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Asomarse a la Cataluña que está llamada hoy a votar sin certidumbres sobre el futuro Govern y bajo el fantasma del bloqueo supone pulsar la complejidad de un ecosistema social y político que, antes que al estado de su relación con España, pasa examen introspectivo ... sobre dónde está ella misma y hacia dónde va. Cuatro miradas trazan los perfiles poliédricos de la comunidad de la que pende la gobernabilidad de la legislatura española.
Previene Jaume Clotet (Barcelona, 1974) de que el retrato que se le pide será parcial. Pero el análisis se impone a la pasión. El último ganador del prestigioso Josep Pla con 'La hermandad del ángel caído', exdirector de Comunicación de la Generalitat de Carles Puigdemont e imputado por el 1-O, aguarda la amnistía mientras relata que él es el único independentista de una familia bien avenida con padre del PP y hermana socialista. Ve «cansancio», sí, en los no nacionalistas porque «el 'raca-raca'» del 'procés' –retranquea– «no está resuelto». «Pero no pasa nada», templa, al tiempo que asume que esta Cataluña encara desafíos sociales trabados, quizá, «por exceso de ideología».
Los catalanes de hoy «se parecen bastante», sostiene, a los que han votado siempre entre un «catalanismo mayoritario» que ha abrazado el secesionismo, un PSC repuesto y una derecha española en la que el PP recobrará aliento. ¿Y la irrupción de los 'indepes ultra' de Aliança Catalana? «Los catalanes somos como cualquier otro país con este fenómeno», resume. Y da crédito a que los indecisos lleguen al 40%, porque existe un abstencionismo «muy militante y muy difícil de convencer». Pese a ello, augura que «la autenticidad» de Puigdemont le dará alas.
Sindicalista, exdiputado en Madrid, el recordado parlamentario que en septiembre de 2017 levantó su voz frente a las leyes de desconexión del 'procés' –«No fue contra nadie, fue por la democracia»– y hoy formador en la Escuela del Trabajo de CC OO, Joan Coscubiela (Barcelona, 1954) dibuja la Cataluña del presente usando los plurales y una metáfora de cuño propio. Sus conciudadanos han pasado de «las indignaciones» que alimentaron el independentismo tras la debacle financiera de 200 a «las resacas» del «fiasco» y ahora a «los cansancios». Y en ese caminar, el 'procés', que aglutinó malestares diversos con su «utopía disponible», ha actuado como «un bosque de eucaliptos que lo ha ocupado todo, ha absorbido todos los nutrientes y ha dejado una incapacidad para crear otro imaginario potente».
«Cataluña no tiene hoy ninguno que la una», concluye Coscubiela, quien se congratula no obstante del resurgir, como «un Guadiana», de la musculada sociedad civil que trabaja por «microutopías» cotidianas. Es uno de los factores que le llevan a deducir que en el ámbito sociológico –«en el político, ya veremos»–, Cataluña ha enfilado ya «el post-procés'.
Constata Teresa Freixes (Lleida, 1950), a modo de recordatorio de una singularidad electoral que beneficiaría al nacionalismo y, esta vez, a las opciones de Aliança Catalana, cómo su sufragio en tanto que leridana vale «tres veces más que cuando votaba en Barcelona». La constitucionalista, activista contra el 'procés' desde las filas de Societat Civil, recalca que su comunidad natal continúa siendo «muy plural» y descarta que la menor «radicalidad» con respecto a los episodios de 2017 implique que se ha diluido «la división» social. «El 'procés' no ha terminado, ha mutado», remata. Y añade a su visión preocupada el ingrediente de «una cierta sensación de decadencia» de la Cataluña que fue y que hace que ya «no sea un lugar apetecible» para vivir.
A Freixes también le cuadran las elevadas cifras de indecisos, en su caso porque detecta que el votante socialista desafecto hacia las cesiones del Gobierno de Sánchez y del PSC a Junts y ERC retrae su papeleta casi hasta el último minuto porque «no sabe» a quién entregársela. Y apunta a que es «muy difícil» que ese electorado se pase al PP, máxime cuando «el relato está yendo de combatir a la derecha y a la ultraderecha».
Curtido como diputado y senador de Unió en los tiempos en los que CiU pactaba con el bipartidismo que se sucedía en el Gobierno de España, Jordi Casas (Sabadell, 1954) observa hoy el devenir de su tierra desde las atalayas de la Fundación por la Industria y la dirección del gabinete de presidencia de los empresarios reunidos en torno a Foment del Treball. La Cataluña que vota este 12-M bascula, según su radiografía, entre la asunción general, aunque no se admita, de que «la declaración unilateral de independencia está archivada»; y un «cansancio» transversal sobre el 'procés' y los «debates estériles que se han traducido en una mala gestión de gobierno». De lo que interpreta que Illa puede acabar «abrasado» si conforma un tripartito de izquierdas con ERC y que ésta puede ser «una legislatura de transición» para que Cataluña pase del eje identitario al izquierda-derecha.
Persuadido de que, con Puigdemont revitalizando «la ilusión» para los suyos, Junts trata de reconectar con el discurso económico de la extinta Convergència, Casas identifica la presión fiscal, la vivienda y los salarios como las inquietudes sociales que interpelan. Y reivindica una «Cataluña del sí», que gane «ritmo» y vuelva a liderar la economía española».
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