Melchor Sáiz-Pardo, Cristian Reino y María Eugenia Alonso
Enviado especial. Elna (Francia) | Barcelona | Madrid
Viernes, 10 de mayo 2024
La desconcertante campaña catalana, opacada en su primer tramo por el retiro del presidente Sánchez para meditar sobre su continuidad en la Moncloa y orillando el asunto -la ley de amnistía- que ha polarizado al extremo la política española desde las generales del 23 de ... julio, ha tocado esta tarde-noche a su fin con las espadas en alto entre el candidato del PSC, Salvador Illa, y un Carles Puigdemont muy confiado en sus posibilidades gracias a la movilización de los suyos al otro lado de la frontera. Si las últimas encuestas, publicadas el lunes por la prohibición de la ley electoral de poder hacerlo después, apuntaban a una nítida victoria del exministro de Sanidad, dos sondeos que tratan de sortearla editándose en Andorra y en un medio australiano han ido acortando distancias con la lista del expresident, lo que, sumado a sus propias estimaciones internas, han disparado el optimismo de Junts en la recta final hacia las urnas.
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En la periferia del pulso que libran Illa, reforzado en estas postreras horas en dos mítines con intervención de Sánchez, y Puigdemont, Esquerra combate el desaliento de unas expectativas que sitúan a Pere Aragonès fuera de la Presidencia de la Generalitat y con un papel postelectoral que puede ser tan decisivo como envenenado: con quién configurar una posible alternativa de Gobierno, si es que el escenario no desemboca en un bloqueo que obligue a una nueva convocatoria electoral en otoño. Si Sánchez se juega afianzar al PSC como primera fuerza y su relato sobre las bondades de su controvertida estrategia de pactos con el independentismo, el PP de Alberto Núñez Feijóo y Alejandro Fernández tienen ante sí el desafío de sacar al partido de la irrelevancia y superar a un Vox que resiste como sigla de referencia de la derecha española en Cataluña. Todos, con intereses dispares, llaman a concentrar el voto mientras intentan persuadir a ese 40% de indecisos que sugieren las prospecciones sociológicas.
Un total de 5,7 millones de catalanes están llamados mañana a votar. En sus manos está decidir si la política catalana pasa página al 'procés' o si esta senda se reactiva. Hay una tercera opción, el bloqueo, que nadie sea capaz de armar una mayoría de investidura y haya que repetir elecciones. Las encuestas apuntan a que Salvador Illa puede ganar las elecciones. Pero Carles Puigdemont, que está ante la última oportunidad de su carrera, le pisa los talones. La promesa de su regreso, esté en disposición de ser investido o no, ha sido su principal reclamo de campaña. Y ha conseguido neutralizar el efecto del amago de retirada del presidente del Gobierno, anunciado un día antes del inicio de la campaña.
Illa puede ganar, pero puede ser un triunfo agridulce, si se queda a las puertas de gobernar, como ya le ocurrió en 2021 o a Inés Arrimadas en 2017. Pedro Sánchez se ha volcado en la campaña catalana. Se la juega, tras pactar con los independentistas a cambio de una amnistía. Su apuesta por la normalización política de Cataluña se examina en las urnas. La agenda del reencuentro puede saltar por los aires si Puigdemont reedita la mayoría secesionista. A un mes de las elecciones europeas, quedará tocado.
Sánchez echó este viernes el resto. Por la mañana, visita a Tarragona y baño de masas en el mercado de la ciudad. Contacto con la gente. Por la tarde, en el quinto mitin con su presencia de la carrera hacia el 12-M, se arremangó literalmente con la candidatura de Illa y hasta se puso una camiseta, con el logo del exministro, para llamar a la movilización. Su objetivo es que el PSC pueda «ganar, gobernar y abrir una nueva etapa» en Cataluña. El dilema, a su juicio, es «PSC o bloqueo». Recordó los años del 'procés' y responsabilizó de la «quiebra de la convivencia» a «dos presidentes de derechas» a Mariano Rajoy y a Carles Puigdemont. «Dos presidentes socialistas en Madrid y Barcelona» resolverán los desafectos y los desencuentros, se conjuró. Y acabó citando a Aznar y su ya célebre «quien pueda hacer, que haga». «Quien pueda votar, que vote a Illa», parafraseó. Los socialistas buscan el 'hat-trick': presidente del Gobierno, presidente de la Generalitat y alcalde de Barcelona, como en la época de Zapatero. Les falta el Palau de la Generalitat.
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Unas 3.500 personas llenaron el pabellón del Valle de Hebrón, en la capital catalana, además de las 500 que se quedaron fuera. Lejos quedan las campañas en que el PSC llenaba el Palau Sant Jordi, al calor de las promesas de un nuevo estatuto. En cualquier caso, fue la mayor asistencia de toda la campaña entre todas las formaciones.
Los indecisos, en torno al 40%, tienen la llave del resultado del 12-M. Illa apeló directamente al votante socialista clásico, al elector de izquierdas, al que está pensando en la abstención, a los soberanistas «despistados», que no acaban de tenerlo claro, así como a los jóvenes y a las mujeres. Solo hay dos opciones, recalcó el candidato socialista: seguir como hasta ahora, con una mayoría independentista que a su juicio bloquea o abrir una nueva etapa. «Quien quiera más de lo mismo, tiene muchas papeletas, incluso la abstención, quien quiera una nueva etapa, tiene el PSC», remató.
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Los de Illa necesitan movilizar al votante metropolitano y al abstencionista. La mitad del votante socialista está en contra de la amnistía. Y una parte del potencial elector del PSC tiene un dilema: arriesgarse a que gane Puigdemont o tragar con la ley de amnistía. En las generales, Sánchez recibió un fuerte apoyo en Cataluña. Pero no dijo que amnistiaría a Puigdemont. El 23-J, el votante socialista catalán se movilizó contra el PP y Vox. Veremos en esta ocasión, pues de hecho, la cuestión de la amnistía y de la independencia ha pasado casi a un segundo plano durante la camapañ.
Illa necesita superar los 40 escaños (sobre 135) para obtener una victoria clara como la que pidió con Sánchez . Sus opciones de gobernar pasan por que el secesionismo no sume la mayoría absoluta. En ese caso, podría haber un tripartito de izquierdas. Aunque Puigdemont amenaza a Sánchez con retirarle el apoyo parlamentario si no le deja gobernar. Eso sí, el presidente del Gobierno tiene una última baza, porque la ley de amnistía aún no se ha aprobado.
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Nada de frías pantallas esta vez. Baño de multitudes, como si de la Plaza de Sant Jaume se tratara, pero al otro lado de la frontera y con un ambiente enfervorecido, casi épico, en el que la remontada se da por hecho. Carles Puigdemont puso punto y final a la campaña electoral más atípica regalándose un mitin con más de 3.500 asistentes, el más numeroso de los celebrados estas semanas en Francia. Un evento que en realidad acabó siendo más un acto de exaltación de la figura del candidato de Junts, quien parece estar convencido no solo de que va a regresar en breve a Cataluña, sino que además lo va a hacer como cuando se marchó otoño de 2017, o sea como presidente de la Generalitat.
Puigdemont –flanqueado por Laura Borrás y Jordi Turull- volvió este viernes a Elna, el pintoresco pueblecito de los Pirineos Orientales, a solo 35 kilómetros de la frontera, y que en el imaginario independentista se ha convertido en una suerte de 'Jerusalén de la Catalunya Nord', desde que en esta villa se escondieran las urnas usadas en el referéndum ilegal del 1-O. En Elna, en la misma ciudad en la que el 21 de marzo anunció que sería el candidato de los posconvergentes y en la que el 6 de abril se presentaron las candidaturas de Junts, Carles Puigdemont llamó a los suyos a un último empujón para el domingo ganar al sprint a Salvador Illa.
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Precisamente, la creciente sensación en el seno de Junts de que en los últimos días se están acortando las distancias con el PSC ha sido la que provocó que a última hora los posconvergentes decidieran echar toda la carne en el asador en Elna, suspendiendo el cierre de campaña que habían diseñado en los Jardinets de Gràcia, en Barcelona, y donde el todavía prófugo iba a intervenir de forma telemática. Un colofón por 'plasma' que iba a ser «poco estimulante» en un momento clave, reconocieron este viernes algunos responsables de Junts, que dijeron tener sondeos internos que apuntan, «al menos» a un empate a 36 diputados con los de Illa.
Sin pantallas de por medio, el candidato, en carne y hueso en el mitin en las antiguas escuelas de este pueblo de Rosellón, no tuvo que arengar demasiado a los suyos. La parroquia que este viernes viajó, mayormente en autobuses fletados por el partido, a Elna eran los más fieles. El perfil mayoritario eran jubilados de ANC, algunos reincidentes en su peregrinaje primaveral al sur de Francia, dispuestos a desgañitarse al grito de «presidente, presidente» y que básicamente sienten una devoción casi religiosa por Puigdemont (con el que no pararon de hacerse 'selfies') y por el fallido procés de 2017.
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Entre esteladas, banderas del 1-O, gritos de «independencia», 'foodtracks' con los logotipos de Junts y puestos merchandising con 'mini-urnas' de plástico conmemorativas, Carles Puigdemont clamó por «mantener el ritmo de esta movilización titánica» de esta «campaña audaz» a los dos lados de la frontera que, según él, ha dado un vuelvo a «las encuestas en las que veníamos de abajo».
El candidato de Junts ni siquiera citó a ERC pero dejó claro que considera que su formación es «la única organización independentista que puede ganar las elecciones y la única capaz de plantar cara» a la represión y hacer «efectiva la independencia». Como otros de los intervinientes, sin tampoco citar expresamente a Salvador Illa, le calificó despectivamente de «gobernador civil» de «Madrid» que pretendía unas «elecciones planas y rutinarias» para que todo siguiera igual.
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Alberto Núñez Feijóo echó este viernes el cierre a la campaña en Cataluña convencido de que el PP será la cuarta fuerza política y quedará por delante de Vox. Para ello, los populares necesitarían cuadruplicar los tres escaños que obtuvieron en 2021, cuando tocaron suelo electoral. Aunque empezaron la campaña con una cómoda ventaja sobre los de Santiago Abascal, que cuentan con once escaños en el Parlamento catalán, el margen se ha ido estrechando con el paso de los días demostrando su fortaleza.
Con ese horizonte, Feijóo apeló desde Hospitalet de Llobregat, municipio del 'cinturón rojo' de Barcelona, en la necesidad de ejercer el voto útil para «multiplicar» los resultados del electorado constitucionalista. «No conozco a nadie que haya ganado las elecciones dividiendo el voto», aseguró defendiendo que concentrar el voto en torno a las siglas del PP es garantía de éxito como «único partido de Estado de Cataluña» y como «la única alternativa real» al socialismo y al independentismo.
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Aunque introducirse en el caladero de voto de Vox es muy limitada por la alta fidelidad con la que cuenta el partido de Abascal, el dirigente gallego ha intentando en los últimos días socavar esa resistencia llegando a hacer suyo el discurso de Vox al vincular la inmigración ilegal con la okupación. Ayer aparcó el tema y optó por lanzar dardos contra su rival más directo, por «denostar el estado de las autonomía para conseguir algunos votos».
Por ello, Feijóo pidió el voto «a los votantes que fueron de Vox» porque, dijo, «saben perfectamente» que el PP es «el lugar apropiado para concentrar sus votos». También se lanzó a por el electorado de Ciudadanos, alegando que esta formación, al borde de la extinción definitiva, «es hoy el PP de Cataluña» después de haber absorbido a su electorado, así como a por el voto de los socialistas y nacionalistas desencantados para pasar página «cuanto antes» del 'procés' y abrir «una nueva etapa». Y evitar, de paso, que Cataluña y España, remarcó Feijóo, «no la decidan entre dos, ni se la repartan entre dos», en alusión a Carles Puigdemont y Pedro Sánchez.
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Si las últimas encuestas que podían publicarse en España pintaba mal este lunes para Esquerra, el tramo final de la campaña ha intensificado las dudas sobre el futuro electoral de la formación que empató con el PSC a 33 escaños en 2021, que se erigió en la sigla referencial del independentismo y que aupó a la Presidencia de la Generalitat a Pere Aragonès. Los republicanos cerraron campaña ante 500 simpatizantes en el Moll de la Costa de Tarragona, con Aragonès llamando a congregar en su candidatura el voto soberanista de izquierdas para evitar, entre otras cosas, que el rey Felipe VI «se pasee por el Palau de la Generalitat» de la mano del socialista Salvador Illa.
«Esto solo lo puede garantizar ERC», proclamó el jefe del Govern, que estuvo arropado, entre otros, por el presidente de su partido, Oriol Junqueras, y el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián. Aragonès realzaba así ante los suyos la que ha sido una de las divisas de su mandato, los plantones al jefe del Estado español. Conscientes de que este 12 de mayo se ha convertido en un mano a mano entre Illa y un Carles Puigdemont que busca rentabilizar los acuerdos en los que se ha beneficiado de la dependencia parlamentaria de Pedro Sánchez por la vía de trivializar los conseguido por Esquerra, los republicanos han intentado en el tramo final hacia las urnas movilizar a los suyos y retenerlos agitando el miedo a un retorno de la 'sociovergencia'; es decir, los viejos entendimientos entre el PSC y la CiU que hoy encarnaría Junts. Aragonès clamó por frenar a aquellos que, frente a las conquistas sociales que atribuye a su discutido mandato en minoría, «destrozan el Estado del bienestar o a aquellos que ponen Cataluña en manos de la Moncloa», en alusión los de Puigdemont y a los socialistas. Junqueras, enfrentado desde hace años a Puigdemont, reivindicó la autenticidad del compromiso de Esquerra con la independencia plasmado en el referéndum ilegal del 1-O.
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