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xabier garmendia
Miércoles, 4 de noviembre 2020
Es tradición en Estados Unidos que el candidato perdedor sea el primero en comparecer para asumir la derrota. Hasta suele llamar al ganador para felicitarle, en sintonía con el modélico traspaso de poderes que siempre ha caracterizado al país norteamericano. Donald Trump, en cambio, ... ha dinamitado todos los puentes. Salió el primero a la palestra, sí, pero para denunciar un supuesto fraude que amenaza con llevar los comicios a un limbo legal repleto de interrogantes, pero con soluciones.
¿Qué pasa si Donald Trump no acepta los resultados electorales?
La mera declaración de intenciones de Trump no ha implicado nada hasta ahora porque la aceptación del resultado es cuestión de diplomacia. Otra cosa es que pase a las acciones legales. El candidato republicano puede abrir el frente del recurso, aunque para ello deberá argumentar bien la acusación de fraude electoral, por el momento bastante inconsistente. Lo deberá hacer, además, en cada uno de los Estados en los que crea que se ha cometido tal irregularidad. El tribunal competente en cada zona emitiría una resolución tras la cual Trump podría elevar su denuncia al Tribunal Supremo. Este órgano está actualmente dominado por una mayoría conservadora que podría beneficiarle.
¿Cuál es el calendario de aquí en adelante?
Independientemente de que los recursos dificulten el proceso, las elecciones presidenciales aún tienen un largo camino por recorrer tras la jornada de votaciones. Según el calendario establecido, todos los posibles contenciosos -como ocurrió en la disputa entre George W. Bush y Al Gore en 2000- deberán estar resueltos para el 8 de diciembre. Porque seis días después, el 14, se reunirán los compromisarios de cada Estado para emitir sus votos. El 6 de enero el Congreso los recibe, confirma el recuento y comunica oficialmente el nombre del presidente electo, que debe jurar su cargo dos semanas después, el 20 de enero, en Washington DC.
¿Y si para entonces no se han resuelto las disputas judiciales?
En caso de que para el 8 de diciembre no estuviera claro el ganador, los compromisarios que emiten el voto electoral podrían ser designados por la Cámara legislativa de su Estado, lo cual no tendría por qué guardar relación con los resultados de estos comicios presidenciales. Para más inri, el sentido del voto de esos delegados debería ser ratificado por el gobernador, lo que abriría la puerta a un nuevo cambio si la Cámara y el Ejecutivo estuvieran controlados por partidos distintos. En lugares clave como Wisconsin, Michigan y Pensilvania, los gobernadores son demócratas, por lo que Trump tendría las de perder.
¿Puede un compromisario ignorar el mandato de las urnas?
Son los llamados 'faithless electors' (electores desleales) y son una excepción, solamente 157 en toda la historia de Estados Unidos. La Constitución no explicita que los compromisarios que eligen al presidente deban respetar el mandato de las urnas y votar por el candidato más apoyado. Sin embargo, la mayoría de Estados se han cubierto las espaldas a través de leyes que contemplan sanciones. Hasta hoy, solo se ha bloqueado por esta vía un nombramiento. Ocurrió en 1836, cuando un grupo de electores se negó a ratificar como vicepresidente a Richard M. Johnson ante las sospechas de que tenía hijos con una mujer afroamericana. Fue elegido por el Senado gracias a la decimosegunda enmienda de la Constitución.
¿Y si se diera un empate a delegados electorales entre Biden y Trump?
Es algo bastante improbable, pero tendría solución. Esa enmienda 12 de la Carta Magna también establece que, en caso de empate, la elección del presidente pasa a manos del Congreso, donde cada Estado tendría un voto y, por tanto, ganaría el que sumara 26 apoyos. Así se han dirimido dos disputas hasta la fecha. En 1801, el beneficiado fue Thomas Jefferson. En 1825 lo fue John Quincy Adams, quien, al igual que Trump con Hillary Clinton, había perdido en el voto popular.
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