todo el mundo sabe, la Felicidad Nacional Bruta viene a ser lo mismo (o parecido) a nuestro Producto Interior Bruto. Y acontecimientos tales como la abdicación de Jigme Singye Wangchuck, el ideólogo de que la felicidad es un plus, en su hijo Jigme Khesar Namgyal en 2006 o la boda del ya rey en 2011 con la guapísima Jetsun Pema, quien hoy, a sus 25 años, es la reina más joven del mundo, propiciaron que la felicidad de los súbditos de Bután alcanzaran cotas hasta entonces desconocidas. Porque en este país del sur de Asia, enclavado en la cordillera del Himalaya, entre China e India, el pueblo es feliz. O dice serlo. Y el éxito de esas sonrisas de anuncio que al parecer les acompañan en el día a día viene dado gracias a la ignorancia de lo que hay fuera. O había. Hasta hace nada, vivían en su mundo, desconocían que hubiera otro, no les faltaba un buen plato de arroz que llevarse a la boca y Pues todos tan contentos. Internet, para ellos, se inventó hace cuatro días como quien dice. Lo hicieron de la mano de los reyes Jigme Khesar y Jetsum, que en Asia vienen a ser algo así como Guillermo y Catalina en el viejo continente, quienes incluso tienen hoy cuenta en Facebook.
Se entiende que el día que anuncien que están esperando un hijo, un heredero, sus súbditos serán más felices aún. Hasta entonces, esta semana tiene el pueblo un motivo nuevo que celebrar: su rey ha sido elegido por una publicación de dudosa reputación, que todo hay que decirlo, el mandatario más hot del planeta. Felipe VI ocupa el tercer peldaño de este podio de, se entiende, buenorros. Y la segunda posición es para el presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Cómo se llevó a cabo la elección y demás es un misterio, pero sorprende, y mucho, que un rey a quien pocos le ponen cara y jamás se ha visto en imagen en movimiento alcance tal distinción. Porque de la pareja real de Bután sólo hay un vídeo en la red: el de su boda, en la que, por cierto, ataviados con trajes típicos del país, él luce una especie de calcetines indescriptibles. Pero en fin. La realidad es que la publicación de esta lista de hots ha propiciado que se vuelva a fijar la vista en Bután y que se puedan descubrir cosas tales como que este año el rey y la reina han obsequiado a sus menos de 800.000 súbditos con un calendario en el que bien Jigme Khesar solo o acompañado de su mujer presentan los meses del año en distintos rincones del país y junto a gentes del pueblo.
Así, por ejemplo, este agosto el rey posa con un grupo de agricultoras, en un imponente campo de arroz verde. Y la reina, en su cuenta de Facebook, a la vez que recuerda que el arroz es el alimento básico de Bután, que es raro el día que no acompañe o forme un plato, habla de lo sacrificado que es el trabajo de las gentes del campo. Durante siglos el cultivo del arroz se ha hecho cantando para hacer el trabajo más llevadero, escribe Jetsum, la única reina, en palabras de su marido, que tendrá Bután en las próximas décadas. Porque Jigme Khesar, a diferencia de su padre, que tiene tres mujeres (él, de hecho, es el primogénito de la tercera) ya ha dicho que él es hombre de una sola mujer, a la que, contó poco antes de la boda, conoció cuando la hoy reina tenía solo siete años. El amor llegó bastante tiempo después.
La llegada al trono de Jigme Khesar, un hombre viajado y estudiado, junto a Jetsum, una mujer también estudiada fuera del pequeño Bután, está haciendo que los reyes ya no sostengan aquello de que la ignorancia da la felicidad. De ahí su apertura, a pasitos cortos eso sí, al mundo. Al turismo. Porque tras décadas y décadas en las que parecía imposible cruzar la frontera, hoy en día el gobierno de Bután concede visados, con tasas de unos 200 euros día, que todo hay que decirlo. Pero algo es algo. Y, por lo que se lee y ve en imágenes, el país, con mucho valle, montaña, naturaleza y pocas personas, parece impresionante. De otro mundo. Para perderse. Y apenas encontrarse con seres humanos. Tanto es así que su población es similar a la de Valencia capital. Y eso permite al rey presumir de que conoce a todos, o a casi todos, sus súbditos. Tampoco parece misión imposible.
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