Entre el nudo de carreteras que conforma el esternón de los suburbios de Detroit, los minaretes del Islamic Center of America ven pasar varias veces a la semana las comitivas de la campaña presidencial, que en plena recta final machacan sin descanso el Estado de ... Míchigan, en busca de los 15 electores que da la cuna del automóvil. Lo que los candidatos no ven son las lágrimas de quienes celebran en su mezquita las misas de difuntos por los familiares caídos en Líbano y Gaza.
Publicidad
«Esto ya no es cuestión de política. Es un tema personal. La gente se pasa el tiempo de funeral en funeral llorando a su familia», explica Imad Hamad, presidente del American Human Rights Council y asesor del American-Arab Anti Discrimination Comittee. Cada noche se pasa al menos dos o tres horas zapeando entre al Jazeera, la BBC, Al Manar, Al Arabiya... «Nunca sabes en qué momento va a salir tu pueblo o incluso tu calle, y si verás a algún conocido».
Desde que a principios del siglo pasado Henry Ford empezase a contratar sirios y libaneses en su fábrica de River Rouge Complex, Míchigan ha sido la meca americana de la comunidad árabe y musulmana, que concentra en el Estado a 310.000 personas. Más que suficiente para salvar las elecciones a cualquiera de los dos candidatos.
Noticia relacionada
Cuando Ford se reubicó en Dearborn, donde Hamad nos recibe en su oficina, enmarcada por los rascacielos de Detroit al fondo, se llevó consigo a los trabajadores de su línea de ensamblaje. Ahora quienes trazan sus raíces a Oriente Medio o el norte de África suponen el 55% en esa ciudad de 110.000 habitantes. Desde el censo del año pasado constituyen la primera urbe de EE UU con mayoría de origen árabe, como ya demostró la elección del primer alcalde de origen musulmán, el demócrata Abdullah Hammoud, y la primera diputada palestina en el Congreso, Rashida Tlaib.
15 escaños electorales
de los 270 que se necesitan al menos para ser proclamado presidente, se reparten en el Estado de Míchigan. En 2020 los demócratas ganaron las elecciones aquí por 148.645 votos. Biden obtuvo 2.795.649 respaldos (50,5%) y Trump 2.647.004 votos (47,9%)
Hay más de 85.000 libaneses en Míchigan, la mayoría chiíes del sur de Líbano, la zona que en estos días revive en tierra propia el horror de Gaza, a manos «del mayor criminal de nuestro tiempo», acusa indignado el pacifista palestino. «Yo voté por Biden. Es muy doloroso para nosotros. Nadie esperaba que Netanyahu llegase tan lejos. Y lo más impactante es que el mundo sea incapaz de pararlo».
Publicidad
Por un momento pareció que la campaña electoral les iba a dar la oportunidad de hacerse valer como bloque de votantes y cambiar el curso de la guerra, sentados como están en un Estado clave para los políticos. Hamad y otros líderes de su comunidad se han reunido varias veces con los equipos de Donald Trump y Kamala Harris, que los cortejan con más tenacidad que convicción.
Diez millones habitantes tiene Míchigan. Es el décimo Estado más poblado de la Unión. Sus principales ciudades son Detroit con 633.218 residentes, Grand Rapids (196.608), Warren (136.655) y Lansing (capital), con 112.115.
55% de los vecinos de la ciudad de Dearborn, con 110.000 personas en su censo, tiene origen árabe. Se trata de la primera urbe de EE UU con mayoría musulmana.
Pendientes de Líbano Más de 85.000 habitantes de Míchigan proceden de este país, la mayoría chiíes del sur, donde se concentran los bombardeos israelíes desde hace un mes.
«Les digo, dame algo que presentar a mi comunidad para poder ayudarte, pero nada, solo buenas palabras», lamenta. Para Hamad y su gente, «esta es la guerra de Biden, más americana que israelí», opina, porque todo el mundo sabe que, sin el apoyo político, diplomático, económico y militar de EE UU, sería imposible que Netanyahu continuase su campaña.
Publicidad
El equipo de Harris/Walz simpatiza con él. Cuando les habla, consigue emocionarlos. Se van con las lágrimas saltadas, pero su incapacidad para pasar de la retórica a los hechos ha dejado a este y otros activistas de Detroit con el carburador gripado, convencidos de que no hay esperanza para su pueblo. «No somos tan ingenuos como para pedir un embargo de armas, pero sí que se atengan a estrictas normas humanitarias o consigan un alto al fuego temporal», explica. Ni eso. Faltan menos de dos semanas para las elecciones y ya no hay posibilidad de arrancarles ningún compromiso. Las cartas están echadas. A ellos solo les queda decidir cómo castigarán a Biden, si apoyando a Trump, a un tercer partido o quedándose en casa. «¿Cómo vas a votar por el hombre que es responsable de la muerte de tu familia? Aquí dicen: 'vota por el diablo si hace falta, mientras no votes por Biden'. Hay que pasarle factura al genocida de Joe».
Lo que sí saben los demócratas es que sin Míchigan pierden las elecciones. Que se lo digan si no a Hillary Clinton, que por 10.704 votos se convirtió en la única de su partido en perder este Estado en casi tres décadas. Lo dio por hecho, convencida por sus encuestas internas de que llevaba cinco puntos de ventaja. Un error que Biden subsanó y que no piensa cometer Harris, que lo visita hasta tres veces por semana. Trump y los suyos, todavía más. El viernes pasado se cruzaron al celebrar mítines a la misma hora a poca distancia. El martes, Barack Obama triplicó el tamaño de su público en el centro de convenciones Huntington, el mismo en el que al republicano le falló el micrófono. Había que darle en la cara. Cuanto más cabreado lo tengan, más se retratará.
Publicidad
Para repetir la victoria de 2016, el expresidente ha encargado a su consuegro, el multimillonario libanés Massad Boulos, cuyo hijo se casó hace dos años con Tiffany Trump, ganarse a los líderes árabes y musulmanes de Míchigan. «Es un hombre amable, pero su objetivo es que Trump salga elegido. El nuestro es parar la masacre».
Hamad está convencido de que el 95% de su comunidad no hubiera votado por «genocide Joe». A la vicepresidenta la consideran parte del mismo Gobierno. En la última cuenta, Alaa Ali, médico de urgencias en el área de Detroit y miembro fundador de Doctors Against Genocide en Míchigan, ha perdido en los bombardeos de Gaza a 130 miembros de su familia, a razón de dos o tres por semana. Eso incluye a su hermano pequeño, Mohammad. Cada mañana enciende el teléfono con el corazón encogido para leer los mensajes fúnebres de WhatsApp. «¿Cómo vas a votar por alguien que es responsable de la muerte de tu familia?», pregunta.
Publicidad
Para él no ha sido difícil escuchar el canto de sirenas que trae el consuegro de Trump. «Nos asegura al 100% que si gana el martes 5 se pondrá a trabajar por la paz al día siguiente y acabará con la guerra antes de que tome el poder en enero. Se lo está tomando más en serio», opina. El propio candidato ha hecho algo que nadie creía posible: Disculparse. Le tocó a Belal Alzuhiry, imán yemení de la mezquita de United Community Center en Hamtramck, que se reunió con él durante 15 minutos al término de su discurso en Detroit Economic Club. Con su lengua afilada, el magnate había dicho en un mitin que los yemeníes «son conocidos terroristas», pero en privado y a la cara admitió que «cometió un error» y les pidió perdón.
4,5% de desempleo
soporta este Estado, un poco por encima de la media estatal (4,1%). La industria automovilística es su principal motor, y Detroit la capital estatal del sector, aunque Míchigan destaca también por ser el segundo mayor productor de hierro del país.
El gesto dio sus frutos. La semana pasada Amer Ghalib, alcalde de Hamtramck, la mayor comunidad yemení del país, se fotografió con el empresario en su oficina de campaña, lanzando un poderoso mensaje a los votantes. «Tenemos una historia de desencuentros con el Partido Republicano que estamos intentando resolver», entonó. «Como sabéis, el presidente Trump dice que el país está en declive y el barco se está hundiendo. A veces es sabio surfear las olas para llegar a buen puerto», sugirió.
Noticia Patrocinada
Pese a las presiones de quienes les responsabilizan de que Trump vuelva al poder, lo único que los líderes musulmanes discuten estos días, casi cada tarde, en reuniones virtuales, es buscar una respuesta unificada que les dé fuerza como bloque para el futuro. Hamad votará por Jill Stein, candidata del Partido Verde. Alaa, por el republicano. Y muchos de los jóvenes que votaron sin comprometer en las primarias, por ninguno. Bastará con quedarse en casa para mostrar su repudio. Y si eso facilita la victoria de Trump, que así sea.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.