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Ander Azpiroz
Viernes, 30 de junio 2023, 11:12
«Yo no voy a gobernar con Vox, ya lo he dicho y lo repito, y no he engañado a nadie». Esta sentencia la pronunció María Guardiola el 21 de junio. Ese día la izquierda se hizo por sorpresa con el control de la Mesa ... del Parlamento extremeño ante la falta de acuerdo entre Partido Popular y Vox, que en las elecciones del 28 de mayo superaron en escaños por un puñado de votos a la suma de PSOE y Unidas Podemos.
Tras el fiasco en esa votación en la Asamblea, la líder regional del PP compareció ante los medios con un enfado evidente –a causa de su frustración ante la actitud de Vox, trató de aclarar jornadas después– y aseguró que forzaría una repetición electoral antes que ceder puestos en su eventual Ejecutivo a la formación de Santiago Abascal. «Me comprometo a no meter a Vox en el Gobierno, ni después de las elecciones generales», redundó Guardiola. Y para intentar zanjar el debate, remató: «Yo no puedo dejar entrar en el Gobierno a quienes niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes deshumanizan a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI». Posteriormente, añadió que dimitiría antes de faltar a su palabra por imposiciones de Madrid. Pero Vox se mantuvo firme y el PSOE aprovechó la oportunidad para proponer a Guillermo Fernández Vara como candidato a una investidura que, aunque condenada al fracaso, iba a proyectarse –estaba convocada para el 5 de julio, con la campaña lanzándose en San Fermín– sobre el inicio de la carrera hacia las urnas. Justo para cuando Alberto Núñez Feijóo quiere dejar empaquetados, y aparcados a poder ser, cada uno de sus acuerdos con Vox para evitar, por una parte, la movilización del electorado progresista por pactar con la derecha radical; y, por otra, una desmovilización de su electorado potencial más templado.
María Guardiola
El 'no es no' de Guardiola se vio comprometido de inmediato tanto por las presiones de Génova como ante las quejas a nivel interno en el PP extremeño y de otros barones territoriales. Hubo quien catalogó a la candidata como una dirigente de izquierdas que iba a la contra de otras autonomías como Valencia, donde el PP cerró su primer pacto con Vox con una rapidez que no se esperaba y cediéndole, además de una vicepresidencia y dos consejerías, la dilución de la violencia machista en intrafamiliar.
En estas dos semanas también se produjeron dimisiones dentro de su equipo más próximo, aunque en este caso ante la imposibilidad de mantener el veto a Vox. Y al final, la candidata reculó. «Vox es un partido constitucional con el que me quiero poner de acuerdo porque quiero lo mejor para los extremeños», dijo tras reunirse con la presidenta de la Asamblea extremeña el martes, cuando ésta fechó la investidura.
Este viernes, PP y Vox firmaron el pacto por el que gobernarán juntos en Extremadura. Guardiola no dará el paso al lado que prometió y tendrá sentado en su gabinete a un miembro de la misma derecha radical con la que hace diez días se negaba a pactar. Del «yo no quiero que hagan ideología a través de las consejerías», la dirigente del PP ha pasado a conceder la de Gestión Forestal y Mundo Rural. Según justificó, la coalición pondrá fin a las mayorías absolutas del PSOE, aunque difiera con sus socios en materia autonómica, igualdad o inmigración.
«Mi palabra no es tan importante como el futuro de Extremadura», fue el eufemismo ayer del 'Donde dije digo, digo Diego'. No supone nada nuevo. «París bien vale una misa», anticipó ya en el siglo XVI Enrique de Borbón antes de convertirse al catolicismo como premisa para ceñirse la corona de Francia. Eso sí, los libros de Historia reflejan un semblante mucho más feliz del rey al asumir el trono que el de Guardiola bebiéndose la cicuta de su comparecencia junto a sus ya socios de Vox.
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