Uno de los deportes de riesgo más practicados en España desde la irrupción de Pedro Sánchez en la política nacional es el que consiste en subestimarlo. Lo dieron por muerto cuando los suyos lo destituyeron, sin intuir la determinación que le serviría para revertir un ... descalabro que para cualquier otro habría sido insuperable. Desde que llegó al palacio de la Moncloa se ha puesto de moda menospreciar sus atributos éticos y políticos, un lujo que acaba de volver a demostrar que está fuera del alcance de sus adversarios. No es Churchill; pero tampoco el oportunista sin escrúpulos, el necio adicto al Falcon y demás caricaturas puestas en circulación para denigrarlo y hacerlo de menos.
Lo que ha anunciado este lunes, la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones anticipadas, no es algo que haya decidido sobre la marcha en la noche electoral. Sin duda él y sus asesores llevaban semanas, si no más tiempo, sopesando esta opción, a la vista de unos comicios locales y autonómicos que ya pintaban mal —que Extremadura se perdería, por ejemplo, lo decían encuestas fiables de hace meses— y que la campaña ha terminado de arrimar al barranco donde hoy yace el PSOE.
Han sido demasiados los errores. Véase la permanencia en el Gobierno de ministras carbonizadas que se negaban a asumir responsabilidades. O la fraternidad con una fuerza como Bildu, legataria de quienes no hace tanto no condenaban el asesinato de un concejal de Sevilla o Málaga o de ciento y pico madrileños. O, en fin, la percepción de que la izquierda cruje a impuestos a los herederos y fustiga a los propietarios y empresarios, ricos o no, mientras la derecha alivia la carga de quien acaba de perder a un ser querido y favorece el ahorro y el emprendimiento.
Y sólo son tres botones de muestra, que explican cómo la derecha ha ganado, más que por sus méritos y propuestas, por la torpeza de una izquierda reñida consigo misma y con buena parte de la población. A partir de aquí, sólo un idiota carente de principios habría intentado sostener una resistencia agónica.
Sánchez ha tenido la inteligencia y el decoro de no seguir esa estrategia autodestructiva. Disuelve las cámaras, con lo que se libera de sus fatigosos socios, fulmina a Podemos —cesando sin cesarlas a sus dos ministras— y pilla con el pie cambiado a Vox y PP. Si dentro de unos días anunciara que no se presenta a la reelección, y dejara su sitio a un candidato —o candidata— de fuste, bien podría ser, además de un gesto que lo dignificaría, la jugada maestra de quien no deja de buscar una salida ni en una situación que, hoy por hoy, resulta sombría y desesperada.
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