El 'déjà vu' es tan inesperado como cruel. Vuelve Donald Trump y los sudores fríos ya recorren los cuarteles generales de Bruselas. Una maltrecha Unión Europea ha comenzado a revivir una de sus peores pesadillas y con ella ya han empezado a aflorar las arengas ... con tintes de tono existencial llamando a la «unidad» para hacer frente a un escenario incierto pero ni mucho menos inédito. Si las segundas partes nunca fueron buenas, ésta no parece que será la excepción a la regla.
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Emmanuel Macron, cómo no, fue el encargado de marcar el paso y a primera hora de ayer habló con el canciller alemán, Olaf Scholz, para cerrar filas y trabajar codo con codo en favor de una «Europa más unida, más fuerte y más soberana». La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abogó por tender su mano y envío una «calurosa felicitación» al republicano porque la «UE y EE UU somos algo más que aliados».
¿Seguro? Tiremos de hemeroteca. El 16 de mayo de 2018, Donald Trump llevaba casi año y medio residiendo en la Casa Blanca. Aquel día, desde Sofía, en una declaración previa a una cena informal de los jefes de Estado y de gobierno de la UE, el entonces presidente del Consejo Europeo y hoy primer ministro polaco, Donald Tusk (el 'otro Donald', como se hacía llamar en aquella época), fue el encargado de soltar la rabia que el club comunitario llevaba acumulada por el «maltrato» diplomático que venía sufriendo.
«Además de los desafíos políticos tradicionales como el auge de China o la posición agresiva de Rusia, hoy estamos viendo un nuevo fenómeno: la asertividad caprichosa de la Administración norteamericana. Viendo las decisiones del presidente Trump, alguien podría incluso pensar: «Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?». Un durísimo mensaje que seguía al que Angela Merkel, entonces todopoderosa canciller alemana, lanzó días antes en Aquisgrán. «La época en la que podíamos confiar en Estados Unidos se acabó. Europa debe poner su destino en sus propias manos», advirtió.
Siendo realistas, tampoco se podía esperar mucho de una persona que antes de llegar a la Casa Blanca llamaba a la UE 'hellhole' (agujero del infierno). Aquel primer mandato de Donald Trump fue una «pesadilla» geopolítica y económica para un club que se vio obligado a intentar reinventarse deprisa y corriendo poniendo encima de la mesa prioridades como la 'Europa de la Defensa' porque la solidez de la OTAN comenzaba a resquebrajarse. El problema de Europa, como casi siempre, es que las urgencias tardan un mundo en materializarse y que una vez superada la amenaza y sorteado al abismo, todo se olvida demasiado pronto a la espera de la próxima crisis. ¿Quién iba a pensar que Trump iba a regresar a la Casa Blanca tras haber perdido las elecciones de 2020 frente a Joe Biden, 'uno de los nuestros'?
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Pero en la UE, hace ya demasiado tiempo que impera la maldición de que si algo puede salir mal... saldrá. En efecto, Donald Trump ya está aquí y lo hace en el peor momento de una Unión Europea sacudida por los populismos, los extremismos y debilitada por la delicada situación económica y política que atraviesa el eje francoalemán.
A la UE, por ahora, solo le queda cruzar los dedos para que el futuro presidente de EE UU dirija toda su ira hacia China con una guerra comercial sin cuartel contra el gigante asiático. Es exactamente lo que pasó en su primer mandato. Eso sí, después de un par de años de tregua, estalló una batalla arancelaria (con el acero como gran protagonista) que, salvo sorpresa, volverá a reeditarse porque el proteccionismo en toda su crudeza parece que llegará para quedarse.
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