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No es lo malo perder unas elecciones. Lo peor es carecer de plan B. Lo sabe bien el PSOE de La Rioja, acostumbrado a ir recogiendo un fracaso tras otro durante más de veinte años en cada cita con las urnas autonómicas. El día después, ... prevalecía la nada. Los fieles de Martínez Zaporta se resignaban a seguir como hasta entonces, como si no hubiera pasado nada. Sentaban entonces el germen de su siguiente retroceso: cuatro años perdidos porque no disponían de una alternativa creíble de oposición. En su auxilio, llegó el 15M. Hace ocho años, la política española vivió un terremoto. La izquierda tradicional perdió predicamento entre amplias capas de la población, más seducidas por las nuevas formas de ejercer la política que surgieron de la Puerta del Sol. De cada Puerta del Sol en cada municipio de España. Y ocurrió un milagro. Los socialistas espabilaron. En un mapa atomizado como nunca, supieron convertir aquel terremoto en la semilla de su recuperación. Resucitaron. Nuevos programas, nuevos rostros. Entendieron que en el cambiante ecosistema político, la renovación no sólo era un valor. Era el valor. El patrón oro de la nueva política.
En recompensa a ese esfuerzo renovador, en abril ganaron por primera vez desde 1986 unas elecciones en La Rioja. Y en este 26 de mayo histórico para sus siglas, han repetido la proeza. Con un factor adicional. La suma de sus escaños en el Parlamento con los de Podemos le garantiza la mayoría absoluta y Concha Andreu se sentará en el Palacete, pero es que además enfrente se encontrará una oposición muy debilitada. Empobrecida porque no supo venir a tiempo el vendaval que se llevará por delante a su principal rival. Y ocurrirá en esos bancos populares lo que solía en el PSOE. Cisma máximo. De consecuencias imprevisibles. El tipo de división que exige de sus líderes la mayor finura en la administración del caos que se pronostica.
La gestión del éxito pasa a ser responsabilidad del PSOE. La noche electoral no sólo avala su apuesta por Andreu sino la eficaz labor en la fontanería de Francisco Ocón, su ticket ganador. Las urnas no sólo refrendan su vocación por el cambio sino que también corroboran su acierto en las labores de oposición: ahí, en las sombras parlamentarias, empezó a cimentarse la remontada que permite a sus siglas imponerse en las urnas, ratificada luego en otro mordisco al poder del PP: los gobiernos municipales que pasaron a sus manos hace cuatro años. La lección que deben empezar a aprenderse sus contrincantes del PP.
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