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El pasado fin de semana, alguien robó el cartel de 'Harris/Walz' que Stephanie Small tenía en su jardín. «Y ya tengo dos más de repuesto, por si se los vuelven a llevar», cuenta desafiante. Las cosas están tensas, pero Small confía en que los ... republicanos «normales» inclinarán la balanza electoral a favor de la vicepresidenta.
«La gente está harta de tanto loco extremista», asegura. Una de las que votará demócrata porque está horrorizada con Donald Trump y su movimiento Make America Great Again (MAGA) es Donn Huntsinger, de 63 años, que reconoce que el magnate hizo algunas cosas buenas» durante su presidencia, «pero no compensan». Su marido se resiste, porque está registrado como republicano desde 1960, pero ella es persuasiva. «Estoy preocupada, ya no reconozco a mi partido. Bajo las garras de Trump se ha convertido en algo retorcido y malvado que nada tiene que ver con nuestros valores tradicionales», expresa con tristeza.
Lo suyo es la campaña silenciosa ('quiet campaign'), que no se refleja en las encuestas. Arizona solía ser un estado sólidamente republicano, que se había pintado sistemáticamente de rojo desde 1952, con la única excepción de Bill Clinton en 1996. Hasta que Joe Biden lo ganó por apenas un 0,3% en las elecciones pasadas y las encuestas lo convirtieron en un punto púrpura, que puede inclinarse hacia cualquiera de los dos candidatos.
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Carlos Benito
Small se mudó a Fénix hace treinta años siguiendo a un amor, y aún valora la sensación íntima que le ofrece una gran ciudad de 1,6 millones de habitantes, cuya área metropolitana se ha extendido a casi 5, el doble que en 1990. Desparramada por el desierto y bañada en las sombras de su pasado, la asombrosa transformación económica que ha convertido a este lugar en el Desert Valley del país, ha atraído fuertes inversiones de empresas como Amazon, Google, Walmart o Target, además de las industrias aeroespacial, sanitaria y biocientífica.
La preocupación por esos veranos «que nunca se acaban» se refleja en un interés electoral por el cambio climático y el manejo de los recursos naturales, especialmente el agua, que no se oyen mucho en esta campaña. Pero Huntsinger tiene un motivo ulterior para querer convencer a sus familiares y amigos cercanos de que voten por Kamala Harris: el remordimiento. En 2016 apoyó a Trump, confiesa bajando la voz. «Pensé que al país le vendría bien la gestión de un hombre de negocios. Me equivoqué», lamenta. «Haré todo lo que esté en mi mano para que no vuelva a la Casa Blanca. Es nuestro Hitler», sentencia.
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