Manuel Cruz
Miradas de altura ·
Una democracia en la que la sociedad se siente poco identificada con sus representantes, advierte, está «deteriorada»Secciones
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Manuel Cruz
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Una democracia en la que la sociedad se siente poco identificada con sus representantes, advierte, está «deteriorada»Ante la cada vez más próxima cita con las urnas, el catedrático de Filosofía y expresidente del Senado Manuel Cruz (Barcelona, 1951) defiende la necesidad de paliar la desafección de los ciudadanos hacia las instituciones públicas. También alude a la responsabilidad de los medios de ... comunicación en el descrédito de la política nacional y les insta a hacer autocrítica.
-¿Cómo valora la polarización partidaria?
-Lo malo de esta polarización es que es crispada, lo que aboca a cierto sectarismo y empobrece el debate. Ya estamos viendo que los pactos, incluso en ámbitos que parecen necesarios, son extremadamente complicados. Con esas actitudes excluyentes es impensable que cuando un partido llegue al Gobierno pueda contar con personas valiosas que pertenezcan a otra opción política como sí ocurrió en el pasado.
-¿Qué propone?
-Creo que hemos de intentar por todos los medios intentar reconciliar a los ciudadanos con la política. Si somos capaces de eso, el resto podrá fluir.
-¿A qué atribuye al aumento del descrédito de la política?
-El alejamiento de la ciudadanía de los asuntos públicos ya ha empezado a ocurrir y puede ir a peor. Una democracia en la que los ciudadanos se sienten poco identificados con sus representantes es una democracia, en cierto sentido, deteriorada.
-¿Y cómo hemos hemos llegado a esto?
-Es evidente que en muchos momentos los propios representantes públicos han decepcionado a la ciudadanía. Pero hay otro elemento, y es que en gran medida los políticos participan de lo que Guy Debord llamó la «sociedad del espectáculo» y se convierten en el pimpón de los medios. La política en su conjunto se ha deteriorado hasta tal punto que es fácil encontrar personas que dan por descontado que quienes están en política lo están simplemente por intereses espurios.
-La desconfianza hacia las noticias ha alcanzado, según el Eurobarómetro, cotas no vistas en nueve años.
-Se ha producido una conexión entre los medios y las instituciones públicas que me atrevería a calificar de perversa. Hay periodistas que han tenido la fascinación de derribar a un presidente del Gobierno y hay políticos que sienten fascinación por la visibilidad que ofrecen los medios. Son patologías de signo opuesto pero complementarias. Y es muy malo que cualquiera de ellas sea la terminal de la otra, porque hace un gran daño a la democracia.
-¿Cómo se puede revertir esta situación?
-Los políticos han de estar a la altura de las circunstancias. Se ha consolidado la idea de que los programas electorales están para incumplirlos. No podemos asumir esa actitud y luego declararnos tristes porque hemos perdido prestigio. En cuanto a los medios, y porque creo que la situación se puede deteriorar más, la propia profesión tiene pendiente una reflexión autocrítica.
-Parte de la sociedad siente que vive en una crisis permanente.
-«No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos pasa». Cito a Ortega y Gasset porque la frase tiene más sentido hoy que hace un siglo, cuando lo planteó como un problema que exige una solución. Ahora es como si la frase significara que no entendemos lo que nos ocurre y estamos condenados a no entenderlo. No digo que antes, cuando se creía saberlo, fuera correcto. Pero se vivía en el convencimiento de que lo entendíamos. Ahora la percepción generalizada es que no entendemos lo que nos sucede. Estamos instalados en esa perplejidad o estupor.
-«Sánchez o España». «Fascismo o progresismo». ¿Qué espera de una campaña basada en parte en azuzar sentimientos?
-Quienes plantean su campaña exclusivamente en estos términos ya parecen estar mostrando que en realidad no tienen la ambición de persuadir a los otros, solo de cohesionar a los suyos. Si nos movemos en el esquema inicial de la polarización, estamos renunciando al otro directamente. La democracia consiste en intentar convencer al otro a través de argumentos. Pero para dialogar uno ha de estar dispuesto a dejarse convencer. Si no estás dispuesto habrá negociación, pactos, pero no diálogo. Esa es la grandeza del diálogo, y a mi juicio, de la democracia.
-Se están cuestionando derechos sociales relativos al feminismo o a los colectivos LGTBI
-A la derecha las batallas culturales le van de perlas y la prueba es que quien está hablando expresamente de esto es Vox. Y esas batallas hay que tomarlas con mucho cuidado, porque puede que no sean exclusivas de la izquierda. No lo digo por las cuestiones LGTBI, pero sí del ecologismo, por ejemplo, que hace décadas era inequívocamente de izquierdas y hoy es un asunto de todos. Un sector de la izquierda está siendo poco fino a la hora de captar la percepción que tiene la gente sobre determinados asuntos.
-¿Explicaría esto el éxito con el que la derecha se ha apropiado del concepto libertad?
-La izquierda se ha quedado sin concepto de utopía. La derecha tiene una, que es tecnológica: «Si seguimos con este modelo de crecimiento del capitalismo, la tecnología nos liberará de todo». Pero las utopías clásicas, que tienen que ver con el modelo de sociedad, han desaparecido. Eso explica sa especie de rentabilidad que ha sabido sacar la derecha del concepto libertad, porque está siendo muy hábil en detectar el estado de ánimo de los ciudadanos.
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