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No hubo mucho tiempo para la euforia. El anuncio del adelanto electoral para el próximo 23 de julio precipitó los acontecimientos y opacó, en parte, el huracán del triunfo municipal y autonómico del PP. En menos de 24 horas, los populares pasaron de saborear las ... mieles de los «incontestables» resultados del 28-M –con sendas mayorías absolutas en Madrid y La Rioja, a las puertas en Murcia, fuerza más votada en la Comunidad Valenciana, Cantabria, Aragón y Baleares e incluso poder gobernar en Extremadura–, a poner de nuevo el contador a cero.
El giro de guion de Pedro Sánchez ha obligado a la formación de Alberto Núñez Feijóo a redirigir su estrategia y pisar el acelerador para preparar todas las reformas comprometidas si llegan a la Moncloa. Las urnas han avalado la estrategia interna de la nueva dirección de respeto a la autonomía de las organizaciones territoriales, y su apuesta de reconstruir la unidad del voto del centroderecha desde una posición centrada siguiendo el ejemplo de Andalucía.
El anuncio pilla a Feijóo con el partido unido, engrasado y con las mejores expectativas. Otra cosa es la variable de las negociaciones con Vox para articular mayorías alternativas en territorios como la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura y que Sánchez confía en que sirvan para espolear al electorado de izquierdas. Una fórmula que para el primer partido de la oposición parece más que agotada. «Vox ya no da tanto miedo. A la gente le molestan más ERC y EH Bildu», aseguran en la cúpula.
En la organización andaluza, donde tienen echa «una mili» con la formación de Santiago Abascal, sostienen igualmente que los pactos con la extrema derecha «están normalizados y ya no pasan factura». «El mejor ejemplo somos nosotros», remarcan. En 2019 necesitaron de su apoyo externo para formar Gobierno y cuatro años después, sin embargo, sellaron una histórica mayoría absoluta.
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Álvaro Soto
La hoja de ruta de Génova, en todo caso, pasa por dilatar todo lo posible esos acuerdos para tratar de que se cierren después de la cita con las urnas y no penalicen las expectativas electorales de Feijóo, que pretende alcanzar la Moncloa con una suma de escaños lo suficientemente amplia y superior a la de toda la izquierda que le permita gobernar en solitario sin meter a la extrema derecha en el Ejecutivo. O incluso forzar al partido ultraderechista a que se retrate sobre si está dispuesto a asumir el coste de permitir que gobierne la izquierda en vísperas del examen de las generales. «Esto se va a cocinar a fuego lento», admite uno de los líderes territoriales que necesita de los apoyos de Vox para su investidura.
Pero Abascal y su círculo insisten en que no regalarán el apoyo de ninguno de sus escaños a gobiernos del PP si no es a cambio de una cuota de poder institucional. «No aceptaremos chantajes y que nadie espere regalos, no somos el coche escoba», avisan desde la cúpula verde.
Con el examen en las urnas aprobado con nota, Feijóo no hará cambios en su estrategia para a las generales, ni en el discurso ni en las formas. Una vez engullido el electorado de Ciudadanos, y certificada su defunción después de que los liberales decidiesen no concurrir a estos comicios tras hundirse hasta las 300.000 papeletas el pasado domingo, en el equipo de campaña del PP creen que el esfuerzo debe volcarse en seguir ampliando la bolsa de votantes socialistas, que no creen en Sánchez ni están cómodos con su política de pactos. «Cinco años del PSOE con Podemos, Bildu y los independentistas han sido suficientes y forman parte de un modelo agotado que debe terminarse para siempre», proclamó el lunes el dirigente gallego ya metido en la precampaña.
Feijóo seguirá empuñando la bandera de la gestión alejándose de los «debates estériles», recuperando la economía como baza para «derogar el 'sanchismo'» y con constantes apelaciones a la movilización. Los populares recelan de la fecha electoral, convencidos de que Sánchez busca diluir el «tsunami azul». Y, por ello, apelarán al voto por correo, que prevén que se sitúe en máximos históricos por la coincidencia de la convocatoria con las vacaciones de verano.
El tiempo apremia y los conservadores trabajan ya en la elaboración de las listas electorales. Una labor que el líder gallego ha delegado en una de las personas de su máxima confianza, el vicesecretario de Organización, Miguel Tellado, que tiene «muy avanzadas». Génova contactará con los territorios o les pedirá consejo llegado el momento. Pero Feijóo tendrá la última palabra. Quiere la misma «autonomía» que les concedió a sus barones para conformar sus equipos y candidatos para el 28-M. Y así se lo ha pedido. 'Quid pro quo'.
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