Empate a veintisiete en la gran final del partido por la hegemonía nacionalista en el País Vasco. No hay prórroga, ni penaltis. Así que si el árbitro socialista se inclina por beneficiar a su socio de la pasada legislatura, será Pradales el próximo lehendakari y ... Otxandiano el jefe de la oposición. Un partido infarto en la noche del domingo que hasta el último segundo mantuvo el corazón en un puño de las respectivas hinchadas. El Partido Nacionalista Vasco le ganó a los de Otegi por un puñado de votos, pero a efectos prácticos no supone más que una mínima satisfacción moral dentro de la pírrica victoria. El nacionalismo sabiniano ha acusado como nunca el desgaste de los años en el Gobierno y de sus pactos con Sánchez. Nunca se sabrá si el cambio de candidato le salvó a los de Ortuzar del sorpaso anunciado o si ha sido al final parte de la conmoción que supone ver a la izquierda abertzale, heredera de ETA, tener los mismos escaños que el 'partido guía' en el Parlamento vasco.

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A mi entender, Pradales ha generado un cierto clima de alarma en el mundo nacionalista moderado que ha acabado movilizándose por temor a una derrota a manos del mundo radical. El previsible escenario de una repetición del gobierno de coalición PNV-PSE y la expectativa de cuatro años de más de lo mismo no debe llevar a engaño al electorado porque la potencia de Bildu condicionará intensamente la legislatura. No tanto en los aspectos identitarios como en la agenda social y en las relaciones con el poder central. Porque la candidatura de Otxandiano, que ha llevado al mundo de Herri Batasuna a las cotas más altas de su historia, ha recibido mucho voto de los indignados que han desertado, casi en su totalidad, de las viejas siglas de Podemos y de las nuevas de Yolanda Díaz. Con un electorado transversal, Bildu se ha convertido en un partido 'atrápalo todo' que nos ofrecerá en los próximos años un ejercicio de funambulismo político calcando el estilo de sus mayores con los que ahora se codea.

En principio, en Euskadi, el poder seguirá en las mismas manos, pero tendremos menos de lo mismo. Mucho Bildu, menos PNV. El éxito de EH Bildu es incontestable, no solo porque ha conseguido que nada de su oscuro y terrible pasado le cobre la mínima factura, sino que el diseño de un proyecto, cuyo fondo es una incógnita, le ha llevado a estar a punto de ganar las elecciones. El electorado vasco se ha comportado como una burbuja impermeable a la batalla Sánchez-Feijóo. Ni la amnistía, ni el 'caso Koldo-Abalos', ni los pactos con el independentismo y el populismo radical han perjudicado a los socialistas vascos, ni beneficiado a Javier de Andrés. Andueza, incluso, ha capitalizado el desmoronamiento de los indignados y, de Andrés, no ha obtenido más que un ligero rédito del rifirrafe madrileño. Esa batalla se dará en las urnas para el Parlamento europeo.

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