Las banderas y el amor
Campaña sobre campaña | Día 9 ·
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Campaña sobre campaña | Día 9 ·
El hombre que no amaba las banderas compareció ayer en Nalda para leer en voz alta una hermosa declaración de amor. La propia de un amante despechado: esas quejas que PabloIglesias dirigía a PedroSánchez por persona interpuesta, es decir, ... a través de los medios de comunicación convocados en la plaza de la Tela. Que oyeron al líder de Podemos lamentarse del ninguneo que le dirige el candidato socialista, el propio del cazador que una vez atenazada su presa, se desentiende de la devoción que antaño confesaba por ella y si te he visto... Etcétera. Iglesias, pudieron concluir quienes asistían a su primer mitin en suelo riojano, recibe del presidente en funciones el mismo trato que él dedica a quienes rivalizaron con él en la cúspide morada. Errejón y compañía. Quienes podían dedicarle a su otrora mandamás la misma ración de despecho: parecía amor pero sólo fingíamos. Se nos rompió de usarlo tan poco. O tan interesadamente.
De donde se deduce que en realidad prevalece en toda campaña la vertiente sentimental. Se equivocan quienes sostienen que una carrera hacia las urnas tiene algo de oposición. De gélidos tribunales examinando a nerviosos aspirantes a la plaza convocada. De saberse bien el temario y acreditar serenidad y templanza para recitarlo luego de meses y meses de preparación. De esperar la nota, que llegaría luego del ecuánime análisis de sus méritos, esperando el aprobado cuando menos o el sobresaliente que abra las puertas del cargo al que se aspira. Todo eso ocurriría en unas elecciones convocadas en un mundo ideal. En el suelo celtibérico, por el contrario, reina lo sanguíneo. Las emociones.
Natural por lo tanto que Iglesias escenificara en Nalda el papel de novio plantado al pie del altar. Se lamentaba por la frialdad que le dirige Sánchez, un idilio que sólo fructificará cuando hablen las urnas y la aritmética haga de celestina. Se entiende menos su aversión a la bandera de España, donde tal vez resida el océano de incomprensión que le separa de su pretendiente: Sánchez presentó su campaña arrebujado en una orgía de banderas de España y Europa, justo las que jamás aparecerán por un mitin de Podemos. Qué cosas. Hasta la enseña de los independentistas canarios le sirve a Iglesias para camuflar la empanada mental que, como tantos dirigentes de ese arco ideológico, impide a sus siglas conquistar la zona más templada del electorado. La formada por quienes no tienen inconveniente en reconocerse miembros del país cuya bandera no hace falta que les emocione: les basta con convivir con ella con la naturalidad propia de los miembros de una sociedad civilizada. Donde también conviven sin graves contratiempos la razón y el corazón.
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