DIARIO DE CAMPAÑA - JORGE ALACID
Lunes, 14 de diciembre 2015, 00:44
El 27 de septiembre, los catalanes votaron en unas elecciones históricas, legendarias, apocalípticas, según se deduce del hiperbólico rosario de adjetivos con que fueron calificadas. Ganó la coalición que amalgamaba a las fuerzas nacionalistas, partidarias de desconectarse de España, aunque España no se dejara. Pero ... como su triunfo lo fue en grado menor, sin alcanzar la ansiada mayoría absoluta, la pobrecita Cataluña (región maltratada por el mismo Estado opresor que sigue pagando sus facturas) anda aún sin gobierno. El actual, comandado por el increíble Artur Mas, ejerce, pero en funciones: con el piloto automático puesto. En consecuencia, la inercia gobierna a los catalanes.
Publicidad
En Andalucía ocurrió meses antes algo parecido. Hasta 80 días estuvieron los paisanos de Susana Díaz esperando a que Ciudadanos franqueara el acceso a la mayoría que las urnas negaron al PSOE. Durante ese tiempo, los andaluces debieron conformarse con ver prorrogado al Gobierno anterior, sin que cundiera el caos, se echaran al agua para llegar a nado a Marruecos o quisieran hacerse portugueses. Como les sucede a sus compatriotas catalanes (compatriotas al cierre de esta edición), los andaluces revelan la exagerada importancia que concedemos a la elección de gobernantes: resulta que podemos tolerar a los mismos que nos dirigían la vida antes de ir a votar y seguir a lo nuestro. Tan ricamente.
El caso catalán y el caso andaluz cobran importancia porque sirven de pista de los derroteros que anuncia la campaña: voto fragmentado, mayor pluralidad en el Congreso y, por lo tanto, sesión de investidura... en suspenso. Cierta incapacidad de PP y PSOE para atraer el apoyo de las fuerzas emergentes, adictas por su parte al escapismo en materia de pactos, presupone un escenario inestable desde el día 20. De modo que no sería tan raro que el ganador se pasase una temporada deshojando margaritas: España se vería abocada a un Gobierno en funciones porque nadie querría comprometerse con el más votado. El grande, porque no se fía del pequeño. El pequeño, porque quiere ser grande. Y para serlo, necesita aparentar independencia y frescura.
También podría darse otro fenómeno. Que el grande (el PP, por ejemplo) lograse el apoyo de un pequeño (Ciudadanos, una hipótesis), de modo que Rajoy siguiera en Moncloa pero sufriera un calvario para aprobar sus leyes más decisivas. Y que cuando pretenda (otra cábala) salvar su Presupuesto, tropiece con que su aliado opta por la comodidad de la oposición y deja al Gobierno herido, con las cuentas prorrogadas y su capacidad de gestión maniatada.
Hay algún precedente. Reciente.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.