Quienes pensaban que las elecciones del 26J serían un calco de las 20D se han equivocado por completo. Primero, porque ya no hay esta vez duda de que el viejo bipartidismo ha pasado a mejor vida (en las anteriores, aún cabía plantear el gran debate ... electoral como un cara a cara entre el líder de la mayoría y el líder de la oposición; hoy, si hay que reducir la discusión a un único debate, éste debe ser a cuatro, como ya ha sido convocado). Y, segundo, porque si el 20D debía definir el formato general del modelo parlamentario, el 26J deberá consagrar, o al menos explicitar, las tendencias ideológicas predominantes en el Parlamento o, más exactamente, el conjunto de vectores conservadores y progresistas que se alinearánn en las futuras instituciones parlamentarias.
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La gran novedad del 26J ha sido la coalición estratégica entre Podemos e Izquierda Unida, que fue imposible antes del 20D por razones que entonces parecieron muy evidentes: Podemos era una formación transversal que pretendía la hegemonía en el sentido en que lo hace Laclau, el teórico argentino del populismo: los de abajo han de pasar de ocupar el sitio de los de arriba. Izquierda Unida, en cambio, era una formación de izquierda radical nucleada entorno del Partido Comunista de España, de forma que la alianza entre ambas organizaciones parecía incongruente: no puede seguir siendo transversal lo que se alía con uno de los extremos del arco parlamentario
Sin embargo, aquella unión, impulsada particularmente por el líder histórico de IU Julio Anguita, el muñidor de la pinza de IU con Aznar para cercar a la socialdemocracia en Andalucía y en todo el Estado, el epígono de la Internacional que en 1928 postuló la táctica clase contra clase (el odio a la socialdemocracia considerada el ala izquierda del fascismo), ha terminado produciéndose. Sus protagonistas habrán evaluado sin duda los riesgos, y de momento la encuesta del CIS, que avala el sorpasso con respecto al PSOE, parece darles la razón.
Sin embargo, la transversalidad de Podemos no era una característica desdeñable: gracias a ella, Podemos aglutino el 20D ueñable: gracias a ella, POdemos aractela ideologl lo que se alnzaforma que la alianza entre ambas organizaciones parecó el 20D una heterogénea clientela que provenía de todo el arco parlamentario. Según los demógrafos, de los 5,3 millones de votos conseguidos el 20D por Podemos y las demás marcas territoriales, 1.450.000 (el 28,1%) provenían del PSOE; 885.000 (el 17%) de IU; 505.000 (el 9,7%) del Partido Popular y 1.320.000 (el 25,4%) de la abstención. Parece claro que, al producirse la adhesión de Podemos a formaciones como IU y a personas como Anguita, más de un votante estará pensando en retractarse.
Sin embargo, la estrategia ha predominado sobre la ideología y sobre los principios. Los jóvenes profesores que están al frente de Podemos, conscientes de que su enclavamiento en la izquierda radical, sus elogios al muñidor de la alianza que ha sido nada menos que Julio Anguita, incluso su programa que, aunque cargado de intencionada ambigüedad resulta evidentemente incompatible con la pertenencia a la Eurozona, podrían suponer una pérdida importante de votos provenientes del centro y del centro-derecha del espectro, han decidido no escatimar el maquillaje.
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Para sacudirse la pátina antigua de acartonado marxismo que todavía luce Izquierda Unida, han empezado apostando por la marca Unidad Popular con que Izquierda Unida había comenzado su propio camuflaje. Pero no satisfecho con esta tímida deriva, Pablo Iglesias, en uso de su reconocida desfachatez intelectual, se ha apropiado del término socialdemocracia, que hasta hace poco significaba para él y los suyos la más abyecta decadencia política y moral, y así lo han reconocido todos ellos en su discurso diario y en su bibliografía, que ya es inamovible. Para adquirir un rostro moderado y centrado, Iglesias se ha autoproclamado inventor de la nueva socialdemocracia, frente a la vieja socialdemocracia que sería el PSOE. Con el añadido de que, a su entender, ambas deberían gobernar juntas (De hecho, esta fórmula, que supondría la desaparición material y moral del PSOE, sería por ahora el único modo que tiene Iglesias de llegar al poder).
La irrupción del concepto socialdemocracia en boca de advenedizos que no son dueños de la carga emocional de semejante adscripción está evitando el debate de ideas en que los de Podemos no se sienten cómodos (el catálogo de Ikea da la medida de su ideario de combate). Iglesias construye así un liderazgo un tanto mesiánico que se basa en conceptos tales como lo nuevo o la modernidad, aderezados finalmente con la idea de patria, que termina de movilizar y de cristalizar en el crisol nacionalista las fibras de la clientela que, decepcionada con lo viejo, persigue el descubrimiento de una construcción teórica que le atraiga y le garantice nuevas oportunidades.
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Esta mixtificación flagrante de los términos del debate es la que está sobre la mesa. Y lo que ocurra el 26J dependerá de que Unidos Podemos haya podido ser o no desenmascarado. Para que tal cosa ocurra, sería deseable que el Partido Popular no cayese en la tentación de potenciar intelectualmente a Podemos creyendo que así se deshace de su adversario histórico, el PSOE. Porque el éxito de Podemos, si se produce, no será contra el PSOE sino contra el sistema; contra el modelo constitucional y, sobre todo, contra una pertenencia europea que, en tanto se mantenga, hace inimaginables en nuestro país experimentos populistas de corte latinoamericano.
También se espera, es evidente, una reacción potente y bien fundamentada del PSOE, que tiene a su favor, además de el t pasalianza que ha sido nadace nuevas oportunidades.
, decepcionada con "l catha apropiado del t pasalianza que ha sido nadasus fuerzas y efectivos actuales, el prestigio histórico de haber coprotagonizado la modernización política y material de este país.
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La campaña electoral, en fin, tiene esta vez una densidad impresionante y un carácter decisivo. Y los adjetivos no tiene nada esta vez de metafóricos.
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