A Trump se le cierran las puertas

Podía haber sido una honrosa derrota, porque el presidente ha batido su propia marca al ganar seis millones de votos más que en sus primeras elecciones, pero él mismo ha reconocido ser un mal perdedor. Su asesor económico Peter Navarro, uno de los grandes ideólogos del 'America First' y la guerra de los aranceles, aseguro ayer a Fox News que la Casa Blanca sigue operando con el convencimiento de que ha ganado un segundo mandato. Lo revelador no eran sus acusaciones de fraude, sino la tensión en el círculo de poder, donde «cualquier especulación de que Joe Biden haya ganado es irrelevante», afirmó.

Cada día crecen las presiones para que acepte la derrota y facilite la transición al nuevo presidente electo. «No pensamos que ignorar la realidad ayude al país ni al partido», declaró ayer su ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton. Entre los que se rendían a destaca el multimillonario Charles Koch, que ha financiado el ala libertaria del Partido Republicano y la creación del Tea Party. Al felicitar públicamente a Biden y Kamala Harris por su victoria, daba un toque de atención a «la mayoría de los legisladores republicanos que todavía tienen que admitir esa realidad electoral», pero también a la Casa Blanca, «que impide que avance la transición».

Nadie de los que forman parte del sistema quiere que el sistema se hunda con Trump. Por eso el petrolero texano ofreció la mano al presidente electo con el que pretende «buscar terreno común y trabajar en todos los temas que nos sea posible». Koch no apoyó a Trump en la campaña, pero tiene una gran influencia en los líderes del partido que tienen miedo a perder tracción entre los votantes. Al fin y al cabo Trump ha ganado 73 millones de votos en estas elecciones. Una buena parte de esos votantes se irán con él y eso puede condenar al Partido Republicano a la derrota. Con esa amenaza ha comprado el silencio de los legisladores, porque sin los dos escaños que se jugarán en Georgia durante una segunda vuelta el 4 de enero perderían la mayoría del Senado.

Dos meses es demasiado tiempo para Trump. La erosión al sistema democrático puede ser irreparable. El 70% de los republicanos cree ya que el pasado día 3 hubo fraude, pese a que el Departamento de Seguridad Doméstica traicionó el jueves al presidente al decir en un comunicado que han sido «las elecciones más seguras de la historia». Según el Consejo de Coordinación e Infraestructura de Gobierno, «no hay pruebas de que ningún sistema haya borrado, cambiado o perdido votos en manera alguna».

Ante la cerrazón del mandatario y los relevos que ha hecho esta semana en la cúpula militar para llenarla de leales, los militares de carrera que quedan al frente se han sentido obligados a tranquilizar al país, frente a un redoble de tambores que suena a autogolpe de estado. «No hemos jurado defender a un rey o a una reina, a un tirano o a un dictador, sino a la Constitución», aprovechó para decir el jefe del estado mayor, general Mark Milley, durante la presentación del nuevo secretario de Defensa en funciones que Trump nombrase el lunes. La declaración cogió a su nuevo jefe por sorpresa. «Creo que todo lo que puedo añadir es 'amén'», le saludó Christopher Miller.