Capellán, el fijo discontinuo de la política riojana

Gonzalo Capellán (Haro, 1972) sí sabe qué demonios escribió Karl Christian Fiedrich Krause. Podría contarnos, sin entrar en honduras, que fue un filósofo alemán de segunda fila que, sin embargo, tuvo un impacto decisivo en el liberalismo español del siglo XIX. El futuro presidente de La Rioja le dedicó su tesis doctoral en 1999. La carrera de Capellán ha ido caminando alternativamente sobre dos raíles. A veces pareció que iba a volcarse completamente en la política y a veces dio la impresión de que regresaba para siempre a sus libros y a sus apuntes.

Hijo de Patricio Capellán, un herrero que se convirtió en alcalde de Haro durante 27 años, Gonzalo vivió la política municipal en casa desde muy pequeño. Mientras su padre se fajaba con la vara de mando, él estudiaba y echaba una mano en la agrupación local del PP: ayudaba a redactar programas electorales, aportaba ideas, hacía números... Se matriculó en Historia en la Universidad de Cantabria para seguir su primera vocación y se especializó en la época contemporánea. Después de realizar su tesis sobre el krausismo, Capellán se fue especializando en el uso social y político del lenguaje. Podía haberse dedicado toda su vida a explorar la evolución histórica de los conceptos «democracia» y «opinión pública», una de sus líneas de trabajo, pero un día le llamó Pedro Sanz para ocupar, con apenas 31 años, la Dirección General de Cultura (2003-2005). Fue -pareció entonces- un paréntesis.

Volvió luego a la Universidad de Cantabria y se convirtió en vicerrector. Sin embargo, siete años más tarde dejó de nuevo el Cantábrico para asentarse a orillas del Ebro. Sanz le había llamado otra vez. En esta ocasión, le proponía hacerse cargo de la Consejería de Educación en su cuatro gobierno. Aceptó, pero solo estuvo tres años en el cargo. De manera sorprendente, cuando algunas quinielas lo situaban como el delfín que nadaba al lado de Pedro Sanz, Capellán hizo otra vez las maletas. El entonces ministro de Educación, el controvertido José Ignacio Wert, le propuso trasladarse a Londres para trabajar como consejero de Educación en la embajada de España ante el Reino Unido. Debía ocuparse de fomentar el estudio del español en las islas británicas. «Era una gran oportunidad para mí y para mi familia», explicó en una entrevista concedida a este periódico.

Regresó a Logroño en 2020. Ocupó un despacho en la Universidad de La Rioja y ganó la cátedra en Historia Contemporánea. Veía las gaviotas a lo lejos, sin implicarse en las guerras intestinas de un partido que, tras perder el poder que había ostentado durante 24 años, no sabía cómo salir del desierto.

Entonces -verano de 2022- le llamó Feijóo.

Génova iba a cortar por la sano. La intrincada sucesión de Ceniceros amenazaba con arruinar las expectativas electorales del PP. Al partido le habían empezado a brotar precandidatos, aspirantes, terceras y cuartas vías con un entusiasmo de chiquillos que salen al recreo. Miguel Tellado, el fontanero mayor de Feijóo, visitó varias veces Logroño y acabó ungiendo monárquicamente a Gonzalo Capellán como cabeza de lista.

Fue una apuesta arriesgada, que pareció incluso suicida cuando Alberto Bretón abandonó la nave nodriza para montar un nuevo partido. Capellán aguantó el pulso y planteó una campaña más propositiva que electrizante, casi profesoral, explicando sus medidas como si impartiera una clase sobre Krause.

Pronto se convertirá en el noveno presidente de La Rioja.