Hay pocas ciudades con crecimiento negativo. Detroit ha sido una de ellas durante décadas. Y esto nunca ocurre por buenas razones.
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A medio camino entre Cleveland y Chicago, si uno se desvía hacia los Grandes Lagos debe tener cuidado de no equivocarse de carril en ... la salida, porque en breve se encontrará en Canadá mirando a Toronto. Y encima es necesario llevar el pasaporte. Salvo para las empresas que han mudado sus fábricas a México o Canadá. Una puerta trasera por la que se sacuden a los sindicatos cambiando a plantas más pequeñas y baratas, gracias al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC) de Bill Clinton en 1994.
Con la fuerza de sus movilizaciones, el todopoderoso sindicato United Auto Workers, dotado de un millón de socios, ha logrado para sus miembros empleos bien pagados, seguro médico y jubilaciones dignas a los 55-60 años, según se tengan entre una y tres décadas cotizadas. El sueño americano de cualquier obrero es tener casa propia, un coche, que lo del transporte público aquí no se estila, y retirarse cómodamente cuando aún se puede disfrutar de la vida.
Con la automatización y el comercio global, los buenos tiempos en los que Ford y General Motors vistieron a 'Motown' –como se conoce a Detroit– de autopistas y rascacielos acabaron dando paso a la decadencia de fábricas en ruinas y edificios abandonados, esqueletos oxidados de una era gloriosa en los que se instaló la delincuencia y la corrupción. El remate de ese declive llegó con la crisis hipotecaria de 2013, cuando la ciudad se convirtió en la mayor urbe americana de la historia en declararse en bancarrota. Lo bueno de tocar fondo es que solo se puede salir hacia arriba.
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Carlos Benito
Una década después de que la cuna del automóvil se convirtiera en el símbolo de la decadencia americana, hoy es un modelo de revitalización. «En crisis hay oportunidad», según los taoístas. Gente como Cherie Styles, una afroamericana de Illinois, reubicada en Las Vegas, se compró en 2018 su primera propiedad en la bolsa del Ayuntamiento por 7.000 dólares (casi 6.500 euros al cambio). Su valor se estima hoy en 180.000 (unos 166.000 euros). No es la única casa que tiene: ha reinvertido y hoy suma trece. Ha hecho buenos contactos en el Consistorio, aprovecha las ayudas para «embellecer» el barrio, construir parques comunitarios y ofrecer formación profesional a los jóvenes.
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El Detroit de la bancarrota se ha convertido en un laboratorio de artistas y bohemios, en un Estado que puede ser muy blanco y muy negro a la vez, depende de dónde se esté. Entre los mosaicos que enmarcaban la feria para estrenar el voto anticipado se regalaba mucha cerveza y comida de barbacoa. A poca distancia, Detroit Action, dedicada a «unir a los trabajadores negros y latinos» para «ganar la justicia económica y social», celebraba una fiesta con la que calentar motores entre sus voluntarios, de cara a movilizar el voto. Todo bien rapeado, por supuesto.
15 escaños electorales
de los 270 que se necesitan al menos para ser proclamado presidente, se reparten en el Estado de Míchigan. En 2020 los demócratas ganaron las elecciones aquí por solo 148.645 votos. Biden obtuvo 2.795.649 apoyos (50,5%) y Trump 2.647.004 (47,9%).
10 millones
de habitantes tiene Míchigan. Es el décimo Estado más poblado de la Unión. Sus principales ciudades son Detroit con 633.218 residentes, Grand Rapids (196.608), Warren (136.655) y Lansing (capital), con 112.115.
«Date una vuelta por el Downtown, Detroit es muy agradable», insistía orgulloso John D'Angelo, un jubilado de Ford, durante un mitin de Obama, uno de esos actos que nadie se quiere perder. Es cierto que el centro de Detroit ha resucitado, pero la mayoría de los estadounidenses no lo sabe. Por eso a la cadena Fox le fue tan fácil tergiversar las palabras de Lizzo, la rapera femenina en el Guinness de los récords, ganadora de cuatro Grammy, que prendió la furia en las tertulias conservadoras. «Dicen que si Kamala Harris gana, será Make America like Detroit again (Haz América como a Detroit de nuevo)», contó la rapera desde el escenario. «Y yo les digo: Si gana Kamala, ¡que haga que toda América sea tan orgullosa como Detroit! ¡Tan resiliente como Detroit! Este es el mismo Detroit que innovó la industria del automóvil y la musical. ¡Más respeto por Detroit!».
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El público hacía retumbar el suelo zapateando a silbidos. A la mañana siguiente los tertulianos de Fox contraponían Míchigan a Texas, como ejemplo de un Estado MADA contra MAGA. A elegir entre convertirse en epicentro del éxodo o en motor de crecimiento económico al que han gravitado empresas como Tesla, Oracle, HP y Caterpillar. Al trumpismo le gusta polarizar a la sociedad, pero hay grises.
Styles está tan satisfecha con su nueva vida de casera y activista comunitaria, que uno pensaría que es un voto seguro por la primera mujer de color con posibilidades de llegar a la Casa Blanca, pero lo de sentar allí a un hombre de negocios sin mentalidad de político le deslumbra como luces de neón. «En el pasado Trump ya ha demostrado que puede mover al país en la dirección correcta», opina. A su lado, David Arnold, de 30 años, coloca los postes de la luz y le lleva la contraria: «Hay que darle una oportunidad a Kamala Harris, como mujer de color que es».
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El proyecto de Styles es un ejemplo de cómo la ciudad ha aprovechado el inventario inmobiliario que absorbió con la crisis de las hipotecas basura para reforzar el tejido social e inyectar oportunidades. Detroit vuelve a ser un lugar vibrante de música rap y grandes murales, con sus chirridos de acelerador en la madrugada, sin perder las casas apuntaladas e industrias abandonadas, en barrios donde todavía se habla por modelo de coche fabricado o año de contrato. El 'America first' de Trump ha logrado tocar la fibra de la clase trabajadora, pese a que durante su mandato el sector manufacturero perdiese empleos y se cerrasen tres plantas. Frente al eslogan populista, Biden y Harris se atrevieron a ser los primeros presidentes de la historia en cruzar una línea de piquetes y apoyar abiertamente las demandas del sindicato. La guerra por el voto obrero de Míchigan es feroz.
Una de las plantas cerradas con Trump, la de Hamtramck, ha reabierto tras una reestructuración, que igualmente ha resultado en pérdidas de empleo y mayor resentimiento. «La gente está muy mal informada. Se cree que los coches eléctricos van a quitarles los empleos y, en realidad, es lo que los va a salvar», opina D'Angelo, que hacía transmisiones en Ford antes de jubilarse con la pandemia.
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Las fábricas eran la fuente de empleos seguros y bien pagados para toda la vida, que ya no se encuentran fácilmente. Ante la falta de oportunidades, «muchos chicos se desvían a la delincuencia, caen en las drogas, entran a robar en las casas…», cuenta Styles.
En esta ciudad chocolate en la que cerca del 80% de la población es afroamericana, el tirón de Obama, con Eminem de telonero, mueve a las masas. Míchigan se ha acostumbrado en esta campaña a recibir la atención de los primeros espadas. Sus 15 electores lo ponen en el centro del universo, así como la convicción de que por ese muro azul se le hundió a Hillary Clinton la victoria. «Pero no os preocupéis, la gente sabrá responder a tanta responsabilidad», prometió esa noche la gobernadora Gretchen Whitmer, con el expresidente por testigo.
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