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El primer día de campaña, el PP subió a la red. Tenía prisa su candidato por tomar la iniciativa y procurar que la carrera hacia las urnas quedara fijada en esas cuestiones de agenda que, a su juicio, más benefician a su partido. Su ... fama de buen gestor y prudente contable. Así quee José Ignacio Cenicros se acompañó de quien sabe realmente de estas cosas en su equipo, el emergente consejero y también candidato Alfonso Domínguez, para anunciar, con esa tendencia a la hipérbole que adorna a todo político en campaña, nada menos que una «revolución fiscal». La frase, que sitúa a Ceniceros en la estela de Margaret Thatcher o Ronald Reagan, merece ese entrecomillado.
¿En que consistía esa promesa? En realidad, su sustancia es lo de menos. La materialización de toda propuesta siempre puede esperar a ver si encaja con las exigencias del día en que toque gobernar. Si es que llega ese día. Lo relevante en campaña es acertar con el titular de impacto. La letra pequeña de ese compromiso incluía la intención de una rebaja de impuestos y nuevas deducciones (así como ayudas a las familias que contraen trabajadores para cuidar de sus hijos o sus mayores dependientes), una música que suele sonar bien a los oídos del electorado conservador. Y que se alinea con esa idea tan extendida según la cual el factor económico resulta clave para ganarse el factor del votante. Salvo que en realidad lo fundamental de la contienda electoral resida en donde siempre: en la política.
Porque ese mismo viernes, también Ciudadanos (socio que fue, o tal vez no, del Gobierno riojano durante cuatro años: con la formación naranja nunca se sabe) irrumpió con su propia ración de promesas. Traía en sus alforjas anuncios de parecida índole: más rebajas fiscales si la lista que lidera Pablo Baena resulta decisiva el 26M. Unas palabras que desataron cierta incomodidad y asombro en el PP, porque durante toda la legislatura sus dirigentes, cuando se sentaban a la mesa de negociación con la delegación de Ciudadanos, observaban propuestas que llegaban en una dirección opuesta. Radicalmente opuesta: según los papeles que manejan los populares, y como recuerdan ahora sus candidatos, para los Presupuestos de 2016 en Ciudadanos proponían una subida fiscal a partir de 50.000 euros. De ahí su indignación: la candidatura naranja al Parlamento pretende hacerse por esa vía tan inherente al PP con la cuota del electorado de índole liberal, superada ya la etapa en que competía con el PSOE por la franja socialdemócrata. Es decir que no es la economía lo que prevalece en campaña. Es la política.
ASÍ HABLÓ... Alfredo Pérez Rubalcaba |Ex ministro socialista
La economía es otra cosa. La economía es gestión. Crear el escenario para que la actividad prospere. Para que nuevas maneras de enriquecimiento mejoren la calidad de vida de los administrados. La educación, por ejemplo. El conocimiento. El de toda la vida y el digital. Y ahí surgen los claroscuros, inherentes a toda acción de Gobierno. Las sombras: según el INE, La Rioja se situó en el 2018 en el vagón de cola del crecimiento nacional; y algunas luces: también según el INE. La Rioja creció el 0,9% en el primer trimestre, dos décimas más que la media. La fría estadística económica. La que que jamás debería sustituir ni superar a la política.
Y la campaña hizo 'boom'. Retrato de candidatas socialistas en la inauguración de la campaña. En primer plano, una metáfora con forma de bolso y con forma de onomatopeya. La palabra clave de toda carrera hacia las urnas, la palabra 'boom'. El ruido que se escuchó esa noche en todas las sedes de los partidos. El mismo estrépito que aguarda el día 26, cuando adoptará bien el rumor de la derrota, bien el estrépito que sigue a todo éxtasis.
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