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España, donde el sentimiento de vinculación europeísta persiste con viveza pese a los avatares de la política propia, ha votado en las dos últimas convocatorias electorales al Parlamento de Estrasburgo mirando a la UE, sí, pero con proyección sobre el escenario nacional: en 2014, ... la irrupción del Podemos que hoy pugna por preservar su espacio a la izquierda del PSOE y frente a Sumar desnudó la erosión del bipartidismo; y las de mayo de 2019, que coincidieron con municipales y autonómicas, consolidaron la victoria que los socialistas había cosechado en las generales del mes anterior, pero sin que en el plano interno se despejara la incertidumbre sobre la formación del Gobierno que desembocó en la repetición de los comicios aquel noviembre con el pacto posterior de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Ahora, un lustro y todo lo que ha llovido después han convertido la cita de este 9 de junio en una segunda vuelta del endiablado escrutinio del 23 de julio de 2023 que permitió a Sánchez retener la Moncloa granjeándose a todo el soberanismo.
Recobrado, no sin desasosiego, de la frustración que le produjo la insuficiente mayoría cosechada en la últimas generales para poder gobernar, el PP de Alberto Núñez Feijóo no ha ocultado en estos diez meses que concebía las europeas como un nuevo asalto para ratificar que es la opción de voto hegemónica entre los españoles y para apuntillar políticamente, en su caso, a un Sánchez al que creen que van a multiplicársele las dificultades para sacar adelante sus iniciativas y los Presupuestos de cara a 2025 por las exigencias de sus socios catalanes y vascos, más allá de cómo se resuelva la gobernabilidad tras el 12-M. Los de Feijóo, que comenzaron la semana intentando zafarse de la pinza del PSOE y Vox a cuenta de la crisis diplomática abierta con Argentina a raíz de las proclamas agraviantes de Javier Milei contra Sánchez y su esposa, enfilan la campaña aferrados a la imagen de «ingobernabilidad» que interpretan que ha transmitido Sánchez tras el maratoniano pleno del miércoles en el Congreso y, sobre todo, el fracaso de las leyes sobre la prostitución y del suelo.
Los socialistas corren el riesgo de que la fragilidad parlamentaria exhibida ante la ofensiva de Feijóo y los suyos y, sobre todo, por los desmarques de sus socios debilite el subidón político y anímico que representó la victoria de Salvador Illa el 12-M catalán. «Nosotros salimos a ganar y el PP sabe que les podemos ganar», sostienen en Ferraz, con el combate argumental contra «la internacional ultra» como bandera y por oposición a unos populares persuadidos de que están en condiciones de ambicionar una victoria «clara, que no haya que explicar». Y remiten, frente al PSOE y frente a Vox, al gran acto de propulsión de su campaña con la manifestación contra las políticas de Sánchez en la Puerta de Alcalá este domingo.
Teresa Ribera abrió su campaña electoral de cara al 9-J en Valencia escoltada por las dos principales espadas del partido: Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero.
El primero en tomar la palabra fue el ex presidente socialista, quien entonó un discurso en muchos momentos socarrón al hablar de la derecha. Zapatero primero consideró que «el mejor Gobierno de Europa es el de coalición progresista en España». No profundizó el ex secretario general de los socialistas, pero lanzó el mensaje en una semana en la que Sumar ha tumbado junto a los otros socios parlamentarios de los sociales dos leyes estrella presentadas por el PSOE. Y respecto al conflicto con el presidente de Argentina, Javier Milei; Zapatero fue tajante: «Al presidente del Gobierno se le respeta, y a su mujer también».
Sánchez no rehuyó el conflicto con el Gobierno de Buenos Aires. Defendió la justicia social que Milei calificó de «aberración» en la la reunión de la «internacional ultraderechista» el pasado fin de semana en Madrid. Y aseguró que votar por el PSOE y por Ribera significa apostar por la educación y la sanidad públicas. «Los hombres de negro y los de la matosierra –en referencia al mandatario argentino– nos ven como un problema porque hemos demostrado que se puede crecer económicante mientras se sube el Salario Mínimo Interprofesional o se incrementa la hucha de las pensiones», zanjó. Y concluyó el presidente del Gobierno ante un público entregado: «Que nos os quede ninguna duda, resistiré».
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, regresó este jueves a Barcelona para levantar el telón de la campaña europea en un mitin junto a la candidata del PP al 9-J, Dolors Monserrat, y el líder de los populares en Cataluña, Alejandro Fernández. Antes, en el Cercle d'Economía, el jefe de los populares dio a conocer por primera vez su postura sobre los pactos con la extrema derecha en el Parlamento europeo. Lo hizo diferenciando a la primera ministra italiana, Georgia Meloni, del resto de formaciones de la derecha radical con las que el Partido Popular europeo en principio no quiere pactar.
«No me parece homologable a otros partidos que se consideran extrema derecha», reflexionó Feijóo, obviando que la dirigente líder de Fratelli d'Italia está representado en la misma familia política que congrega también a Vox y que ésta intervino el domingo en el acto Viva24 de Vistalegre junto al presidente argentino Javier Milei, la diputada nacional de Francia Marine Le Pen o el primer ministro húngaro, Viktor Orban.
Feijóo recordó que el PPE aprobó en su congreso en Rumanía que su «planteamiento no es una alianza con la extrema derecha»como la de la anterior legislatura europea y aseguró que a la izquierda le interesa que haya una ultraderecha «porque cuanta más extrema, más se centra la izquierda», apostilló.
En el mitin, arremetió contra la división que evidenció ayer el PSOE con Sumar en el Congreso y proclamó. «De las urnas no van a poder huir», señaló, ofreciendo al PPcomo alternativa para «recuperar el prestigio de las instituciones».
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