Una de las cosas que llaman la atención de la campaña electoral en Estados Unidos es que los candidatos dedican a la política exterior apenas unos minutos, casi siempre para hablar con brocha gorda de la amenaza china o de la inmigración que viene del ... sur. La superpotencia occidental hace tiempo que decidió replegarse sobre sí misma. El ideario de Donald Trump se resume en el eslogan 'América primero', que significa más aislacionismo y menos colaboración. Para Kamala Harris, la política internacional no es una prioridad. Pero ha heredado el pragmatismo y el atlantismo de Joe Biden. Sabe que para que Estados Unidos siga siendo proveedor de estabilidad global necesitará apoyos en todas las regiones del mundo.
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La Unión Europea y sus Estados miembros, sin embargo, no figuran en los debates. La región del Asia-Pacífico es la prioridad estratégica de Estados Unidos. Da igual la enorme interdependencia económica y la coincidencia en valores básicos entre las dos orillas del Atlántico. Biden es el último presidente a la vez proeuropeo y que se siente europeo, irlandés por más señas. Ha intervenido de forma activa para paliar el 'brexit' y ha fortalecido la relación especial con Alemania, el 'hegemón' europeo. Ante la invasión rusa de Ucrania, el presidente ha liderado una coalición internacional de más de cuarenta países, y ha hecho posible la resurrección de la OTAN.
A Trump no le interesa mucho Europa y ve con simpatía los movimientos de extrema derecha antiBruselas. Harris pertenece a una generación más joven, no formada en la Guerra Fría. No tiene lazo afectivo alguno con el Viejo Continente, más allá de su buen conocimiento del mundo del vino. Ha participado en la Conferencia de Seguridad de Múnich, una cita anual que cada vez pone más de relieve la falta de capacidades europeas en seguridad y defensa. A diferencia de Trump, Harris no debilitará a la OTAN, pero sí será exigente con los aliados para que lleguen a los niveles necesarios de inversión en defensa (Italia y España siguen en la cola).
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Carlos Benito
En estos días, sin embargo, Trump sí habla de un país europeo, el Reino Unido, para denunciar una «campaña ilegal de contribuciones e interferencias». Le ha molestado enormemente que el Partido Laborista haya enviado hasta cien expertos y asesores a trabajar con Kamala Harris, algunos de ellos muy sénior. La ironía es que las verdaderas interferencias, rusas y chinas, no le parezcan tan graves. Sir Keir Starmer ha contestado con ligereza que sus colegas viajan a Estados Unidos a hacer voluntariado en su tiempo libre. Unas actividades benéficas que si gana Trump pueden tener consecuencias muy negativas.
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