Paula De las Heras
Domingo, 20 de diciembre 2015, 03:02
España pide cambio político y, por primera vez en mucho tiempo, eso no es sinónimo de una mera alternancia en el poder. Quizá la mejor prueba de ello es que dos partidos jóvenes, Ciudadanos y Podemos, han demostrado su capacidad para desbordar (hecho inédito) las ... barreras de un sistema electoral diseñado meticulosamente en los primeros años de la Transición por el franquismo moderado. El modelo, aún vigente, tenía un objetivo claro: evitar una excesiva fragmentación parlamentaria que derivara en Gobiernos inestables y conceder una prima al voto rural de poblaciones pequeñas, más conservador, a fin de que a las élites políticas que luego crearían la UCD no se les fuera el proceso de las manos.
Publicidad
El esquema, planteado con suficiente sutileza como para que los partidos de la oposición y fundamentalmente el PSOE, acabaran aceptándolo, condujo a más de treinta años de bipartidismo porque tenía, y sigue teniendo, un sesgo mayoritario, es decir, busca la sobrerrepresentación de los partidos más votados respecto a los minoritarios, pero también permite una presencia, hasta ahora determinante, de las fuerzas regionalistas y nacionalistas. Una de sus claves es que establece que la circunscripción electoral es la provincia y cada una de ellas elige como mínimo a dos de los 350 diputados que tiene el Congreso, pero la cifra aumenta en función de la población.
En la práctica, eso lleva a que no todos los votos tengan el mismo valor. Por ejemplo, un escaño por Barcelona, una de las provincias más pobladas, cuesta en torno a 129.255 votos mientras que uno por Guadalajara solo necesita unos 25.600. Es decir, que hay una infrarrepresentación de las provincias más pobladas (que también suelen ser las más prorreforma y más permeables a los cambios) respecto a las menos pobladas. Pero el modelo genera otro efecto y es que crea tres subsistemas electorales: en las provincias grandes, de diez escaños o más, el reparto de diputados es proporcional; en las pequeñas, de uno a cinco, favorece claramente a los mayoritarios, y en las medianas hay una proporcionalidad imperfecta.
En resumidas cuentas, que hay un buen número de votos de los terceros y cuartos partidos en el ámbito nacional que van a la 'basura', porque, en las provincias pequeñas (todas las de Castilla y León y casi todas las de Castilla-La Mancha, salvo Toledo, pero también Huesca, Teruel o Badajoz), solo obtienen escaño quienes superan entre el 16% y el 19% del voto y, en las medianas (Cádiz, La Coruña, Zaragoza, Tarragona), quienes superan el listón del 9% o el 11%. Sólo en las siete provincias que reparten diez o más escaños (Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Alicante y Murcia) es efectivo el umbral del 3% fijado en la ley como mínimo para obtener representación en las Cortes.
Precios distintos
Todo lo anterior explica que, en 2011, con un porcentaje similar de votos (4,7% frente a 4,17) UPyD obtuviera cinco diputados y CiU, 16. O que al partido de Rosa Díez, con mayor penetración en las grandes ciudades pero escasa implantación rural, el diputado le saliera a 228.048 papeletas mientas que el PSOE necesitó de media 63.399 y el PP, todavía menos, 58.230. La otra gran perjudicada ha sido históricamente, como tercera fuerza, Izquierda Unida. En las últimas generales cada escaño le costó en torno a 152.000 votos.
Publicidad
Los sondeos publicados estos días ponen también en evidencia la penalización que sufrirán tanto Ciudadanos como Podemos, partidos que tienen mayor éxito entre los electores jóvenes y urbanos. El que quede cuarto será el peor parado. El CIS preelectoral, por ejemplo, otorga entre 45 y 47 escaños a la formación de Pablo Iglesias, a la que atribuye poco menos del 16% (si se tiene en cuenta las coaliciones con las que se presenta en Cataluña, la Comunidad Valenciana y Galicia) y entre 63 y 66 al de Albert Rivera, a pesar de estimar que está, con un 19% de voto, a menos de dos puntos del PSOE, al que da una horquilla de entre 77 y 89.
No es de extrañar, pues, que mientras los populares se limitan a llevar en su programa para las generales una propuesta de reforma para que en los ayuntamientos gobierne la lista más votada y los socialistas proponen listas de partido cerradas pero desbloqueadas (para que los votantes puedan decidir si ponen por delante a un aspirante a diputado o a otro), los dos emergentes quieran cambiar el tamaño de la circunscripción. Podemos pretende que sea la comunidad autónoma y solo con eso ya se ganaría proporcionalidad. Ciudadanos apuesta por el modelo alemán: la mitad de los diputados elegidos en distritos que repartan un solo escaño cada uno y estén formados por 230.000 personas y, la otra mitad, en una circunscripción única que abarcaría toda España.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.