Antonio Garrigues Walker
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Desde la privilegiada atalaya de una larga vida con sentido, Garrigues defiende la fortaleza de la democracia española frente al «victimismo»Secciones
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Antonio Garrigues Walker
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Desde la privilegiada atalaya de una larga vida con sentido, Garrigues defiende la fortaleza de la democracia española frente al «victimismo»Pocos o casi ningún nombre en España resuena con los ecos de un hombre de vocación renacentista como Antonio Garrigues Walker. A sus 89 años, el inspirador de generaciones enteras de abogados, presidente de honor del despacho que prende de su identidad, presidente de honor ... también aquí del comisionado de la ONU para los refugiados (ACNUR), intelectual inquieto, conferenciante cosmopolita y tantas otras cosas, Garrigues Walker acepta a la primera el asalto para hacer repaso del país llamado a votar bajo la canícula.
-¿Le duele España?
-Absolutamente nada. Este país me parece uno de los mejores de Europa en términos de calidad de vida, de crecimiento económico y de convivencia. Me preocupa mucho esa gente que intenta ponerse en plan victimista y pensar que no tiene futuro.
-Y ese país que dibuja, ¿tiene su convivencia consolidada o aprecia usted sombras?
-No las veo. La convivencia consiste en progresar con gente con la que no opinamos de la misma forma. Y eso lo estamos haciendo muy bien.
-Pues da la impresión de que existe una polarización, una crispación, que desmentiría que nos arreglemos bien pensando diferente.
-Yo es que no creo que exista una polarización tremenda, comparada con la de otros países. Polarización siempre tiene que haber en la vida política, la cuestión es que sea razonable. Insisto en que en España hay mucha gente a la que le encanta pensar que estamos viviendo situaciones de peligro. Les es rentable. Y parece que solo son serios los que anuncian vértigos y abismos, cuando generalmente es gente torpe Una minoría perfectamente controlable.
-¿Diría que está más polarizada la política que la ciudadanía?
-La relación entre la ciudadanía y el estamento político es normal. La polarización tiene que existir, no hay otra manera de convivir. Todo mejora porque pensamos de distintas formas, y de lo que se trata es de que triunfe la mejor. La democracia española no está en riesgo, está consolidada, es muy rentable y muy moderna. Y venga quien venga al Gobierno, tendremos un sistema democrático a la usanza europea y mundial. La ciudadanía no aceptaría ningún síntoma de retroceso.
-Estamos convocados a las urnas en pleno verano. ¿Eso constituye un reto democrático o una anomalía democrática?
-Colocar unas elecciones el 23 de julio posiblemente no es el mejor acierto que ha tenido este Gobierno. Cuando se trata de poner en marcha procesos democráticos, hay que intentar lograr hacer fácil el voto a todo el mundo. Dificultar el voto no es positivo. Pero creo que, pese a todo, la ciudadanía es consciente de que votar es muy importante. Si como consecuencia de la elección de la fecha se produce una baja sustancial en la asistencia a las urnas, habrá que tomar medidas. Porque la democracia consiste en que vote el mayor número de ciudadanos.
-Aunque no atisbe peligros reseñables para la democracia, ¿echa en falta un mínimo entendimiento entre los dos grandes partidos del país?
-Yo intenté con Miquel Roca una operación reformista. En España nunca ha habido grandes coaliciones políticas; sí, por ejemplo, en Alemania. Pero no creo que necesitemos ahora una gran coalición en España. Que los dos grandes partidos se pongan de acuerdo en una serie de temas me parece estupendo. Pero por principio, la democracia consiste en que hay diferentes opiniones y triunfa la que más votos obtiene.
-El 'tripartidismo' con bisagra nunca ha terminado de funcionar. A Ciudadanos no le ha ido muy bien.
-Ni a nosotros tampoco (ríe)… Fue un desastre esplendoroso. No ha funcionado en casi en ningún lugar del mundo. Es muy difícil meterse entre dos grandes partidos, porque no les interesa.
-¿Se entiende un país donde su Gobierno pacta materias sustanciales para el Estado con fuerzas políticas que no se sienten partícipes de ese Estado?
-El ejercicio es peligroso. Pero la erótica del poder lleva a ese tipo de situaciones. Hay mucha gente para la que lo importante es el poder. Si hay que tenerlo pactando cosas que no son del todo razonables o difícilmente entendibles, lo hacen. Y la Moncloa genera esa especie de aislamiento.
-Usted, que es un demócrata liberal comprometido con los derechos humanos, ¿qué siente cuando escucha, por ejemplo, a cargos de Vox sostener que la violencia machista no existe?
-En fin, yo como liberal no votaría a Vox, para qué nos vamos a engañar. Muchos de sus planteamientos no me parecen aceptables. Pero tenemos que acostumbrarnos a que en todos los países hay partidos de ultraderecha y de ultraizquierda, de centroderecha y de centroizquierda. Y en España, vuelvo a insistir, la democracia está a salvo de cualquier riesgo grave.
-¿Se ha ido depauperando nuestra vida política?
-No, sinceramente. Lo que tenemos que hacer es mejorar cosas como nuestras relaciones internacionales, algo de lo que no tenemos costumbre. Debemos tener una mejor vecindad con Portugal, con Francia y con Marruecos. Creo que somos todavía un poco provincianos, con poca ambición. Y tendríamos que establecer prioridades.
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