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La ciencia demoscópica sufrió el domingo su peor día. Ninguno de los cinco grandes institutos de opinión (incluyendo el centro público, el CIS de José Félix Tezanos) acertó con los resultados electorales y en todos los casos, sobrerrepresentaron al PP e infravaloraron la resistencia ... del PSOE. Por ejemplo, GAD3, que realizó los trackings diarios para este periódico, dio a los populares tres puntos más de los que consiguió y a los socialistas, dos menos. El presidente de GAD3, Narciso Michavila, cree que en la última semana «ha habido un fuerte aumento de la izquierda, de votantes socialistas y de Sumar que no iban a votar y que se activaron por la 'alerta antifascista' lanzada por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz». Pero Michavila, en el centro de las críticas, reconoce los errores. «Cuando uno se posiciona contra una forma de hacer política ocurre esto. Estamos preparados para equivocarnos, pero no para mentir y menos con el dinero de los españoles. Por supuesto, revisaremos nuestros métodos».
La suma de muchos pequeños detalles convirtió las encuestas del 23-J en papel mojado. A juicio de los expertos, la falta de sondeos desde el pasado lunes, los indecisos, los problemas de la 'cocina', las dudas sobre la abstención, las altas expectativas del PP o el voto oculto a Pedro Sánchez fueron algunos de los factores que colaboraron en el fracaso de la demoscopia este 23-J.
«Un 30% de la población no sabía lo que iba a votar, y esa casi tercera parte del censo, que en su mayoría era de izquierdas o votantes del PSOE que pensaban apoyar esta vez al PP, estuvo muy influenciada por lo que sucedió en la última semana de campaña», apunta Eduardo Gutiérrez, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense.
«La existencia de un grupo de indecisos que alcanza el 30% hace que la horquilla de escaños sea muy grande, y aunque se puede construir una cifra artificiosamente, es una operación muy compleja que puede concluir en errores. Además, en algunas circunscripciones, las empresas hacían solo 50 o 60 entrevistas, lo que puede no ser suficiente», destaca Javier Lorenzo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III, que en cualquier caso, rompe una lanza en favor de los sondeos. «La desviación de las encuestas no está tan lejos del margen de error. Lo que ocurre es que dos puntos abajo de un partido y dos arriba de otro cambia totalmente el resultado», asevera.
En la misma línea se pronuncia Modesto Escobar, catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca. «Las encuestas no son instrumentos de precisión y cuando los resultados son muy parejos, entra en juego el margen de error, como ocurrió este domingo», dice.
El periodo entre el 17 y el 23 de julio centra los análisis de los especialistas. En esos seis días en los que la ley electoral no permite la publicación de encuestas, se produjeron algunos acontecimientos que pudieron cambiar el ánimo, y la decisión, de una parte relevante de los votantes: la entrevista de Alberto Núñez Feijóo con la periodista Silvia Intxaurrondo, la ausencia del candidato popular en el debate a cuatro o un cambio en la estrategia del PSOE, que consiguió movilizar a buena parte de los votantes dudosos. «En esa última semana la gente de izquierdas, que habitualmente suele ser más crítica, se dio cuenta cuenta de que el PP y Vox podían llegar a gobernar y decidieron acudir a las urnas», agrega Gutiérrez.
Aquí aparecen más claves para tratar de explicar el desfase entre los sondeos y los resultados. «Las encuestas tienen un sesgo cognitivo y buscan un interés, el de intentar que la población crea que la victoria de un partido es inevitable», subraya Jaime Ferri, director del Departamento de Ciencia Política de la Complutense.
«En este caso, hemos visto que algunos sondeos pretendían crear un clima de apoyo al PP, pero para que funcione, la pretensión tiene que tener una correspondencia con la realidad, y en este caso no se daba. Es decir, en la calle no existía una atmósfera tan unánime de apoyo al PP, había muchos indecisos», agrega este especialista, que pone el foco en la importancia de algunos eventos televisados, como las entrevistas y los debates. «Ahí pudo darse un cambio de opinión en un grupo de votantes, que vio cómo el soberbio no era Sánchez, sino Feijóo, y eso ha podido suponer un castigo para el candidato popular. Está bien que los periodistas sean críticos», sentencia Ferri.
Todos los especialistas coinciden en que la ley que impide la publicación de encuestas durante la última semana de campaña ha quedado obsoleta. «En la Transición, y tras cuatro décadas de franquismo, el votante todavía era visto como un menor de edad», recuerda Ferri. «Aquello se pensó hace 40 años con la idea de proteger al votante y que las encuestas no influyeran en su opinión, pero hoy vivimos en una sociedad tecnológica en la que necesitamos transparencia», indica Lorenzo. «Existe un desequilibro entre los partidos, que cuentan con sondeos propios, y la ciudadanía, que no puede acceder a encuestas. No se puede hurtar de esa información a los votantes», culmina Gutiérrez.
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