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Pablo Casado y Alfonso Fernández Mañueco han hecho pivotar su discurso electoral sobre la aspiración de que el PP gobierne en solitario en Castilla y León. Hasta que ayer, Isabel Díaz Ayuso expuso en público lo que los dirigentes populares rumian en voz baja, la ... inevitabilidad del acuerdo con Vox. «Ojalá que no lo necesitemos, pero si fuera necesario, siempre pactaría antes con el partido de Ortega Lara (Vox) que con aquellos que pactan con los que lo secuestraron», afirmó la presidenta madrileña en un acto en Valladolid, el primero de los dos del día que protagonizó de la mano de Mañueco.
El líder del PP y su candidato regional han sorteado en mítines y entrevistas la tesis del pacto con el partido de Santiago Abascal tras la cita de este domingo. Admitir ese escenario es dar una patada a las apelaciones al voto útil de la derecha a las que tanto Casado como Mañueco están aferrados. Los estrategas de cualquier campaña alertan además de que aceptar un acuerdo antes de las elecciones es dar carta blanca al voto a cualquiera de los dos partidos porque, al final, van a entenderse.
Se da la circunstancia, además, de que en esta ocasión Vox ha elevado el precio de su colaboración. Los de Abascal ya no se conforman con una cooperación externa, quieren entrar en el Gobierno regional si son necesarios. Lo que menos desea Casado es llegar a las elecciones generales con la hipoteca de que está condenado a cogobernar con Vox. Ese escenario ahuyenta a su votante más moderado y anima al trasvase a los que están situados más a la derecha.
Estrategia. Los expertos sostienen que hablar de pactosantes de las elecciones desmoviliza a los votantes
Doble función. La presencia de Ayuso pretende incentivar al electorado popular y frenar la expansión de Vox
Banco de pruebas. Castilla y León puede determinar el rumbo de las futuras relaciones del PP con la extrema derecha
Pero la presidenta madrileña echó ayer un jarro de agua fría a esos cálculos al reclamar al líder del PP que no tenga miedo al acuerdo con Vox, partido del que es cofundador José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA durante 532 días. Ese entendimiento, prosiguió, siempre será preferible a un acuerdo con los socialistas, que «pactan con los que secuestraron» al exfuncionario de prisiones en 1996, en alusión a la izquierda abertzale. Ayuso, de todas maneras, no se olvidó del mensaje central de campaña y también reclamó el voto para que el PP gobierne en Castilla y León «sin necesitar a nadie».
Casado ha evitado en todo momento hablar de pactos o acercamientos a Vox. Desde el discurso del 22 de octubre de 2020 durante la moción de censura de Abascal contra Pedro Sánchez puso distancia con el partido de extrema derecha y las relaciones entre los líderes de ambos partidos no se han recompuesto.
Las expectativas electorales a la baja de los populares en Castilla y León pueden cambiarlo todo. En Madrid, tras las autonómicas de mayo pasado, no hizo falta porque el triunfo de Ayuso fue incontestable y Vox quedó relegado a un papel secundario. El test del próximo domingo será crucial para el futuro de las relaciones entre las dos formaciones.
Esta irrupción de Ayuso en la campaña castellanoleonesa responde a un cambio de estrategia por parte del PP. Su presencia iba a estar limitada, como la del resto de los barones, a una jornada. Así lo programaron la dirección del partido y el comité de campaña de Mañueco. La presidenta madrileña participó el pasado viernes en actos electorales en Segovia y en Burgos, y su presencia desató el delirio entre los simpatizantes del PP. Un impacto que ya se había detectado durante sus intervenciones en los congresos regionales de los conservadores, como el de Castilla-La Mancha del pasado noviembre. «En Segovia tardamos hora y media en recorrer 200 metros», recordaban ufanos los colaboradores de Ayuso. «Tiene mucho tirón y no se puede desaprovechar por sus problemas con Casado», reconocían en el entorno de Mañueco.
En un momento crítico de la campaña, con el PP en retroceso en las encuestas y con Vox al alza, la dirección nacional y los responsables de la campaña dieron un volantazo y doblaron la presencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Además del entusiasmo que despierta entre los votantes populares, su figura tiene mucho predicamento entre la extrema derecha, como se comprobó en las elecciones madrileñas con el discreto resultado de Vox.
Ayuso estuvo ayer a mediodía con el candidato en Valladolid, por la tarde se desplazó a Ávila, y se repitieron las escenas de pasión y frenesí. También está previsto que participe en el cierre de campaña, aunque desde el Gobierno madrileño han dejado en el aire su participación. Los protagonistas de ese mitin serán Casado y Mañueco, y los barones del PP deberían limitarse a arroparlos sin intervenir para dar una imagen de unidad. Pero el presidente andaluz, Juanma Moreno, ya se ha desmarcado por un viaje a la Expo de Dubai. Ayuso puede ser la siguiente baja por «problemas de agenda».
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