Cuando Viktor Orbán visitó el pasado verano a Donald Trump en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, se mostró convencido de que el magnate tenía la «solución» a la guerra de Ucrania. Cuatro meses y una vertiginosa campaña electoral después no ha cambiado ... su opinión. Todo lo contrario. El primer ministro húngaro dio este domingo un paso más en esta teoría y aseguró que el candidato republicano será un «presidente pro paz» si vuelve a la Casa Blanca, un regreso del que se mostró convencido. Es, dijo, «lo que esperamos». Y esa victoria afectaría, a su jucio, a la postura de Europa frente a la invasión rusa ya que «no podrá soportar sola las cargas» del conflicto, en el que Kiev se habría quedado sin el dinero y el armamento de su principal pilar, Estados Unidos.
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La guerra de Ucrania será una de las cuestiones que se abordarán en la cumbre de la Comunidad Política Europea que se celebra el 7 de noviembre, precisamente, en Budapest, la capital húngara. Será la primera cita de los líderes comunitarios tras las elecciones norteamericanas aunque es una incógnita si habrá ya un resultado definitivo o, al menos, lo suficientemente claro para saber quién heredará la presidencia de EE UU. Orbán, en cualquier caso, ejercerá de anfitrión del encuentro, donde invitará al resto de socios de la UE a repensar la ayuda a Kiev. Si por él fuera, le cerraría el grifo y en eso también coincide Trump.
El dirigente magiar nunca ha ocultado su sintonía con el líder republicano y hace sólo unas semanas afirmó que abriría «varias botellas de champán» si vencía el 5 de noviembre. El pasado jueves le telefoneó para desearle «toda la suerte» en los comicios. Orbán, que regresó al poder en 2010, tras un primer mandato entre 1998 y 2002, es uno de los contados mandatarios europeos que se declara abiertamente trumpista. Hay una especie de admiración e inspiración mutua entre los dos políticos, con tendencia al populismo y al proteccionismo. Hasta comparten eslogan. Del 'Make America Great Again' que promovió el expresidente estadounidense y que ha convertido en todo un movimiento en torno a su figura al 'Make Europe Great Again' que el húngaro adoptó como lema para su presidencia de turno del Consejo de la UE, que termina en diciembre. Y, sí, también ha entonado en más de una ocasión el «Hungary first».
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Su buena relación viene de lejos. En 2016, en la campaña que llevó a Trump hasta la Casa Blanca, Orbán defendió que el multimillonario era «una mejor opción para Europa» que Hillary Clinton, entonces aspirante demócrata a la presidencia. La candidata, que había visitado Hungría como secretaria de Estado de EE UU en 2011, expresó su preocupación por la democracia en este país después de que el líder populista hubiera aprovechado la mayoría de su partido en el Parlamento de Budapest para reescribir la Constitución a su antojo. El magnate, en cambio, se deshacía en halagos hacia él: «Eres respetado en toda Europa. Probablemente, como yo, un poco controvertido, pero está bien», le dijo en una reunión en el Despacho Oval en 2019. Todo un esfuerzo por parte del empresario, que no suele ver a nadie a su altura.
El afecto del primer ministro magiar hacia Trump, a quien considera «gran amigo», ha resistido a todo tipo de obstáculos. Desde el asalto al Capitolio en 2021 tras la arenga del expresidente a sus simpatizantes hasta sus incontables problemas con la Justicia. «No hay nadie mejor, más inteligente, mejor líder que Viktor Orbán. Es fantástico», le ha agradecido el magnate, que incluso nombró al político húngaro en el discurso que dio el pasado verano durante la convención republicana que le ratificó como candidato a estas elecciones.
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Algunos compañeros de partido del magnate, de hecho, miran a Orbán como un modelo a seguir. Admiran el populismo ultranacionalista, la lucha contra la inmigración y contra los derechos del colectivo LGBTQ y el control de la Justicia y de los medios que ejerce quien se presenta como campeón de la democracia liberal. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores advierte sobre una «orbanización de EE UU». Según este organismo, veteranos de la Administración Trump creen que es «necesaria una toma de control similar –a la húngara– de los instrumentos del Gobierno de Estados Unidos» para tener éxito en un hipotético segundo mandato del republicano tras los comicios de del 5 de noviembre.
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