El acreditado manual de resistencia de Sánchez ha naufragado en el estreno de su pugna con un Feijóo que devolvió anoche al PP, después de siete años de sinsabores electorales, la pérdida de la Moncloa vía moción de censura contra Mariano Rajoy y una traumática crisis interna, al balcón de las jornadas victoriosas del PP en las urnas. El dirigente gallego, que lleva una década larga sin saber lo que es perder, compareció ante los suyos, enfervorizados, junto a una Díaz Ayuso que alcanzó -con las ganas de su pegadizo vídeo- la ambicionada mayoría absoluta en Madrid tirando hacia el mismo triunfo de José Luis Martínez-Almeida en el Ayuntamiento de la capital.
Todo fue sobre ruedas ayer para los populares, salvo por la paradoja -espinosa en las negociaciones que se avecinan- de que el auge de Vox que le permite sumar para desbancar a los socialistas en las comunidades más reñidas le ha impedido meter la distancia con la extrema derecha que Feijóo quería para depender lo mínimo de ella. El mapa se ha teñido de un intenso azul Génova con cifras alarmantes para los intereses electorales de Sánchez y la credibilidad de su Ejecutivo de coalición en lo que resta de legislatura.
Ganadores y perdedores
Los socialistas han pasado de ganar los comicios municipales de 2019, los que sancionaron la victoria de su líder en las primeras generales de aquel año, con millón y medio de votos de distancia contra el PP de Pablo Casado a que Feijóo le haya dado la vuelta a la sartén imponiéndose por 750.000 sufragios mejorando resultados en el conjunto del país y triplicando su hegemonía en las capitales de provincia haciéndose con una treintena de ellas. Un escrutinio que los populares redondearon con una cosecha autonómica por encima de sus expectativas: a la espera de los pactos, con Vox empoderado, reconquistan la Comunidad y el Ayuntamiento de Valencia, la joya de la corona de la noche, se imponen en La Rioja, Cantabria, Baleares y Aragón y vencen en el fortín socialista de Extremadura, donde la recién llegada María Guardiola propina una sonora derrota al veterano Guillermo Fernández Vara. Emiliano García-Page, el barón más crítico con Sánchez, ha retenido, con sudores fríos, Castilla-La Mancha. Un mínimo consuelo para un PSOE que pierde el feudo sentimental de la Sevilla histórica del 'felipismo' y que ni siquiera logró anteponerse en Barcelona a Xavier Trias aunque la Alcaldía penda de los acuerdos posteriores.
Los casi 1,8 millones de papeletas ganadas por los populares se corresponden de manera casi mimética con las que atesoraba Ciudadanos, que queda sentenciado a muerte; un vaciamiento que permite a Feijóo interpretar que su apuesta por crecer en las urnas por el centro ha recibido la recompensa anhelada. Y, sin embargo, el empuje del PP no ha frenado a un Vox que cosecha 700.000 votos más que hace cuatro años y se afianza en los parlamentos regionales con opciones de condicionar al partido dominante de la derecha.
Todo lo contrario que le ha ocurrido a Podemos, estrellado en su intento de aguantar en un escenario adverso por la fragmentación en las izquierdas y cuyo declive, unido al de otras formaciones como Más País y la decepcionante tercera posición de Ada Colau en Barcelona, cuestionan la viabilidad de la alternativa que pretende construir con Sumar la vicepresidenta Yolanda Díaz ante las generales de final de año. Quienes sí se han beneficiado de sus acuerdos con el Gobierno en Madrid es EH Bildu, vencedora por primera vez en una plaza tan simbólica como Vitoria, triunfante en Guipúzcoa y decisiva -un caramelo envenenado- para que el PSOE conserve el Gobierno de Navarra.