La tercera campaña electoral

España se dispone a votar por segunda vez en medio año, suceso insólito en su todavía precoz democracia (precoz en términos históricos) y florecen las hipérboles. Escuché en un mitin a Íñigo Errejón definir esta convocatoria electoral como un desempate. Bueno, si usted lo dice. Hay quien habla también de segunda vuelta, lo cual es ganas de engañar. O de engañarse. La segunda vuelta es un mecanismo anidado en el corazón de otras democracias de raíz presidencial (Francia, señaladamente) donde la primera cita con las urnas sirve para despejar de contrincantes la carrera hacia el poder, de modo que en esa segunda vuelta (pertinente denominación en ese caso) sólo concurren los dos mejor clasificados. Cosa que como es harto visible no sucede en este pugilato en dirección al 26J. Aquí vuelven a presentarse las mismas fuerzas, allá penas si todas ellas están encabezadas por sus respectivos y fracasados líderes de diciembre: los dirigentes incapaces de forjar mayorías parlamentarias que abran la llave del Gobierno no se han dado por enterados.

En realidad, este tiempo político recuerda más bien a esa prórroga que los italianos, siempre tan ingeniosos, llaman desde antiguo zona Cesarini. Cesarini era un futbolista de medio pelo que tuvo sus días de gloria allá en los lejanos años 30 del siglo pasado. Enrolado en la Juventus, se acostumbró a saltar al campo mediado el partido y anotar goles decisivos en el tiempo de descuento. Del campo semántico futbolero semejante prodigio acabó por saltar al ámbito de la política: se denominaba así cada acuerdo alcanzado en el Parlamento transalpino cuando parecían agotadas todas las soluciones. Cuando no había salida: entonces surgía de algún recóndito lugar la capacidad para el acuerdo hasta entonces ignorada.

Queda un puñado de días para saber si España obra un prodigio semejante y en su particular zona Cesarini logra dotar de gobernabilidad a su ciudadanía. O si, al contrario, se abre paso la evidencia que trazan las encuestas: que continuará el bloqueo. Porque la foto que deparan los sondeos se parece bastante al retrato que nos regaló el 20D: cuatro partidos emulando la imagen aquella de los españoles a garrotazos que nos regaló Goya. Una preocupante imagen que conduciría a una situación todavía más marciana: una tercera convocatoria electoral. Porque cabe preguntarse si al día siguiente del 26 de junio habrá grandeza, mirada larga y sentido de Estado entre quienes hasta ahora sólo han dado muestras de visión alicorta, mezquindad y tacticismo.