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Entre las fotos que ilustran estas líneas media un tiempo concreto (apenas 38 años: un periodo corto en términos históricos), pero en realidad pertenecen a dos mundos distintos. La primera, en blanco y negro, se tomó en 1981: un retrato de la llamada asamblea de ... los 'treintaydosantes' que puso en pie la autonomía riojana, formada por los primeros cargos electos en la naciente democracia y quienes venían del mundo de la Diputación Provincial. No sabían que posaban para la posteridad. Por el contrario, los integrantes de la fotografía en color conocen mejor los usos propios del sistema democrática, incluyendo su vertiente mediática. Es por lo tanto una foto preparada, con los retratados aspirando a cierta gloria. Aunque fuera pasajera. Se tomó hace un mes, también en San Millán: así quedaba inmortalizada la reforma del Estatuto. La norma básica de convivencia en los riojanos que ambiciona cartografiar no sólo su hora presente. También su porvenir.
Las dos fotos sirven como símbolos pero también como, en efecto, una guía de viajes hacia el incierto futuro que asoma a partir de hoy, cuando se inaugure una campaña electoral polarizada como pocas. Que arranca esta noche con la pegada de carteles. Un juego de palabras. Ni hay pegada ni hay carteles. Pero el idioma nacido precisamente en Yuso contribuye a que se materialice no tanto la realidad como los deseos de transformarla que distinguen a quienes concurren a la triple convocatoria electoral. Una cita con las urnas a escala local, regional y europea que llega después de un insólito triunfo del PSOE en las generales de abril. Un éxito que obligará a interpretar cuanto suceda durante estas dos semanas de eslogánes, promesas y mítines bajo ese punto de vista. La idea de que La Rioja se aboca a una encrucijada. Una elección tan decisiva que obliga a consultar a quienes se han interesado por auscultar su corazón y diagnosticar sus males.
José Ignacio Castresana, profesor de Economía de la Universidad de La Rioja, se ocupó de coordinar con el catedrático Juan Carlos Ayala el informe La Rioja2020, un documento que nació para radiografiar el futuro de la región con ese horizonte, para el que sólo resta un año. Hoy, consultado por Diario LA RIOJA, detalla algunas de las evidentes debilidades, de la región, como su reducida dimensión territorial y económica, «que obliga a buscar mercados exteriores», que lastra tanto sus posibilidades como sus «malas comunicaciones». Una fragilidad que desemboca en «un efecto de resonancia negativa que debe ser abordado y resuelto a la mayor brevedad posible». Para Castresana, que alerta sobre otros problemas estructurales como «la madurez de los sectores de especialización de la economía y la atomización del tejido productivo», la región debería proyectarse hacia un panorama donde lograra poner el énfasis sobre sus también evidentes fortalezas: por ejemplo, su capacidad para acoger «a sectores punteros a nivel internacional». «La Rioja ha logrado desarrollar un distrito industrial en torno a la industria agroalimentaria, sobre todo en torno al vino, actividades ligadas al territorio difíciles de deslocalizar», señala.
Fernando gómez Bezares | catedrático de deusto
josé ignacio castresana | profesor de la ur
Emilñio barco | profesor de la ur
Ahí observa Castresana la posibilidad de desarrollar un polo económico atractivo a nivel mundial, objetivo para el que demanda «que se constituyera un proyecto de región articulando» a los agentes privados y los públicos. Para lo cual, añade, la región dispone de valiosos atributos: alto nivel de vida, con seguridad, cohesionada... ¿Resumen? Que disfrutará de un porvenir luminoso si combate con éxito algunas de sus carencias básicas: «La dimensión de la empresa riojana limita las posibilidades para diseñar estrategias de crecimiento».
Un horizonte hacia donde apunta la opinión de otro experto. Fernando Gómez Bezares, catedrático de la Universidad de Deusto, lleva años alertando en intervenciones públicas y escritos sobre la desigual competencia que sufre La Rioja en la rivalidad con las regiones vecinas. «Nuestra peculiar situación geográfica (...) ha hecho que históricamente los riojanos nos hayamos sentido perjudicados», observa. Y recuerda cómo este problema que se deriva de los años 90 ofrece una complicada resolución: «Por entonces yo dirigía el Plan Estratégico de La Rioja y me preguntaban con frecuencia qué pensaba de las vacaciones fiscales vascas», aquel contencioso tributario que exigió la intervención de las instituciones europeas en defensa de La Rioja. «Yo explicaba», analiza ahora, «que este tipo de competencia fiscal no me gustaba y que de resolverse se haría desde Bruselas». «Han pasado más de veinticinco años y sigo pensando lo mismo», agrega.
Bezares, quien reconoce que la rivalidad con los territorios forales ha contribuido también a mejorar el desarrollo de la calidad de vida en La Rioja («La DOC no sería lo mismo sin las aportaciones de todo tipo que pertenecen a Álava y Navarra», apunta), concluye con una reflexión de largo aliento: «La economía se ha globalizado, el patrimonio se deslocaliza y la competencia fiscal está a la orden del día. Sería bueno que fuéramos poniéndonos de acuerdo en diseñar sistemas tributarios crecientemente parecidos, garantizando su justicia».
Encauzada aquella vieja reivindicación riojana, que sufre no obstante constantes episodios donde late la deslealtad y los agravios comparativos, el porvenir de la región se proyecta hacia un futuro donde gana importancia un factor señalado tanto por Castresana como por Emilio Barco, también profesor de Economía Aplicada de la UR. El llamado invierno demográfico; es decir, la crisis de población que se ha convertido en una cuestión recurrente del debate político y tiene en Barco a un concienzudo estudioso. Con final infeliz: a su juicio, la pérdida de población que sufre La Rioja apunta a un desenlace amargo para sus intereses. «Creo que la tendencia poco va a cambiar», opina. «Lo acontecido y lo que observo me lleva a pensar que después de tantas décadas de hablar, ya es tiempo de hacer. De trabajar a nivel individual», prosigue, «colectivo e institucional para conseguir ese atractivo que te anime a vivir en la sierra o en la ribera».
La pregunta es cómo. Cómo se revierte esa propensión tan acusada a vaciar La Rioja interior en beneficio en teoría de Logroño (en teoría porque la capital también padece su propia pérdida de habitantes). Un interrogante para el que Barco ofrece una respuesta de tono autocrítico: «Los pueblos que pierden población no los hemos hecho atractivos nosotros». De donde nace su propuesta de dotar de un tono más seductor a la idea de colonizar el ancho espacio rural de la región. «Hay que enseñar que en un pueblo hay trabajo, que la vivienda puede ser mejor y más barata, que la enseñanza puede ser casi a la carta, que no hay listas de espera en el consultorio... Y quedaría lo intangible: que en un pueblo no es posible fingir. Todos saben quién eres».
Retratado el presente, queda pendiente la prospección del futuro. Cuando tomó la palabra en Yuso para sancionar la aprobación del nuevo Estatuto, José Ignacio Ceniceros aventuró que el texto consensuado entre todos los grupos parlamentarios permitiría conquistar un brillante porvenir para La Rioja. «Es posible repetir otro periodo de avances como el que ha vivido la comunidad desde 1982», subrayó. Un objetivo que reclamaría, en palabras de Castresana, una identidad de región más ambiciosa: «La Rioja puede ser el laboratorio para experimentar soluciones y el destino de centros de investigación, empresas y recursos humanos cualificados aprovechando la facilidad para tomar decisiones coordinadas entre instituciones y empresas en una comunidad de nuestro tamaño y nuestra capilaridad».
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