Mira quién habla
"En el año 2015 de nuestra era, jugarretas como las perpetradas por Rajoy o Luena tienen tan poco sentido..."
Jorge Alacid
Viernes, 4 de diciembre 2015, 09:55
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Jorge Alacid
Viernes, 4 de diciembre 2015, 09:55
La campaña arranca con una victoria: la palabra. La carrera hacia las urnas, la más emocionante de la historia reciente por las muy variadas fuerzas en disputa del triunfo final, dispone esta vez de un ingrediente adicional del que carecían sus hermanas mayores: el verbo ... se ha hecho carne. Y habita entre nosotros. Cualquiera que prestara un rato de atención al primer debate preelectoral, ocurrido en la ciberesfera, convendrá que más allá del contenido, de las ideas que lanzaron al aire, dispuso de tres protagonistas cuya oratoria y capacidad argumentativa mejoran lo conocido. De ahí que se echara todavía más en falta la incomprensible ausencia del campeón que defiende el título. Mariano Rajoy, en otra de sus decisiones para la historia, prefirió llenar su agenda con otras entradas que sonaban por supuesto a excusa.
Una pena. Tan lastimoso como enviar al segundo debate a Soraya Sáenz de Santamaría, más allá de su competencia conocida para tales lides, con la coartada de que el PP confía en su equipo. Blablabla. A su propia escala, La Rioja sufre desplantes similares. En su extravagante campaña electoral con mando a distancia, un pie en Madrid, otro en el resto de España y ya aterrizaré por casa cuando me venga bien, César Luena declinó comparecer en la ronda de entrevistas a los cabezas de lista de los principales partidos organizada por TVR. El candidato socialista hizo de Rajoy y Victoria de Pablo, de Soraya. No conforme con semejante delegación de competencias, Luena amenaza con ausentarse del debate que la misma cadena de televisión prevé celebrar la última semana de campaña. La política de silla vacía extiende sus perniciosos efectos y hurta al elector de la posibilidad que concede este tipo de liturgias: conocer de cerca al aspirante, calibrar sus aptitudes (al menos, las discursivas y declamatorias) y sopesar el efecto que tienen sobre sus contrincantes.
En el año 2015 de nuestra era, jugarretas como las perpetradas por Rajoy o Luena tienen tan poco sentido como vertebrar la campaña a partir del consabido menú de ruedas de prensa, reparto de pasquines y mítines para convencidos. Malgastar todas las posibilidades que otorga el avance tecnológico no sólo es poco inteligente: significa tomar por tonto al electorado. Aunque tal cosa suele suceder cada día, en campaña se exagera esa tendencia a pensar que el votante no se entera. Ocurre justo al contrario: la convulsa trayectoria de los partidos a escala riojana, así en el Parlamento como en el Ayuntamiento logroñés, o el éxito de audiencia generado por los líderes políticos cuando visitan nuestras pantallas multiplican el interés de la ciudadanía por esa cosa tan aburrida, la política. ¿Aburrida? Cuando prevalece la palabra, cuando los candidatos se esfuerzan por capturar el voto más con ideas que con ocurrencias, cuando se explican cabalmente y honran al idioma nacido en Yuso, el elector vuelve a enamorarse. Sobre todo, si le regalan las prometedoras especulaciones que contiene la encuesta del CIS. Sobre todo, si le obsequian con espectáculos tan emocionantes como los que depara últimamente algún salón de plenos.
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