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Los líderes de opinión demócratas y republicanos que siguen los estadounidenses en la batalla de Donald Trump y Kamala Harris por la Casa Blanca. Una serie que contrapone a 'celebrities' y personalidades influyentes de ambos candidatos.
Sin George Clooney, el partido demócrata se arrastraría ahora ... por la zona baja de las encuestas. Fue el galán por excelencia del cine actual el que dio el paso decisivo para conseguir que Joe Biden se retirase de la carrera electoral tras la lamentable imagen que ofreció en el debate con Donald Trump. Con su intervención -una carta publicada en 'The New York Times'-, Clooney demostró una capacidad de influencia sin igual en la política norteamericana, algo que hasta ahora había estado fuera del alcance de los personajes más carismáticos de Hollywood. Nunca un artista ha sido tan decisivo en la política estadounidense.
Si el actor ha conseguido ese estatus es gracias a una carrera política de larga distancia, sin estridencias y en la que ha conseguido cimentarse una fama buen hombre. Un activismo que obtuvo su respaldo definitivo en 2014, cuando se casó con la abogada Amal Alam Uddin, una letrada anglolibanesa especializada en derechos humanos y justicia internacional. Este matrimonio hizo que el activismo saliera de la pancarta y la calle para pisar las alfombras rojas.
Clooney alcanzó la fama al final de los 90 pero en esa época solo era un sex symbol al que se le conocía por gustos extraños como tener un cerdo de mascota. Aunque ya participaba en recaudaciones de fondos para todo tipo de causas benéficas, su despegue político se produjo durante el mandato de George W. Bush, cuando mostró su rechazo a la invasión de Irak. En ese momento, el Hollywood de derechas daba sus últimos coletazos. Personajes como Mel Gibson o el director y guionista David Mamet, representantes del conservadurismo hollywoodiense, no conseguían arrastrar a la taquilla. Ahí surgieron personajes como Clooney.
En 2008, el actor fue nombrado mensajero de la paz de las Naciones Unidas y al año siguiente apoyó la candidatura de Obama a la presidencia. En 2012 llegó a ser detenido cuando se manifestaba en la embajada de Sudán en Estados Unidos. Clooney llegó a asegurar que la mayoría del dinero que ganaba con los anuncios de Nespresso lo dedicaba a financiar una campaña de vigilancia por satélite para controlar las supuestas atrocidades del dictador de Sudán, Omar al Bashir.
Su matrimonio con Amal Alam Uddin le catapultó a la élite mundial de las causas justas. Ella ha formado parte, por ejemplo, del equipo defensor de Julian Assange. El matrimonio fundó entonces la CFJ (Fundación Clooney por la Justicia, por sus siglas en inglés).
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En mayo se supo que ella formaba parte del equipo jurídico de la fiscalía del Tribunal Penal Internacional que había pedido el procesamiento de Benjamín Netanyahu y de los líderes de Hamás por los crímenes cometidos durante la guerra de Gaza. El equipo de Biden intentó atribuir la carta de Clooney contra Biden -que respalda a Netanyahu- a un deseo de apoyar a su esposa. Pero esas acusaciones no sirvieron para nada. El poder de Clooney es demasiado fuerte.
'Oppenheimer' encierra un secreto que tiene mucho que ver con la política actual de Estados Unidos. El nombre de su productor ejecutivo permaneció oculto hasta el estreno de la película y no se hizo público hasta que la obra sobre el padre de la bomba atómica ya había arrasado en las salas norteamericanas. Solo cuando el filme ya estaba consolidado se divulgó quién era una de las personas que estaba detrás de su éxito: el actor James Woods. La campaña de silencio alrededor de su trabajo como productor ejecutivo pretendía evitar que el apoyo de este artista a Donald Trump generase una política de cancelación contra 'Oppenheimer' y arruinase su éxito.
James Woods, que llegó a ser en dos ocasiones candidato a los Oscars, representa el minoritario mundo de Hollywood que se declara abiertamente republicano y no duda en mostrar su apoyo al magnate. Esa opción política le convierte en una rara avis en un mundo como el de la fábrica de sueños, en el que un pasado mucho más conservador ha ido desapareciendo con los años hasta convertirse en la vanguardia de los planteamiento demócratas y del movimiento woke. La época en la que Ronald Reagan recibía el apoyo de los actores para ser gobernador de California o Charlton Heston era el mascarón de proa de la Asociación Nacional del Rifle se ha esfumado.
La carrera del actor despegó con obras como 'Salvador'. Esta película del rebelde y liberal Oliver Stone era una denuncia del apoyo de Estados Unidos a los escuadrones de la muerte salvadoreños en la guerra civil que arrasó el país en los 80. Woods llegó a estar nominado al Oscar por su papel en el filme. Volvería a estar en la quiniela de las estatuillas en 1997 por 'Fantasmas del Missisipi', una película contra el racismo. En esa época, el actor se declaraba demócrata.
Su caída del caballo se produjo un año más tarde, cuando el presidente Bill Clinton fue sometido al 'impeachment' por sus mentiras sobre sus relaciones extramaritales. Woods formó parte de un amplio grupo de artistas que se sintieron defraudados por los Clinton y fue el que más lejos llevó su contrariedad. En vez de marcar distancias con los demócratas comenzó a utilizar 'Twitter' para mostrar su apoyo a los republicanos. Su fiebre antidemócrata se disparó con la llegada de Donald Trump. El actor se convirtió entonces en el mayor defensor del polémico millonario en las redes sociales, lo que le supuso el ver cancelada su cuenta en numerosas ocasiones. A Joe Biden le trató como a un trapo y se convirtió en una de las voces de la 'altright' más dura contra su mandato.
En el nuevo Hollywood se ha convertido en un personaje a evitar y sus últimos trabajos se han limitado a poner voz a videojuegos y dibujos animados. A él le ha dado igual. Su cuenta de X, ahora defendida por Elon Musk, es un puñetazo diario a cualquier cosa que suene a demócrata.
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