El Partido Popular de Alberto Nuñez Feijóo volvió a ganar en las urnas al PSOE de Pedro Sánchez, como en las legislativas del 23 de julio. Pero al igual que en aquella ocasión, doblando el número de escaños y absorbiendo el electorado de Ciudadanos, la ... victoria no será suficiente para plasmar una contestación masiva frente al Gobierno que le obligue a volver a consultar a los ciudadanos y adelantar elecciones generales. Algo parecido a lo que el partido de Marine Le Pen ha forzado a hacer en la Francia de Macron.
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El centro derecha español había planteado la consulta europea, último escrutinio en clave nacional antes de las próximas legislativas, en clave de 'O Sánchez o voluntad de cambio', aunque el propio líder popular admitió durante la campaña electoral que superar por menos de cinco puntos de distancia a los socialistas sería «insuficiente». El hecho es que los resultados de las elecciones europeas no han estado a la altura del nivel de expectativa que se había generado, en medio de un clima de polarización extrema desde que Pedro Sánchez decidió ceder la amnistía a cambio de su investidura y la legislatura quedase en manos de Puigdemont.
La polarización social, buscada principalmente por el inquilino de la Moncloa, le ha funcionado haciendo una piña de los que el mismo Sánchez vino a denominar «los zurdos». La gran paradoja es que un presidente que llegó al poder como el azote de la corrupción, exigiendo dimisiones o ceses al primer síntoma, no de culpabilidad penal sino de falta de ejemplaridad, cerrase su campaña electoral de la mano de su esposa imputada y poniendo en valor a una condenada por el caso de los ERE de Andalucía, la exministra Magdalena Álvarez. La polarización, con llamamientos como «No pasarán», produce un efecto amnesia y exculpación de los propios casos, presuntos o acreditados, de abuso de poder, tráfico de influencias, en las propias filas. Eso puede explicar que, ni el caso Koldo-Abalos, ni la imputación de la esposa del presidente, haya tenido un efecto reactivo en el electorado. La contraofensiva de Moncloa, con la negación de todo, la acusación a la oposición de enfangar la política, y una hiperactiva internacional con Palestina como tema clave han neutralizado la estrategia de la oposición.
Europa gira a la derecha con claridad como ya habían girado gobiernos de países importantes como Italia o Países Bajos, pero en España la trascendencia de este movimiento y sus preocupantes consecuencias no se ha analizado durante la campaña electoral porque de los retos de Europa y los peligros que le acechan no se ha hablado. No se ha hablando de inmigración ilegal, de ralentizar las políticas climáticas o de la tenaza económica que nos puede aplastar con EEUU de un lado y China de otro. Aunque el bloque de la investidura haya sufrido un apreciable desgaste y en el global europeo socialistas, Verdes y Liberales sean los perdedores de la consulta, Sánchez seguirá resistiendo atrincherado en Moncloa pese a su debilidad y la de sus socios, con el Gobierno de Cataluña en el aire y los Presupuestos de 2025 en el alero.
El problema es que el triunfo de la propaganda y el populismo, tanto en la derecha radical como en la izquierda, está generando una importante fatiga ciudadana y una degradación de las formas democráticas. Los cuatro puntos de diferencia entre Feijoo y Sánchez, aunque no sirvan como moción de censura al Gobierno, le obligan, ahora sí, a tomarse unos días de reflexión porque en estas condiciones tres años de legislatura se harían insufribles.
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