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Dios me perdonó la vida para que yo salve a América». Es una frase del deslavazado discurso del republicano Donald Trump cuando ya se sentía presidente 'in pectore' de Estados Unidos, convencido de la visión mesiánica de su función y de la de su país. ... Venía avalada, además, por el arrope de los líderes evangélicos que le habían ungido como un «instrumento de Dios» para derrotar a Kamala Harris, considerada como «el anticristo», y desenmascarar su «retórica anticristiana» en esa batalla espiritual entre el bien y el mal. Se ha cumplido la profecía. «Dios me ha salvado por alguna razón», había interpretado tras el intento de asesinato del pasado 13 de julio.
Las proyecciones demoscópicas de estas elecciones con implicaciones globales han situado en un 56% el apoyo de los católicos a Trump, frente al 41% que ha cosechado Harris. Nada menos que 15 puntos de diferencia. Hace cuatro años, Joe Biden acaparó el 52% en ese estratégico caladero, pero con un estrecho margen del 47% que obtuvo su contrincante. Había ya una tendencia en curso. Es verdad que Biden era un católico sin complejos y que la identidad religiosa de Kamala Harris, bautista, criada por un padre anglicano y una madre de fe hindú y casada con un judío, era más complicada de vender, pero en Estados Unidos se está produciendo una ideologización en las creencias religiosas con una retórica ultraconservadora.
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Massimo Faggioli, historiador y teólogo, considera que «es parte de la poseuropeización de la religión estadounidense, que la está haciendo cada vez menos capaz de lidiar con los valores de la ilustración, la secularización y el multiculturalismo». El experto en la identidad religiosa de los norteamericanos cree que está en camino una ruptura generacional, «que señala una interrupción muy profunda en la tradición de los católicos en la política estadounidense», según recoge 'La Croix International'. Hace ya tiempo que los investigadores sociales habían detectado la creciente influencia de los jóvenes católicos conservadores en la derecha de Estados Unidos, un segmento de la población dominada por intelectuales de ese credo. ¿Se está produciendo un cambio de mentalidad?
La mayoría de los evangélicos y católicos blancos han respaldado a Trump, mientras que Harris ha contado con un importante apoyo entre los protestantes negros, los católicos hispanos, los judíos y los musulmanes, pese a que la religión ha tenido una escasa presencia en la campaña. Quizás porque los estadounidenses religiosamente no afiliados (ateos y agnósticos) alcanzan ya el 28% de la población, casi el doble del registro que había en tiempos de Obama. Aún así, según APVoteCast, ocho de cada diez evangélicos blancos han respaldado a Trump, lo que confirma la solidez de esa base electoral, que se ha movilizado en los Estados pendulares. Es la segunda vez que el magnate accede a la Casa Blanca con el impulso de los cristianos. ¿El poder de la fe?
Se supone que los católicos cultivan valores como el apoyo a los desfavorecidos, la acogida a los inmigrantes o la protección del planeta, en línea con los postulados que predica el papa Francisco. Y, sin embargo, apoyan a un candidato que se encuentra en las antípodas de la Doctrina Social de la Iglesia, lo que supone una amenaza para el catolicismo social. Tiene que haber otras claves, algunas relacionadas con la economía y el estilo de vida. En el caso de los evangélicos están claras. El rechazo al aborto y a los derechos del colectivo LGTB, pero también su idolatría a la 'teología de la prosperidad', que favorece el individualismo y el capitalismo, desde una interpretación fundamentalista y conservadora de la Biblia.
Tampoco es un obstáculo para los grandes defensores de los valores familiares y tradicionales el perfil egoísta y transgresor de Trump, casado tres veces y protagonista de escándalos sexuales, con una moral privada que deja mucho que desear. Su formación religiosa es mínima, y se nota en sus tuits superficiales, en los que postea oraciones con imágenes de la Virgen. Es un líder imperfecto, pero es fuerte y viril. Un tipo duro. Es un «defensor del cristianismo y es Dios quien le ha abierto el camino hacia la Casa Blanca» tras escapar de la muerte. Por eso le brindan su cobertura. Les gustaría que el país fuera gobernado según las enseñanzas de la Biblia, porque empalma con su mito fundacional, con los padres fundadores. Una mezcla de nacionalismo religioso y patriotismo.
El Vaticano, que había invitado a votar «por el mal menor», ha deseado a Trump «mucha sabiduría» para ser presidente de todo el país y superar la polarización. Los obispos, que ya entraron en la guerra cultural, han apelado a la «unidad» con un discurso poco comprometido. En su momento se enfrentaron a Biden por su apoyo al aborto y le negaron la comunión; ahora está por ver cómo se sitúan frente a Trump y su vicepresidente católico, que se contradicen con muchos de los postulados del Evangelio. Faggioli sostiene que hay un catolicismo «tradicionalista y de golpe de Estado», que tiene a Francisco como enemigo. El exnuncio cismático Carlo María Viganó, excomulgado recientemente por la Santa Sede, se ha apresurado a aplaudir la victoria del multimillonario porque «marca un formidable revés para el plan criminal del Nuevo Orden Mundial». Conspiración y puritanismo.
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