Secciones
Servicios
Destacamos
Ander Azpiroz
Miércoles, 9 de diciembre 2015, 10:04
Si hay un punto en el que coinciden todas las encuestas es el fin del bipartidismo. Tras el 20-D, el ganador estará obligado a buscar socios que aúpen a su candidato a la Moncloa. En el pasado Felipe González, José María Aznar y José ... Luis Rodríguez Zapatero ya se vieron obligados a buscar apoyos externos para garantizar sus investiduras y sostener sus gobiernos, pero en ninguno de los tres casos se llegó a formar un Ejecutivo de coalición en el que los ministerios se repartiesen entre dos o más fuerzas. Ahora, sin embargo, y aunque ésta es una hipótesis de la que todos los candidatos se niegan a hablar, la posibilidad parece más cercana que nunca.
El hecho de que en España sólo hayan existido gobiernos monocolor se explica por su sistema electoral. La división en circunscripciones provinciales y la ley dHont -que favorece a las dos principales fuerzas políticas- han sido determinantes en la formación de sólidas mayorías, una prioridad que se pactó durante la Transición con el objetivo de favorecer la gobernabilidad del país en unos momentos en los que la democracia pendía de un hilo. A modo de ejemplo, en las circunscripciones pequeñas en las que se eligen entre tres y cinco diputados, el tercer partido debe obtener en torno a un 15% de los votos para obtener un escaño, un listón inalcanzable en los últimos 37 años de votaciones pero que se superará en estas elecciones.
Aunque terminaron por gobernar en solitario, tanto Felipe González como José María Aznar ofrecieron a CiU y PNV integrarse en sus gobiernos, una posibilidad que declinaron en ambas ocasiones los dos partidos nacionalistas. En 1993, el PSOE perdió la mayoría absoluta de la que había gozado desde 1982 aunque logró mantenerse como primera fuerza política. Para lograr su investidura y una mayoría estable, Felipe González ofreció a Jordi Pujol y Xabier Arzalluz entrar en su Gobierno. Finalmente, CiU y PNV se limitaron a apoyar al candidato socialista en la investidura. A falta de un año de legislatura las dos formaciones nacionalistas retiraron su respaldo al PSOE y forzaron la convocatoria de elecciones anticipadas. En 1996 la situación fue a la inversa y el PP quedó a expensas de CiU y PNV para hacer presidente a Aznar. Tras una campaña en la que el candidato popular no ahorró ataques a los nacionalistas, Aznar se vio obligado a recular e, incluso, a reconocer que hablaba catalán en la intimidad. El líder del PP también ofreció un Gobierno de coalición a CiU y PNV a cambio del respaldo parlamentario. Llegó a sonar el nombre de Josep Antoni Duran Lleida para Asuntos Exteriores y de Josu Bergara para Fomento, pero, de nuevo, los nacionalistas optaron por el apoyo externo.
Los sondeos de opinión avanzan que ni siquiera la ley electoral podrá amortiguar el desgaste del bipartidismo y situar a PP o PSOE en condiciones de alcanzar la Moncloa por sí solos. Si quieren gobernar, deberán apoyarse al menos en Ciudadanos o Podemos, y de estos partidos dependerá plantear como contrapartida su entrada en el Ejecutivo u optar por ofrecer un apoyo externo. Adelantándose a todos, Albert Rivera ya ha manifestado su disposición a contar si es presidente con ministros tanto populares como socialistas.
Los gobiernos de coalición, sin embargo, van a ser caros porque a priori nadie quiere ser protagonista secundario. Tanto Rivera como Pablo Iglesias han dicho que o presiden ellos o se quedan en la oposición. Nada de colaborar con ministros. Otra cosa serán los acuerdos parlamentarios para asuntos concretos.
A nivel europeo España es el único país donde nunca han existido coaliciones. De hecho, los gobiernos multiocolor no sólo son una práctica política usual en el continente sino que además los hay de lo más variopinto, de izquierda, de derecha, mixtos y hasta entre los dos grandes partidos. Los ejemplos son innumerables. Angela Merkel ha gobernado en compañía de otro partido en cada una de las tres legislaturas que lleva al frente de Alemania, ahora lo hace con los socialdemócratas, la gran coalición de la que huyen en España populares y socialistas. Pero antes lo hizo con los liberales y a nivel regional hasta con los verdes. Durante su primer mandato, el británico conservador David Cameron se apoyó en los liberales de Nick Clegg, que fue el gran damnificado de la alianza y se llevó un batacazo en las elecciones de mayo pasado.
En la política italiana es impensable un Ejecutivo de un solo partido. Han existido hasta acuerdos pentapartitos en las décadas de los setenta y ochenta. Ahora, el socialista Matteo Renzi gobierna con el Nuevo Centroderecha y Elección Cívica.
Experiencias autonómicas
Si a nivel nacional no se ha dado ningún gobierno de coalición en las autonomías han sido comunes a lo largo de la democracia. En 13 comunidades ha habido en algún momento ejecutivos formados por más de un partido, una práctica especialmente habitual en el País Vasco, Aragón, Canarias o Cantabria. Sólo la Comunidad de Madrid, Murcia, Extremadura y Castilla-La Mancha han quedado fuera de esta fórmula.
Según los datos del CIS, la ciudadanía no sólo está preparada para un ejecutivo multicolor, sino que, además, lo desea. Sólo un 20% del electorado se decanta por un Gobierno en solitario de populares o socialistas, siempre que ambos sean los más votados, algo que empieza a no estar tan claro. La opción favorita para uno de cada cinco electores es, según diferentes estudios demoscópicos, un pacto entre PSOE y Podemos. La segunda fórmula más respaldada con casi el 11% de apoyos es un alianza de los socialistas con Ciudadanos. En tercer lugar se sitúa el acuerdo entre el PP y la formación de Rivera, que convence a un 10,3% de los votantes. La gran coalición entre populares y socialistas apenas suscita las simpatías de un 5%.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.