Las elecciones municipales y autonómicas del 28-M se plantearon como un plebiscito contra Sánchez cuando no tocaba debatir nada semejante. Resultaba complicado remontar este desastre y el presidente ha optado por encarar la situación y coger el toro por los cuernos. Hablamos de alguien ... a quien despachó su propia ejecutiva y que volvió a la secretaria general del partido gracias al apoyo de su militancia. Su labor al frente del Gobierno de coalición ha sabido arrostrar una pandemia y una crisis económica, evitando en su día los despidos en cascada, subiendo el salario mínimo y estabilizando empleos muy precarios gracias al concurso de su vicepresidenta segunda.
Otras personas con responsabilidades ministeriales en el Ejecutivo han dado una triste imagen al pretender hacerle oposición desde dentro, dinamitando la cohesión del Gabinete. Tampoco se lo han puesto fácil los apoyos parlamentarios, que a veces preferían hacer poses para su propio electorado en lugar de política sería. Le gusta el poder, pero parece tener claro que le gusta conseguir cosas al ejercerlo, apostando por la lucha contra las desigualdades coyunturales y estructurales. Hasta el punto de preferir marcharse, si tiene las manos atadas, como sería el caso de los meses que le restan a esta complicada legislatura.
La ejecutiva de su partido podría volver a relevarlo, pero no lo hará y tampoco tendrá tiempo para desgastar su imagen con sus quejas por haber perdido en sus feudos. La oposición ya tiene las elecciones que tanto demandaba. Se ha quedado sin festejar los resultados del domingo. Ahora los pactos con Vox habrá que retrasarlos. En las respectivas reuniones convocadas para por las formaciones políticas había ayer un nuevo punto en el orden del día que ha introducido Sánchez.
La anticipada disolución de las Cortes Generales tampoco deja tiempo al resto de la izquierda para recrearse con sus batallitas internas y el infantil juego de que la culpa es del otro. A ver cómo se las componen para presentar candidaturas conjuntas que puedan movilizar a los votantes en plena canícula estival. Se acabaron las tonterías y los ajustes de cuentas. Quedan un par de meses para decidir entre dos modelos muy diferenciados. El socialdemócrata y el neoliberal, con los acentos extremistas que les flanquean.
A mi juicio, Pedro Sánchez debería remodelar su Gobierno a la mayor brevedad. Sin apoyos parlamentarios y con un moribundo socio de coalición, poco sentido tendría mantener el actual Gabinete. Debería nombrar uno que pudiera formar en caso de contar con una futura mayoría o apoyos parlamentarios que no diesen alas a sus rivales ideológicos. Esta remodelación de las personas con responsabilidad ministerial tendría un claro mensaje simbólico y podría orientar al electorado. ¿No cree, señor presidente del Gobierno en funciones?
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