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Cuenta Manuel Campo Vidal que en el cara a cara televisivo entre Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) y Mariano Rajoy (PP) los dos candidatos acabaron hablando de fútbol. Sin focos, claro. «Íbamos los tres hacia el plató y empezaron a charlar: '¡Qué pesado se hace esto! ¿A dónde vas mañana, Mariano?'. 'A Melilla'. '¿No te han encontrado otro sitio más lejos?'. Luego se pusieron a comentar la goleada que le había metido el día anterior el Real Madrid al Osasuna en el Bernabéu (7-1). La relación personal entre ellos era buena y eso relaja mucho el ambiente, que bastante tensión hay...». No parece que vaya a haber ni siquiera coincidencia futbolera en el debate televisivo que enfrentará este lunes a Pedro Sánchez (PSOE) y a Alberto Núñez Feijoó (PP) (Antena 3 y La Sexta, a las 22.00 horas). Y tampoco estará Campo Vidal para saber de qué hablan entre ellos los aspirantes a la presidencia cuando los micrófonos no escuchan. Ana Pastor y Vicente Vallés presentarán el único cara a cara de esta campaña electoral.
Desde 2015 no se celebraba uno. «El clima político de hoy no es el de hace diez años, la gente no lo tiene ya tan claro. No hay dos únicos partidos que aglutinen el 70% de los votos, sino que hay más candidaturas, más polarización, la gobernabilidad es más incierta porque harán falta dos opciones y no son fáciles. Hay un voto generacional, un voto económico...». En este clima social y político que esboza Ángel Valencia, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga, el debate del lunes se antoja, si no decisivo, casi. «No hay evidencia empírica del efecto de los cara a cara, pero influyen, claro. Ayudan a los indecisos, aunque parece que influye más en el refuerzo del voto del que ya lo tiene decidido».
«No creo que un debate vaya a cambiar el orden de quién va a salir primero o segundo, pero sí puede matizar el resultado», opina Pau Canaletas, experto en marketing político. «En estos debates no es que la gente se convenza de votar al otro, pero hay quien duda de si ir a votar o quedarse en casa y, tras ver el cara a cara, es más fácil que se decida».
Pero, ¿de cuánta gente estamos hablando? Habrá que esperar a los resultados de audiencia el martes, pero los debates electorales tienen su público. Mucho. Hasta la fecha se han celebrado cuatro: Felipe González-José María Aznar (1993), José Luis Rodríguez Zapatero-Mariano Rajoy (2008), Alfredo Pérez Rubalcaba-Mariano Rajoy (2011) y Pedro Sánchez-Mariano Rajoy (2015), con audiencias de entre 10 y 13 millones de espectadores (el más visto fue el cara a cara entre Zapatero y Rajoy). Para que nos hagamos una idea de la dimensión, la final del Mundial de Sudáfrica que ganó España rozó los 14 millones de espectadores (y 16 vieron el gol de Iniesta que dio la victoria a La Roja). «El cara a cara es el hecho más relevante de la campaña y este va a despertar mucho interés. La audiencia va a responder», vaticina Cristobal Torres, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y expresidente del CIS.
Pero, ¿no estábamos hartos de la política? «Es cierto que se habla de hartazgo, la gente se cansa de la corrupción, de que los políticos no se pongan de acuerdo, de que las coaliciones no prosperen... Pero el interés por la política es indiscutible y constante. Y en este caso estamos hablando de quién gobernará tu país los próximos cuatro años».
– ¿Qué tipo de debate veremos?
Cristobal Torres: Será un buen debate. Pedro Sánchez se mostrará más enfático, más al ataque desde el minuto uno porque se juega más. Mientras que la estrategia de Feijoó será más la del centrocampista que, de vez en cuando, hace un pase rápido.
Y es que esto del cara a cara tiene mucho que ver con el fútbol, sostiene Pau Canaletas. «Será un gran espectáculo televisivo, un entretenimiento. Como si de un gran partido se tratara, hay una previa del debate, el 'post' con tertulianos... Los políticos americanos, que están muy avanzados en esto (el cara a cara entre Kennedy y Nixon inauguró la tradición), celebran tres debates por campaña: uno sobre cuestiones de política interna del país, otro con el formato 'tengo una pregunta para usted' y un tercero sentados en una mesa».
Sánchez y Feijoó también debatirán sentados. «Cuando hay muchos aspirantes es preferible de pie porque te permite expresarte mejor, mover los brazos, 'ocupar' tu espacio. El espectador no se va a acordar tanto de las frases que dijeron como si de resultaron convincentes en su actitud. Pero en un cara a cara el mejor formato es sentados, formando un triángulo con el moderador. El atril impone distancia física, les 'parapeta', pero cuando sientas a dos personas a la mesa el espectador los ve más cercanos y ellos pueden debatir mejor, se pueden cortar, interrumpir».
Pero sin perder el tono. «La gente espera de un candidato a presidente determinación, personalidad, que responda con reflejos, pero nunca con agresividad. El gesto chulesco no gusta y en la política española el tono es, a menudo, demasiado alto, se dicen cosas fuera de lugar que nunca deben reproducirse en un debate. Al votante le gusta la cortesía», asegura Ángel Valencia.
«Ni insultos ni alusiones personales. Acordémonos de Pablo Iglesias, que se mostraba muy beligerante en los mítines pero, cuando iba mal en las encuestas, en televisión parecía un corderito. ¿Y aquel bronco encuentro entre Sánchez y Rajoy? Cuando el primero, aludiendo a la corrupción, le dijo que no era una persona decente, Rajoy le respondió diciendo que eso no tocaba en un debate y, al final, quedó mejor», valora Pau Canaletas.
No elevar el tono ni entrar en el terreno personal son reglas básicas del juego limpio en los cara a cara, pero están expuestos a más meteduras de pata. «Un error en un debate se paga caro porque al día siguiente, en los periódicos, en las tertulias... se va a amplificar. Los errores se castigan mucho porque hay millones de personas viéndote, así que a un cara a cara no se va tanto a ganar como a no perder. Y, para eso, hay que arriesgar lo mínimo. La primera regla: si te atacan, pide la palabra, pero contesta rápido, sin enredarte, y a lo tuyo. No mires el reloj, como hizo Bush en una ocasión, porque parecerá que tienes prisa, que te quieres ir de allí cuanto antes. Y tampoco es buena idea llevar gráficos, papeles, objetos... Albert Rivera llegó a sacar un trozo de adoquín y le quedó forzado», recuerda Canaletas. Añade otro consejo Ángel Valencia: «Dudar al dar un dato o equivocarte es garrafal porque va a dar la sensación de que no sabes del tema».
– Y la vestimenta, ¿cuánto importa?
Pau Canaletas: El consejo es no llamar la atención. Y llevar un traje a medida, claro. Se va a analizar hasta la corbata, que por cierto no hace falta que sea del color del partido. Se impone el código formal, el traje. Tal vez lleguemos a prescindir de la corbata, pero no estamos todavía ahí.
Sobre la duración del debate, los especialistas en marketing político recomiendan «dos horas cuando hay más de dos candidatos pero no exceder la hora y cuarto cuando se trata de un cara a cara». El que enfrentará mañana a Sánchez y a Feijoó durará una hora y 40 minutos. El presidente abrirá el turno de intervención y Feijoó cerrará el minuto final (también llegará el primero al plató) –la cadena lo ha decidido por sorteo–. No habrá otra ocasión de verles cara a cara.
Manuel Campo Vidal Moderador de cuatro 'cara a cara'
«Salía de los debates como si hubiera corrido una maratón. No te digo ya los políticos... Es un momento dificilísimo para todos. Hay tanto en juego...». Manuel Campo Vidal (Huesca, 1951) ha moderado los cuatro cara a cara celebrados en los últimos treinta años (en el del 1993 y en el de 2008 se celebró 'ida' y 'vuelta'y en esas dos ocasiones Campo Vidal presentó el primero de los debates, encargándose del segundo Luis Mariñas y Olga Viza, respectivamente). Pero el de este lunes le tocará verlo desde casa. «Y contento, que es un derecho de los ciudadanos», recuerda Campo Vidal, que desgrana hoy las anécdotas de aquellos 'enfrentamientos'.
«Los cara a cara entre González y Aznar y entre Sánchez y Rajoy han sido, sin duda, los más tensos. Por los momentos de crispación que vivía el país en aquellos dos momentos y porque con los otros candidatos, con Zapatero y con Rubalcaba, Rajoy tenía mejor relación». La prueba, una conversación que Campo Vidal, hoy que han pasado ya quince años, 'revela': «Había terminado el debate y Rajoy le dijo a Zapatero: 'Estuve el otro día en León' (Zapatero es de allí). '¿Y qué tal?'. 'Mucho calor y muchos aplausos'. '¡No me digas que vas a ganar en León!'».
Esos guiños, dice el veterano comunicador, ayudan a rebajar varios enteros la tensión, que se siente mucho antes de que se encienda el piloto rojo. «Todo se negocia: la altura del atril, la mesa si es que se van a sentar, la temperatura del plató... Y el orden de intervención, por supuesto». En el cara a cara entre Sánchez y Feijoó lo han resuelto a suertes, pero cuando los debates los organizaba la Academia de la Televisión, cuenta Campo Vidal, recurrían al protocolo institucional. «El de más rango llega el último al plató y se va el primero, eso tiene que ver con criterios relativos a la seguridad, aunque eso no quitaba para que a los equipos de asesores de los políticos les costara hora y media aceptarlo».
– Si tuviera delante a Sánchez y a Feijoó y pudiera preguntarles lo que quisiera...
– Les preguntaría por la reforma laboral, por la Ley del 'sí es sí'... Y, en el terreno personal, me gustaría saber qué les gusta además de la política, cuánto tiempo pasan con sus hijos...
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