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Jorge Alacid
Viernes, 17 de junio 2016, 12:37
En el último número de Nueva Revista, el veterano periodista Antxón Sarasqueta firma un interesante artículo que indaga en la construcción de un nuevo paradigma político en España a la luz de las recientes citas electorles. Su tesis, muy bien fundamentada con eso tan escaso ... en el debate público (los datos), desvela que hace un año, con ocasión de las comicios locales y autonómicos, las estadísticas del Ministerio del Interior computaron que la tercera fuerza electoral en España estaba formada por esa amalgama de candidaturas que suelen bautizarse, un poco despectivamente, como 'el resto'. Después de PP y PSOE, esas formaciones atomizadas alrededor de las más variadas causas habían logrado en las eleciones de mayo del 2015 duplicar sus votos respecto al 2011. En total, recogieron cerca de tres millones y medio de papeletas, lo cual supuso un intimidante (e intrigante) porcentaje superior al 15% de sufragios.
Sarasqueta concluía su artículo alertando de que un voto tan fragamentado derivaba de manera inevitable hacia la inestabilidad. Lo cual no tiene que ser necesariamente malo: un universo estable en exceso desemboca en un clima político tendente a narcortizar a la opinión pública. De modo que, contra lo sostenido por Sarasqueta, podría incluso saludarse la inestabilidad como una buena noticia si a cambio animaba el debate público, galvanizaba la controversia, exigía a todos (sobre todo, a los dos grandes que ya no lo son tanto) mejorar su nivel argumentativo. Aunque, en realidad, su preocupación última no tenía que ver demasiado con la instauración de un suelo político más líquido que sólido: el temor principal del articulista alertaba de la implantación entre nosotros de prácticas de exagerada radicalidad en el manejo de la gestión pública.
Veamos el caso riojano: también en esta circunscripción debe anotarse la llegada de formaciones neonatas (o casi), que subvierten el canon político de La Rioja. En el 2011, la suma de votos de PP y PSOE en las autonómicas riojanas recogió más de 148.000 papeletas; cuatro años después, esa cifra se situó lejos. Muy lejos: 38.355 votos menos recibieron las dos formaciones mayoritarias. Resulta que los otros han crecido. El resto de fuerzas contendientes ya son mayores de edad y reclaman su sitio en la mesa. De modo que en realidad el debate sobre si tal irrupción representa un foco de inestabilidad o de radicalización es una opinión más bien interesada: la llegada de los otros significa, sobre todo, el fin del estatus quo de que gozaban los partidos mayoritarios. Los otros son para ellos una auténtica película de terror.
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