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Coquetear con la materia oscura, con la parte mollar de la realidad, pero no ingresar en su corazón. Asomarse a ese abismo, rondar sus bordes, pasear por su caparazón, evitando siempre entrar en grandes honduras. El horizonte de sucesos, la evocadora manera de bautizar esa ... superficie imaginaria que rodea a un agujero negro, allí donde la velocidad de escape necesaria para alejarse del mismo coincide con la velocidad de la luz, es también la metáfora que sirve para distinguir esa frontera donde se detiene toda campaña electoral.
La que hoy se clausura no es una excepción. Los partidos prefieren fintar antes que golpear. Pretenden que el electorado se estudie concienzudamente su programa (cientos y cientos de páginas) para discernir luego ante la urna a quién otorgar su voto. Confunden una campaña con una oposición a notarías, aunque en realidad todo candidato sabe que el elector se inclina por su opción predilecta luego de un análisis de naturaleza epidérmica. Basada en la simpatía que profese hacia determinadas siglas o a quienes las encarnan. Y dejándose llevar a menudo por influencias de índole muy personal. Incluyendo cierta predisposición a dejarse llevar por la candidatura que más se lleve esta temporada.
Porque también el elector da vueltas alrededor de su propio horizonte de sucesos antes de decidirse. Es comprensible. Sobre todo, en estas elecciones que llegan apenas un mes después de otra cita con las urnas. Si se atiende a la trayectoria fijada en las generales de abril, resulta difícil pensar en una remontada de quienes perdieron entonces, pero estamos ante unas elecciones de índole local y regional, donde influyen una serie de factores a los cuales se acogen como náufragos en busca de un tablero en medio del océano quienes peor salieron tratados el 28A. Que debían haber sido los más interesados en imponer un ritmo superior durante la carrera hacia el 26M que hoy se clausura, pero pudo más el cálculo estratégico: una movilización más acusada del electorado benefició en abril al PSOE. Conviene por lo tanto a la táctica del PP adormecer la campaña. Y a los socialistas, limitarse a cabalgar la ola buena y procurar que les deposite en la playa donde anida la potencial victoria.
Pedro Duque | Ministro de Ciencia
Ahí reside tal vez la clave de arco que explica la tendencia de los candidatos a rodear el agujero negro que se oculta al final de las urnas sin decidirse a ir un poco más allá en su argumentación. Justifican su temor a las profundidades eludiendo todo riesgo, así en sus declaraciones como en sus promesas. Menos comprensible es que también ese haya sido el discurso de los más pequeños, que siempre sufren una dificultad superior para hacerse oír. ¿Resumen? Una campaña sin sorpresas. Un horizonte sin sucesos memorables. Visitas rituales de los líderes nacionales, lecturas para todos los gustos de cada encuesta y baja exposición de los candidatos. Un paisaje anodino. En un tiempo de metáforas, vale como símbolo del resto de días en La Rioja. Cuando no hay campaña.
Una sombra ya pronto serás. Cuando a la medianoche de hoy concluya la campaña que la protagonista de la imagen pretende que sea la del cambio (mientras sus contrincantes opinan lo contrario), el destino que le aguarda tanto a ella como al resto de candidatos en liza será el que anuncia ese sugerente claroscuro. Formar parte del ejército de sombras en que se convertirán. Ciudadanos de a pie, peatones de la historia. La misma historia que todos ellos aspiran cambiar.
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