El sheriff del condado de Fulton (Georgia), W. Wade Yates, añora los procesos electorales de los años noventa del pasado siglo. «Entonces, el Departamento de Policía se dedicaba simplemente a dirigir el tráfico. Era todo lo que hacíamos», recuerda en el diario The New York ... Times.
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Ya nada es igual, sobre todo desde el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando partidarios de Donald Trump protagonizaron una revuelta e invadieron la Cámara al no aceptar la derrota electoral del líder republicano unos meses antes. El fantasma de una guerra civil planeó sobre un país que presume de ser un modelo democrático. La polarización, el aumento –a través de las redes sociales– de información falsa que alienta la teoría de un fraude electoral, el temor a ataques informáticos de actores como China, Irán o Rusia, los dos recientes intentos de asesinato contra el magnate, las amenazas a trabajadores encargados de controlar el proceso de las urnas y la quema en las últimas jornada de varios buzones con papeletas han provocado que muchos centros de votación se transformen en fortalezas y que las autoridades locales ordenen un despliegue policial sin precedentes para «salvaguardar la democracia».
«No toleraremos ningún disturbio, ningún tipo de violencia», avisó la jefa de Policía de Washington, Pamela A. Smith, en el diario The Washington Post. Todos los agentes de su departamento, unos 3.300, serán movilizados. Trabajarán en turnos de doce horas y han quedado cancelados los días de permiso y de vacaciones. «No hay que generar alarma, pero tenemos que garantizar la presencia de suficientes policías en cada calle y rincón del distrito», subrayó Smith. Si es necesario, se recurrirá a fuerzas de seguridad de otros núcleos cercanos. El temor y la ansiedad ante la posibilidad de que se desaten incidentes es general.
El condado de Maricopa (Arizona) es la zona cero para los conspiradores negacionistas: los que dudan de la limpieza de los comicios. En 2020, cuando Trump acusó a Joe Biden y los demócratas de robarle la presidencia gracias a un fraude en las elecciones, en este rincón del país falló el 20% de los tabuladores electrónicos durante aquella cita con las urnas. Ese problema obligó a los votantes a depositar manualmente sus papeletas en una caja de seguridad para ser posteriormente contadas. Las teorías de las conspiración, alentadas por el multimillonario, crecieron exponencialmente.
El próximo martes los centros de votación de Maricopa parecerán instalaciones militares: drones de vigilancia aérea, vallas con alambres de púas, chalecos antibalas para autoridades y distintos cargos, cristales antibalas, detectores de metales en las puertas, medidas de ciberseguridad adicionales... hasta francotiradores apostados en edificios cercanos, según publicó la cadena NBC. El dispositivo de seguridad armada se prolongará varias jornadas las 24 horas de cada día.
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En Los Ángeles, por ejemplo, habrá perros rastreadores para detectar sustancias peligrosas en los sobres. Y los funcionarios han recibido un curso para saber cómo actuar si se produce un escape de algún producto tóxico.
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Hace unos días un hombre fue acusado en Tampa (Florida) de amenazar con despellejar vivo a un trabajador de un colegio electoral. Intimidaciones así se han repetido en las cuatro esquinas del país. «El hecho de que estas personas tengan que preocuparse por su seguridad es incomprensible e inaceptable», denuncia Christopher A. Wray, director del FBI. En septiembre, el Departamento de Seguridad Nacional advirtió sobre «actividades preparatorias o violentas ilegales basadas en una narrativa que contempla una guerra civil inminente».
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El FBI forma parte del grupo de trabajo sobre amenazas electorales creado en 2021 –tras el asalto al Capitolio– por el fiscal general Merrick B. Garland. En ese organismo están también el Departamento de Seguridad Nacional, el Servicio de Inspección Postal y varias agencias de ciberseguridad. Desde el pasado viernes, el FBI y funcionarios de ese grupo vigilan desde un centro de mando en Washington y otros puntos por si surge algún peligro. En ese caso, coordinarán una respuesta federal. En un país donde hay 121 armas por cada 100 habitantes, cualquier chispa puede activar un polvorín.
Ignacio Arana, profesor de Ciencia Política de Carnegie Mellon University, cree que las «probabilidades de que ocurra un nuevo asalto al Capitolio son muy escasas». «Primero –argumenta– porque las penas impuestas a los que hicieron aquello han sido muy severas. Y segundo porque el Congreso dispone de una nueva Policía que lo resguarda».
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Los dos candidatos se han blindado. Trump ha dejado de jugar al golf después del atentado frustrado contra él mientras practicaba este deporte. Agentes del Servicio Secreto lo acompañan en cada momento. «Estoy rodeado de más hombres y armas que nunca», asegura el magnate. Kamala Harris ha recurrido a cristales antibalas durante algunas de sus intervenciones públicas y siempre aparece rodeada de guardaespaldas. Antes de que los dos circulen por alguna calle, los edificios cercanos son peinados en busca de francotiradores. Reciben «protección de nivel presidencial, algo que nunca se había hecho antes», contó a la CNN el exagente secreto Evy Poumpouras. Disponen de un equipo de contraataque, una unidad de contravigilancia, otra de respuesta a francotiradores y de vehículos a prueba de balas.
Trump, además, llegó a plantear que el día de los comicios la Guardia Nacional y el ejército se desplieguen en los colegios electorales. Como si acudir a votar fuera casi como ir a la guerra.
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