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Cuando los 249.586 riojanos llamados hoy a votar depositen su papeleta en las urnas, habrá concluido en La Rioja un proceso político de larguísima duración. No se inició en la campaña, ni siquiera en la precampaña. Sienta en realidad sus cimientos incluso más allá ... de la otra campaña, la que desembocó en las elecciones generales del 28 de abril. Porque se trata más bien de la prolongación de las elecciones de hace cuatro años, que modificaron el paisaje político de la región. El PP perdió entonces su mayoría absoluta y los acontecimientos se precipitaron. Pedro Sanz dejó el poder, que ejerció durante dos décadas, obligado por Ciudadanos, cuyo concurso permitió a su partido retener la mayoría en el Parlamento y formar Gobierno bajo la presidencia de José Ignacio Ceniceros. Cuatro años después, la clase política, con cambios significativos en algunos de sus protagonistas, vuelve a la casilla de salida. No solo para saldar las cuentas de esa primera legislatura con mayoría relativa sino para examinar la capacidad de sus candidatos para merecer del voto que piden a la ciudadanía. Que hoy se enfrenta a un dilema sustancial: elegir entre la continuidad que encarna la lista encabezada por Ceniceros o algo más que un cambio. El cambio de ciclo que promete su rival, la socialista Concha Andreu.
La elección se plantea en términos insólitos para La Rioja. Por primera vez, el PSOE sale como favorito. Una condición que adorna sus papeletas desde una doble vertiente. Por un lado, porque todos los sondeos publicados hasta la fecha coinciden en aventurar su victoria. Por otro, porque hace apenas un mes ya obtuvo un triunfo insólito en las generales: sus siglas fueron las más votadas en la región, un éxito que no se conocía por Martínez Zaporta desde 1986. Ese viento de cola explica la sensación de euforia que gravita en torno a Andreu y los suyos, en abierto contraste con el tono alicaído que distingue a sus rivales del PP desde su derrota del 28A. Un retroceso que se explica en clave interna (el partido ha digerido mal el cisma abierto desde el congreso que aupó a Ceniceros como líder regional) y también en función del oscilante ecosistema político: de repente, el PSOE parece haberse adaptado mejor a los nuevos tiempos que reclama el ejercicio de la política.
Pero las encuestas señalan cómo también el PP sufre un problema que resulta muy novedoso para sus ambiciones. Hace cuatro años, ya tuvo que aceptar la irrupción de un partido, Ciudadanos, que cuestionaba su monopolio entre el electorado de centro-derecha; ahora, en el extremo de ese nicho ideológico aflora Vox, que se hizo con una jugosa porción de la tarta electoral en abril y opta a obtener representación. Surge incluso una duda que también afecta a las aspiraciones populares en ese pulso por ganar el favor del electorado conservador: de dónde saldrán los votos que también las encuestas atribuyen al PR+, candidato a volver al Parlamento regional. Hasta el punto de que no sería extraña una próxima legislatura con seis grupos parlamentarios.
En ese escenario tan fragmentado, cobran un peso inusual dos elementos consustanciales por otro lado a cada cita con las urnas. El primero, por orden de aparición, la participación que registren las 501 mesas de los 255 colegios electorales de la región. En función del nivel de abstención que finalmente resulte, podrá concluirse si las aspiraciones de unos y otros resultan legitimadas por el favor de los ciudadanos. En la reciente derrota del PP con ocasión del 28A tuvo bastante que ver la capacidad movilizadora del PSOE, al que ayudó el temor que entre el electorado progresista provocaba la deriva del PP hacia la derecha y la posibilidad de que Vox jugara un papel decisivo en las Cortes ahora recién constituidas. Con un nivel de participación semejante al de hace un mes (que en La Rioja superó el 78%), el PSOE sonreiría en cuanto se cerraran las urnas.
El segundo factor que deberá dilucidar la candidatura que finalmente recabe más apoyos apunta hacia ese escenario atomizado que pronostican las encuestas. Una sopa de siglas que obligará a sus señorías al pacto y la transacción durante los siguientes cuatro años, según la línea argumental (intensificada incluso) de la legislatura recién concluida. Los dos grandes tienen experiencia en la conjugación del verbo pactar. El PP, porque de no haber mediado el apoyo de Ciudadanos, que aspira incluso a mejorar su representación en el Parlamento más allá de sus actuales cuatro escaños, hubiera tenido que pasar a la oposición. El PSOE, porque desde la emergencia del fenómeno conocido como 15M, hace ya ocho años, tuvo que lidiar con un socio a su izquierda menos manejable, más ambicioso, que las fuerzas que solían colonizar ese espacio.
Un tercer elemento debe también anotarse cuando esta noche hablen las urnas. El factor cercanía. El votante suele comportarse de modo desigual ante elecciones desiguales. Una idea muy extendida en el mundo de la vieja política cuyo encaje en el nuevo ecosistema se verá hoy.
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