Kamala Harris y Donald Trump acumulan docenas de actos de campaña y ya no saben qué hacer para deshacer el empate. Los mítines recientes están menos sujetos a un guion. Los candidatos se dejan llevar por sus intuiciones, movidos por una cierta desesperación, y revelan ... más claramente lo que de verdad piensan.

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Un buen ejemplo ha sido el macro evento de los demócratas en Houston, Texas, que ha reunido a 30.000 personas y ha acabado siendo una gran fiesta, con un DJ que ha hecho bailar a todo el estadio. Es muy poco frecuente que un candidato a la Casa Blanca gaste uno de los últimos días de campaña en un estado fuera de su alcance (se estima que el voto en el colegio electoral de los delegados de Texas será una vez más a favor de Trump). Pero el mitin en Houston ha permitido a Harris denunciar las restricciones al aborto que se han aprobado en este territorio, con el apoyo de dos artistas locales de enorme popularidad, Beyoncé y Willie Nelson. La aspirante demócrata ha hablado a las mujeres de Estados Unidos y ha intentado movilizar a votantes independientes de todo el país. Harris ya no es la candidata del cambio, el optimismo y la alegría, un mensaje que no cala entre muchos ciudadanos descontentos. A cambio, hace como Trump, alienta los miedos y se presenta como la portadora de muy malas noticias si no gana el 5 de noviembre.

Por su parte, el candidato republicano ha celebrado un gran mitin en su estado natal, Nueva York. Trump ha elegido el escenario mítico del Madison Square Garden para convocar a los suyos y competir en número de asistentes con su rival, una de sus obsesiones. Lo ha hecho sin pretender cambiar la preferencia de los neoyorquinos hacia los demócratas. Se ha conformado con jugar (y dormir) en casa. Ha insistido en sus mensajes cada vez más sombríos y duros sobre la amenaza de la inmigración, que según él aumenta la delincuencia, el acierto de la multiplicación de los aranceles a los productos chinos o la falta de lealtad de sus anteriores colaboradores.

Trump está enfadado y reprime menos los insultos. Una encuesta reciente le otorga doce puntos menos que a Harris en lo que se refiere a honradez y fiabilidad y seis puntos menos en preocupación por lo que quieren los votantes. Pero los muestreos a nivel nacional sirven de poco. En los próximos días veremos a los dos candidatos volcarse en los barrios y comarcas clave de Michigan y Pensilvania, donde unos miles de votos van a decidir el resultado.

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