

Secciones
Servicios
Destacamos
En algún momento, se declara en la vida pública española una rara unanimidad. Una insólita coincidencia entre los distintos competidores del tablero político. Suele suceder, ... por supuesto, cuando fallece alguna figura que concita ese consenso. Una catarata de elogios que surgen de todas las direcciones del arco parlamentario. Ayer fue el caso. La desaparición de Alfredo Pérez Rubalcaba, el dirigente que fue casi todo en la política, siempre fiel a las siglas socialistas, reunió alrededor de su féretro a toda la clase política española. Incluyendo por supuesto a sus antiguos contrincantes, que en algún caso además fueron enemigos. Acérrimos enemigos. Pintado por sus adversarios como un intrigante, en la estirpe de Rasputín, a Rubalcaba le tuvieron que reconocer en vida, incluso quienes más le detestaron, unas cuantas virtudes. Elocuente orador, brillante en el dardo desde la tribuna del Congreso, eficaz en la gestión como ministro.
Enterrar muy bien. Ingenioso político, Alfredo Pérez Rubalcaba (que recoge en la imagen el aplauso de sus correligionarios riojanos durante un acto en Riojafórum) recibió ayer como suele ser norma en España los elogios que le hurtaron en vida. A lo cual ya estaba habituado: a él se debe la frase célebre, a propósito de otra despedida de un colega de la polí-tica, según la cual «en España sabemos enterrar muy bien». Un honor que al menos él sí se merecía.
Aunque mal candidato: al frente del PSOE pasó su propio calvario. Una subida al Gólgota que le hizo recapacitar sobre la conveniencia de retirarse a los laboratorios de la Complutense, donde ejerció como profesor de Químicas en el otoño de su vida, abruptamente cancelada. Atrás dejaba una ejemplar hoja de de servicios. Con un capítulo destacado a escala nacional (su contribución como titular de Interior al fin de ETA) y a nivel riojano, como propulsor al frente de la cartera de Educación de la creación de la UR. Dos rasgos que bastarían por sí solos para justificar toda una carrera entregada al servicio público. Y que justificaban los elogios que fue recibiendo. De toda España; también desde La Rioja, donde el PSOE canceló, como ocurrió en todo el país, su campaña, gesto al que se sumaron otros partidos.
así habló... José Ignacio Pérez | presidente del psoe riojano
Ese era el caso de José Ignacio Pérez, delegado del Gobierno. Que presidía el Ejecutivo riojano cuando nació la UR y se confesaba ayer muy afectado. «Con Alfredo», a quien tuteaba, «aprendí que en política, y en la vida, cuando hablas bien de alguien es gratis y además es enormemente bien recibido». Acto seguido, repasaba su larga trayectoria en paralelo al dirigente recién fallecido, cuyas trayectorias se solapaban: a mediados de los 80, él era consejero de Educación del Gobierno riojano y Rubalcaba, director general de Política Universitaria, esa hora decisiva para alumbrar la Universidad de La Rioja. «Luego, ya en 1992, siendo él ministro y yo presidente, nació la UR», rememoraba. Pérez aprovechaba esa vinculación para subrayar que Rubalcaba se consideraba muy unido a La Rioja, más allá incluso de su papel clave en la creación de la Universidad. También se sumaba al aluvión de alabanzas que recogía la figura del estadista desaparecido, para quien reservaba elocuentes calificativos. «Solvente, brillante, auténtico» son los tres más repetidos. «Tenía ese lado de político apasionado», enfatizaba. «Recordar hoy a Alfredo significa ensalzar el valor de la política», añadía. «Ha sido un ejemplo de dedicación, además de una persona con un gran sentido del humor, muy divertido en el trato cercano». Apabullado por el recuerdo de multitud de anécdotas compartidas, sentenciaba con esta frase: «Tenía un gran sentido de Estado y sabía cómo tratar a España».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Destacados
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.