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La clara victoria de Donald Trump ha despejado todas las dudas sobre si Estados Unidos volvería a caer en el nacional-populismo, superado durante el mandato de Joe Biden. Los estadounidenses no se han fiado de Kamala Harris, una candidata improvisada y representante de la ... izquierda demócrata, que no obstante ha hecho todo lo posible en su fugaz intento de frenar a Trump. Si el anciano presidente hubiese anunciado hace un año que no se presentaba y facilitado unas primarias competitivas, hoy el resultado de las elecciones podría ser muy distinto.
El magnate neoyorquino vuelve a la Casa Blanca con un mandato popular inapelable y planes muy concretos. Ya no es impredecible, aunque su carácter sombrío y agresivo y sus tics autoritarios son preocupantes. Sus partidarios le piden ahora que frene la inmigración y deporte a muchos recién llegados, haga que el país viva más aislado del resto del mundo y ya no sea proveedor de estabilidad global. También reclaman menos impuestos, más barreras al comercio, menos protección del medio ambiente y promover una agenda muy conservadora en asuntos de familia. Con la ayuda del poder legislativo, Trump está dispuesto a darles todo eso y más. Será el primer presidente condenado y con varias acusaciones penales abiertas. Está por ver si recurrirá al auto-indulto en algún momento.
Europa tiene un serio problema con el regreso de Trump, bien ilustrado por el hecho de que Emmanuel Macron ha felicitado al candidato republicano cuando todavía no estaba confirmada su victoria. Vamos a asistir a una lamentable desunión europea en la reacción a la victoria de un político que celebró el Brexit y jalea a Viktor Orbán y Nigel Farage. Nos tenemos que preparar para una competición poco aleccionadora entre los dirigentes europeos, dispuestos a demostrar quién admira y respeta más a Trump, «un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo», como en la película 'Atraco a las tres'.
Sin duda el líder europeo más preocupado con este resultado es Volodímir Zelenski. Sabe que Trump quiere negociar de forma inmediata un alto el fuego con Vladimir Putin, al que recompensaría por la invasión con la anexión de las provincias del Este. Tras la partición de Ucrania, el gobierno de Kiev no obtendría una garantía de seguridad de la OTAN ni de Estados Unidos. Todos los europeos tienen mucho que perder en los próximos cuatro años del segundo mandato de Trump. No disponen de capacidades propias en seguridad y defensa, justo cuando el mundo ha entrado en una era más peligrosa. La prosperidad global y las instituciones multilaterales han dejado paso a una geopolítica basada en la fuerza.
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