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Nunca unas elecciones en Castilla y León habían concentrado tanta atención en la sede del PP de la calle Génova. Los populares quieren que los comicios autonómicos sirvan como el primer escaparate del proyecto de Pablo Casado y la maquinaria electoral funciona a pleno rendimiento. ... La dirección conservadora, que saludó la convocatoria anticipada con euforia, pretende emular el éxito logrado por Isabel Díaz Ayuso en Madrid, es decir, una mayoría lo suficientemente amplia como para liberarse de apoyos externos e internos y gobernar en solitario. Pero ese escenario, a tenor de los últimos sondeos, que confirman la escalada en intención de voto de Vox -que duplicaría su resultado de hace tres años, según el CIS-, se antoja cada vez más difícil. Casado, sin embargo, se resiste a aceptar el entendimiento con la formación ultraderechista y ha pasado al ataque.
En un acto en Ávila junto al candidato del PP a la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, el líder conservador reclamó este domingo unir el voto en torno a la papeleta del PP como única alternativa posible de lo que bautizó como la «tercera España» frente al sanchismo y a Vox. A los de Santiago Abascal, de hecho, les acusó de beneficiar a la izquierda a base de fracturar al centroderecha. «No se puede unir España desuniendo el voto. Somos una derecha serena que une», proclamó.
El jefe de la oposición no quiere ninguna atadura incómoda con la formación de extrema derecha y ayer trató de marcar terreno con una extensa retahíla de críticas. Le reprochó que se presente a las elecciones de Castilla y León pese a que defiende un Estado descentralizado sin comunidades autónomas. Le situó como facilitador de las políticas de Sánchez al recordar que se abstuvo en el decreto para el reparto de los fondos europeos. Y, como ya hizo la semana pasada, señaló los supuestos vínculos de Vox con Rusia en un momento de máxima tensión por la crisis en Ucrania.
Un distanciamiento que el escrutinio del 13-F podría obligar a modular. Las encuestas dejan a loss populares lejos de la mayoría absoluta, -la última media de sondeos les otorga 34 procuradores en las Cortes regionales-, y ya sólo aspiran a que su resultado sume más diputados que los de toda la izquierda, de tal modo que a Vox no le quede otra opción que permitir un gobierno en solitario. Un escenario que dependería en todo caso de la voluntad de la formación ultraderechista, que no parece estar por la labor.
Abascal y su círculo están decididos a enmendar lo que consideran «errores» del pasado, sobre todo tras las elecciones en Madrid, al entender que le «regalaron» la abstención a Díaz Ayuso y ahora les cuesta reivindicarse como alternativa. De ahí que Vox ya haya avanzado que si sus parlamentarios son imprescindibles para garantizar la gobernabilidad, exigirán formar parte del Ejecutivo de Mañueco, lo que lastraría en buena medida la estrategia de Casado en su carrera hacia la Moncloa.
Una hoja de ruta que su mentor José María Aznar se atrevió a cuestionar el sábado en público durante un acto de campaña en Valladolid. «A veces oigo que hay que ganar para llevar a no se quién a la Moncloa, pero, oiga, la pregunta es ¿para hacer qué?», señaló el expresidente del Gobierno, muy crítico con que en la cúpula del PP piensen que ya lo tienen todo hecho.
Aznar reclamó a Casado un liderazgo firme y constructivo ante el avance de Vox y las batallas internas que en los últimos meses están erosionando al partido y exhortó a los suyos a evitar la fuga de votos por el flanco derecho. «Hay muchas personas que se agarran a supuestas soluciones baratas, mágicas, a populismos mentirosos o falsos -avisó-, porque no tienen un referente fuerte en el cual confiar».
En la dirección del PP valoran el discurso de Aznar como «un diagnóstico» más de las voces que integran el partido e insisten en que el liderazgo de Casado es «incontestable» y que «hay proyecto de sobra». «Soy un reformista», se defendió, por su parte, el líder del PP.
Casado reivindicó que sí tiene un plan de actuación como quedó plasmado en la convención de Valencia cuando no sólo formalizó una alternativa a Sánchez, sino que hizo prácticamente el que es su discurso de «investidura». Lanzó también avisos al socialista por la deriva de sus pactos con Podemos y los independentistas. De seguir así, dijo, «abrazando a aquéllos que quieren destruir la nación», el PSOE «desaparecerá».
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