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Tiene una mano atada a una carpeta con muchos papeles cuando baja del coche negro VW. A las 20:47 h Alberto Núñez Feijóo llega casi puntual, tal como estaba acordado, quince minutos antes que Pedro Sánchez. Había pasado el día en Génova, en el ... centro de Madrid, y aunque el tráfico de verano no suele ser espeso para llegar a la televisora, procuró tener media hora para llegar. Nunca se sabe. En el coche le acompañaba Marta Varela, jefa de Gabinete y de su máxima confianza. Aquí marca distancias con el anterior jefe de filas del PP, Pablo Casado, que prefería viajar con su esposa. Pisa la negra moqueta nueva que ha desplegado Atresmedia por la misma puerta que entra y sale el personal. No suelta el taco de papeles. Demuestra que ha hecho los deberes.
Le reciben unos risueños directivos de la cadena televisiva. Entretienen a Feijóo antes de dar la cara a las cámaras. El azul es el color elegido por el candidato del PP, en distintos tonos. El traje, muy oscuro, la corbata más clara y la camisa celeste. Ante las cámaras, en esa primera impresión al público, intenta reír. Es decir, muestra los dientes. Pronto desiste. Sólo una sonrisa. Agradece: muchas gracias. Varela se queda atrás. No entra en plano. Sólo se le ve, de marrón y blanco y gafas de profesora, adelantándose a su candidato. A Feijóo le interrogan en el pasillo. «Llego con todo el interés de hacer el debate. Va a ser interesante. Y vamos a mostrar la alternativa del Gobierno actual», dice en el pasillo.
Los candidatos no se verían hasta entrar al plató y el primer cruce de miradas será en el saludo de presentación con los moderadores. Luego, en la mesa de dos metros y medio, donde cada uno ocupará una cabecera. Pero no ha sido así. Feijóo saludó en su camino al plató con la mano a Sánchez, sin detenerse.
La antelación de las llegadas, con una hora de margen antes de empezar, las pasarán en una 'situation room' de endebles paredes y sofás blancos no demasiados mullidos. No es ocasión para relajarse. 'Cara a cara', se llama el duelo.
Mediados los saludos de rigor con los anfitriones --directivos de la cadena--, Feijóo entra a la «sala de partido» correspondiente, donde se aísla con el pequeño equipo que le acompaña y que seguirán a su candidato en una pantalla gigante. Luego, en las pausas, uno solo de los asesores se podrá acercar, para aconsejar, como haría un 'sparring' en un cuadrilátero de Las Vegas. Su tarea será recoger las apreciaciones de los asesores, resumirla, saber hablarle, mientras le retocan el maquillaje. Centrar, calmar y animar. En los primeros minutos, Feijóo mastica algo. A su lado González Pons está entre los asesores. El candidato deja sus apuntes muy a mano -y los irá enseñando-.
Cerca de la hora en que Feijóo llega, se sube Sánchez en su coche oficial. Sale de la Moncloa. Le acompaña Óscar López, su jefe de Gabinete. Quizás uno y otro, Sánchez y Feijóo, se parezcan más de lo que creen.
A la hora acordada, llega Pedro Sánchez. El presidente de Gobierno espera a que su guardaespaldas le abra la puerta. Se toma un tiempo en salir. Son unos segundos, pero la expectación los alarga. Ha llegado en una caravana de siete coches. Sánchez viste un traje azul lustroso, camisa blanca, corbata borgoña. Va casi idéntico al debate pasado. Quizás sea un tipo supersticioso y recién se sepa que tiene una corbata de la suerte.
Tampoco ha engordado. Se le ve con su habitual cordialidad deportiva, pero los dos anfitriones hablan menos con él que con Feijóo. Sánchez mira bien a las cámaras. Sonríe con los dientes despejados. Llama la atención que ninguno de los dos candidatos se ha acercado a la recepcionista del complejo, que los esperaba de pie y sonriente. Pasan de largo.
Con experiencia en estas lides, Sánchez toma la delantera en el ataque dialéctico. «Tengo muchas ganas de debatir. Hay muchas cosas que decir. Se reduce a si seguimos avanzando o si retrocedemos a un túnel oscuro del tiempo. (El debate) será intenso pero con buenas formas», promete Sánchez. Ambos han coincidido en remarcar la palabra democracia en sus breves líneas. Sánchez se sienta de inmediato en los sofás blancos de su sala de situación. La nota de color la da la ministra de Hacienda María Jesús Montero, con su vestido de rojo.
Antes de debatir, en esa jaula impoluta con una foto de la Moncloa como si fuera un trozo de carne para dos fieras, Feijóo se sienta pronto y desordena papeles. Sánchez prefiere caminar, inquieto -no dejará de interrumpir a Feijóo-, como león encerrado.
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